Primera época, número 8, julio-diciembre 2019, pp. 14-36.
Autoras: Ma. Florencia Maggi 1, Julieta Sussini 2, Lina del Castillo 3.
Resumen:
En el siguiente trabajo abordamos, desde un enfoque etnográfico, la participación de las mujeres, jugadoras y espectadoras, del Campeonato de Fútbol Femenino de la Liga Deportiva Boliviana que se lleva adelante en un barrio periférico de la ciudad de Córdoba, Argentina. Además de describir y analizar el surgimiento de la Liga, nos interesa indagar en clave interseccional, de qué manera los sentidos de dicha presencia cobran matices particulares de apropiación de la actividad futbolística en relación a los grupos generacionales de las participantes y su condición de migrantes o hijas de migrantes bolivianos/as.
Palabras clave: mujeres migrantes, fútbol femenino, migración boliviana, grupos generacionales, perspectiva interseccional.
Migration, gender and football. Senses of participation of migrant women in the Bolivian Sports League
Abstract:
On the following article we address, from an ethnographic approach, the participation of the women, players and spectators, of the Women’s Football Championship of the Bolivian Sports League that takes place on an outlying neighborhood of the city of Córdoba, Argentina. In addition to describing and analyzing the emergence of the league, we are interested in inquiring from an intersectional perspective, in which way the senses of that presence take particular shades of appropriation of the football activity in relation to the generational groups of the participants and their condition of migrants or daughters of Bolivian migrants.
Keywords: migrant women, women’s football, bolivian migration, generational groups, intersectionality perspective.
Introducción
Este artículo tiene el propósito de abordar desde un enfoque etnográfico la participación de las mujeres —tanto de jugadoras, como asistentes— en el Campeonato de Fútbol Femenino de la Liga Deportiva Boliviana que se lleva a cabo en un barrio periférico de la ciudad de Córdoba, Argentina. El desafío que nos proponemos consiste en revisar en clave interseccional, de qué forma los sentidos de dicha presencia cobran matices particulares de apropiación del espacio y de la actividad futbolística con relación a los grupos generacionales de las participantes.
En virtud de ello es importante aclarar que, si bien el numeroso incremento de trabajos que recuperan las experiencias de mujeres migrantes ha saldado la exclusividad masculina en el campo de los estudios migratorios, entendemos que el conjunto de prácticas analizadas se ha centrado en sus estrategias laborales o en la condición de género con relación a la reproducción doméstica. En cambio, las actividades de esparcimiento u ocio de las migrantes siguen constituyendo un campo vacante a explorar, principalmente cuando tales actividades escapan de las manifestaciones artísticas folklorizadas. En consecuencia, consideramos que profundizar sobre el vínculo entre participación de mujeres, migración y deporte contribuye al aporte de nuevas perspectivas y resultados al debate de los estudios de género y generación en las poblaciones migrantes.
Asimismo, nos proponemos trabajar en este artículo la relación entre los diferentes diacríticos nacionales que circulan en los eventos que se organizan desde la Liga Deportiva Boliviana (a partir de aquí LDB) y los procesos identitarios de quienes participan del conjunto de actividades, y en particular de las mujeres que dan cuerpo al Campeonato de Fútbol Femenino.
Nuestra investigación retoma los registros de investigaciones anteriores en el territorio (Maggi y Trabalón, 2015; Maggi, 2018), en las cuales nos fuimos encontrando sistemáticamente con menciones e invitaciones a asistir a la vida barrial los fines de semana en los campeonatos de fútbol. Además de dicho material, el trabajo de campo específico de cuyo análisis extraemos los siguientes resultados fue realizado a lo largo de tres campeonatos (cuatrimestrales) entre mayo de 2018 y marzo de 2019 combinando observaciones con entrevistas etnográficas y entrevistas en profundidad.
Por otra parte, llevamos adelante una etnografía digital de la red social Facebook registrando las menciones de los campeonatos masculinos y femeninos en los perfiles públicos de la organización a cargo de la LDB y en los perfiles públicos de entrevistados y entrevistadas. Como parte de la etnografía digital hemos registrado también las publicaciones del Consulado del Estado Plurinacional de Bolivia en Córdoba sobre actividades organizadas por la LDB o la difusión de actividades del Consulado en el barrio donde se encuentra radicada la Liga.
Con relación al abordaje metodológico desde la perspectiva interseccional es relevante subrayar que, tal como lo enuncia Magliano (2015) la complejidad de su adopción recae en analizar la manera en que operan simultáneamente las diferentes clasificaciones sociales (clase, género, etnicidad, origen nacional, raza, entre otras) en determinados grupos sociales en circunstancias históricas específicas, sin caer en el modelo aditivo. En este sentido, su potencialidad comprensiva reside en la necesaria referencia empírica, ya que la articulación entre clivajes no se establece a priori, sino que se propone revisar situadamente. Es entonces en la dimensión subjetiva, en el plano experiencial, donde se entretejen complejamente estos niveles (Viveros Vigoya, 2006) y que aquí abordaremos a partir de los sentidos de participación de las mujeres migrantes en el Campeonato de Fútbol Femenino.
Conviene aclarar que los nombres de pila con los que referenciamos a entrevistados y entrevistadas, así como los nombres institucionales han sido modificados a fin de preservar el anonimato de las personas que participaron en esta investigación.
A continuación presentaremos los resultados organizados en seis apartados. En el primero reconstruiremos el estado del arte de la temática abordada. En el segundo presentaremos las características del colectivo migratorio con el que trabajamos. Posteriormente, realizaremos un breve recorrido de la experiencia futbolística tanto en origen como en destino. En el cuarto apartado, abordaremos el proceso de conformación y actual situación de la Liga Deportiva Boliviana de Córdoba, y las tensiones en torno a la condición nacional boliviana entre los grupos generacionales. El quinto apartado se centrará en las particularidades del Campeonato Femenino de la LDB. Finalmente nos detendremos a presentar los distintos sentidos que hemos ido reconstruyendo del Campeonato de Fútbol Femenino y su relación con las generaciones participantes y las identificaciones nacionales.
Los intersticios entre migración, género y fútbol
En la última década, la literatura científica da cuenta de un creciente interés sobre la migración femenina y sobre el cruce entre los estudios de género y migración. Lo que muchas autoras han denominado feminización de las migraciones engloba tres aspectos cruciales: en primer lugar, una mayor participación de las mujeres en los flujos migratorios desde la década de 1960 en adelante; en segundo lugar, el compromiso de las intelectuales por denunciar la invisibilidad de las mujeres migrantes; y por último, el abandono de su representación como meras acompañantes de los jefes de hogar —históricamente masculinizados— (Magliano, 2009; Magliano, 2015; Guzmán Ordaz, 2011). Como resultado, los trabajos académicos centraron sus estudios en las transformaciones que las migraciones producen en las identidades referidas al género y colocaron a este como un principio estructurador de los procesos migratorios (Magliano, 2007).
Dentro de las diferentes teorizaciones sobre género y migración, la perspectiva interseccional nos ofrece algunas herramientas viables para pensar la participación femenina en contextos migratorios atravesados por desigualdades de clase, etnia, género y pertenencia nacional, entre otras. Según afirma Magliano (2007), las asimetrías en los roles de género pueden perdurar en los lugares de destino por el funcionamiento de la división sexual del trabajo dentro de los mercados laborales y por las mismas relaciones de desigualdad dentro de las unidades familiares. Para la autora, las mujeres bolivianas en Argentina transitan su experiencia migratoria en una doble desigualdad: la inserción en trabajos feminizados y precarizados, y, la mantención exclusiva del trabajo reproductivo del hogar (Magliano, 2007; 2009). Si bien dichas representaciones pueden verse tensionadas por las nuevas experiencias en el país de destino, muchas de ellas se ven reforzadas por mecanismos de desigualdad de clase, género y etnia.
Por otra parte, un esquema clasificatorio que nos ayuda a pensar la diversidad de sentidos de participación de las mujeres es el de grupos generacionales. Siguiendo a Mannheim (1993), cada generación en tanto posición social no se delimita a partir de criterios estrictamente cronológicos (etarios), sino también en relación con las experiencias sociopolíticas comunes. De allí la importancia de situar históricamente los procesos mediante los cuales se construyen las interpelaciones generacionales en cada sociedad, y las formas específicas de agencia que allí se articulan enraizadas en clivajes de edad, género, etnia y raza (Kropff, 2009; Chaves, 2010).
Desde una perspectiva interseccional analizaremos las diferencias generacionales en los sentidos de participación de las mujeres contemplando su doble configuración histórica (Sayad, 2010) —articulación de lo que en los estudios migratorios se llama sociedad de origen y sociedad de destino— y atentas a la compleja relación entre procesos identitarios, marcaciones nacionales y transmisión intergeneracional (Gavazzo, 2013; Novaro, 2015).
En este sentido, el artículo tiene el propósito de abordar un tema vacante en el campo de estudios migratorios, referido al conjunto de prácticas que remiten al esparcimiento u ocio, particularmente en las experiencias de mujeres. La mayoría de los trabajos que pueden encontrarse al respecto están centrados en prácticas culturales folklorizadas tales como las danzas típicas y las celebraciones religiosas (Gavazzo y Canevaro, 2009). No obstante, recientemente se han hecho aportes que trabajan el fútbol como práctica recreativa en comunidades de migrantes. Para el caso de migrantes bolivianos, los trabajos de Rivero Sierra (2008) en Tucumán, Fariña (2016) y Novaro y Fariña (2018) sobre Ligas Bolivianas en Escobar (provincia de Buenos Aires), y Müller (2011) sobre campeonatos de fútbol de migrantes latinoamericanos en España, constituyen una referencia para abordar esta temática.[1] En general esta literatura subraya el potencial organizativo que tienen las ligas como espacios de interacción entre migrantes, a la vez que son aglutinadores de la comunidad. En cuanto a la práctica del deporte, resulta fundamental reconocer que el fútbol es preferido por los y las migrantes bolivianos por tener a su vez un sitio importante en la recreación en Bolivia, siendo practicado desde la niñez, principalmente en las escuelas. Por otra parte, los partidos de fútbol suelen formar parte de las actividades incluidas en los festejos importantes para la comunidad, tales como festividades religiosas y de reivindicación nacional. Nuestra intención en este escrito, es dar lugar al estudio de una práctica íntimamente relacionada con las dinámicas de funcionamiento de las comunidades migrantes y fundamentalmente con las experiencias de vida de sus integrantes.
En esa línea, nos interesa presentar los estudios que profundizan en la relación entre género y deporte —particularmente género y fútbol— en Argentina, que muestran cómo la presencia femenina es histórica y, sin embargo, el saber (cotidiano, periodístico e incluso académico), la pasión y el “aguante” son estrictamente masculinos. La participación femenina se reduce a un tipo particular de espectadora-espectáculo[2] según la cual “las mujeres están, pero para ser miradas” (Conde, 2008: 124). En este sentido, mientras el fútbol femenino gana espacios en las noticias de diarios de tirada nacional, perdura la mirada masculina en el tono hipersexualizado de las publicidades que recuperan las prácticas femeninas y en la referencias mediáticas en general (Garton, 2017; Garton y Hijós, 2018). Esta mayor cobertura en los medios se corresponde con una creciente participación en ligas y campeonatos femeninos,[3] sin embargo los sentidos de participación de las mujeres no han sido abordados aún.
Características de las migraciones bolivianas en Córdoba
Los procesos migratorios regionales hacia Argentina han sido históricamente sostenidos, representando entre 2 y 3 % de la población nacional desde 1869 hasta la actualidad. Sin embargo, en la provincia de Córdoba —provincia mediterránea de Argentina— recién durante la década de 1980 del siglo pasado cobran mayor relevancia (Domenach y Celton, 1998), en el marco de cambios estructurales en el mercado laboral a partir de reformas neoliberales. En el caso de la población de origen boliviano, se modifican los patrones de radicación pasando de ser migraciones temporales a migraciones con proyecciones de permanencia —con descendencia nacida en Argentina; y de desplazamientos de zonas rurales fronterizas hacia zonas rurales pampeanas primero, y a distintas zonas metropolitanas con posterioridad (Grimson, 1999; Caggiano, 2005; Benencia, 2008).
Según datos del último censo del Instituto Nacional de Estadística y Censos de la República de Argentina (INDEC), alrededor de la mitad de las personas migrantes bolivianas que residen en la provincia de Córdoba llegaron después de 2002 (INDEC, 2010).[4] Procedentes mayoritariamente de áreas rurales campesino-indígenas de los departamentos de Cochabamba, Potosí y Tarija, se articulan de manera subordinada en el mercado de trabajo. En Córdoba realizan labores que se caracterizan por la informalidad, fragilidad y transitoriedad de los contratos laborales, por las escasas oportunidades para la movilidad ascendente, por la mínima calificación profesional y por la precariedad de las condiciones laborales (Pizarro, 2012).
En la ciudad de Córdoba, capital de la provincia homónima, la población migrante de origen boliviana es la segunda más numerosa (23%), después de la migración peruana (36%). En términos de localización, se observa en los últimos años una movilidad espacial hacia la zona suroeste periférica de la ciudad (Bologna y Falcón, 2012), donde residen la mayoría de los migrantes bolivianos de condición socioeconómica más desfavorable (Pizarro, 2011). En una investigación centrada en las relaciones sociales entre migrantes y locales en un barrio de la zona sur se pudo dar cuenta cómo las mismas se configuran principalmente a partir del rechazo a hacia bolivianos, o bien desde la exotización (Maggi y Trabalón, 2015). La vigencia en la actualidad de la jerarquización racial en el sistema clasificatorio argentino es trabajada por Grimson (2006), para quien, el colectivo migrante de origen boliviano es el grupo que ocupa el lugar más bajo en los imaginarios de jerarquías étnicas de la Argentina debido, entre otras causas, a que sus rasgos fenotípicos se asocian a la propia alteridad indígena negada. En un plano más reciente de historización, el autor también da cuenta del aumento de manifestaciones xenófobas desde fines del siglo pasado relacionadas con las ya mencionadas transformaciones en el mercado laboral, donde los migrantes pasaron de ocupar nichos laborales complementarios —como la construcción y el servicio doméstico, por ejemplo— a ser competidores de trabajadores locales.[5]
Debido a la centralidad que tiene la dimensión laboral en las vidas de los y las migrantes, pero en gran parte también al acento que han puesto los estudios migratorios en registrar y analizar estos procesos, poco sabemos de las prácticas vinculadas al ocio y recreación de los colectivos migrantes. Durante nuestra presencia en territorio desde 2013, en reiteradas ocasiones fuimos invitadas a asistir a las actividades de la LDB. Al intentar desentrañar los motivos de su insistente mención, rompimos los límites de los objetos más estudiados en el campo de los estudios migratorios para dar con una vacancia que, sin embargo, atraviesa protagónicamente la vida cotidiana de las y los migrantes.
La doble presencia del fútbol
Abordamos las prácticas deportivas de una liga cuyos torneos en las distintas categorías son exclusivamente futbolísticos. A partir de diferentes testimonios recabados en las visitas a las fechas de la LDB, y siguiendo lo propuesto en los trabajos que abordan la temática del fútbol en Bolivia, podemos decir que allí la práctica de este deporte goza de gran popularidad: se organizan regularmente torneos entre localidades vecinas donde la sede de los partidos es rotativa. Los testimonios suelen hacer referencias a las distancias entre los poblados, al traslado de un sitio a otro para disputar los partidos, y a la escuela como lugar privilegiado de práctica y centro organizador de la vida futbolística.
En cuanto a la participación de las mujeres, de acuerdo con lo expresado por el presidente de la LDB, es después del año 1994 que empiezan a tener mayor participación: “Porque allá en el congreso, sacaron una ley, en el 94 sacaron la coparticipación, el Estado mandó una en que se dé prioridad a la mujer, que tenga voz y el mismo derecho digamos de estar en eso, ¿no?”(Entrevista a Isidoro presidente de la LDB, Córdoba, Julio de 2018).
La ley referida es la Ley de Participación Popular, que dentro de su cuerpo promueve y fomenta tanto las prácticas deportivas como la participación de la mujer en las competencias comunitarias y municipales. Por otra parte, varias entrevistadas consideran importante en sus trayectorias deportivas la práctica desde la niñez y juventud en Bolivia,[6] principalmente en la escuela, en campeonatos con otras instituciones y poblados. Sin embargo, la atención de la organización y de la comunidad con respecto a los eventos deportivos sigue privilegiando el desempeño de los jugadores varones y sus campeonatos, como tendremos oportunidad de presentar.
En cuanto a la práctica en la Argentina, los trabajos de Rivero Sierra (2008) y Novaro y Fariña (2018) testimonian la existencia de ligas deportivas en varias partes del país, a la vez que los y las participantes de la liga en Córdoba han tenido experiencias similares en otros sitios del país donde han vivido. Entre sus características se destacan el alto grado de institucionalización de los campeonatos, íntimamente vinculados a la comunidad boliviana. En este sentido, las fechas de los campeonatos son un espacio de interacción privilegiado, de especial importancia para la socialización de los y las jóvenes (Rivero Sierra, 2008; Novaro y Fariña, 2018).
El origen nacional y la condición migrante en el surgimiento y sostenimiento de la liga deportiva boliviana en Córdoba
La Liga Deportiva Boliviana lleva el nombre del barrio en el cual funciona, que aquí preservamos para poder garantizar el anonimato de las personas e instituciones involucradas.[7]
En primer lugar destacamos la referencia nacional en el nombre porque, si bien pueden incluir a algunos equipos de otros orígenes nacionales, no se trata de una “Liga de Migrantes” sino que adscribe y resalta un origen nacional. Antes de la LDB existía un campeonato en el que participaban equipos de Bolivia, Perú, Argentina y Paraguay, pero los equipos bolivianos deciden separarse en 2003 por los conflictos y hechos violentos que sucedían durante los partidos (entre jugadores y también por diferencias con árbitros). Se trasladan a un terreno “más al fondo” que un paisano alquilaba para su cortadero de ladrillos. Allí se traza una cancha grande y apta para que jueguen equipos de ocho jugadores, comenzando campeonatos para bolivianos/as (con excepción de dos equipos de peruanos/as que fueron invitados). Cuando se requirió más espacio por el incremento de equipos, se trasladaron a otro terreno que fue adquirido a comienzos del 2012, luego de cuatro años de financiación.
En el escudo que se diseña para la LDB además de la bandera nacional boliviana y la argentina, dos Wiphalas a los costados y un Cóndor de los Andes (ave nacional que corona el escudo nacional boliviano), aparece como fecha de fundación el 06 de agosto de 2003 y la fecha de refundación el 06 de agosto de 2012. Lo interesante a considerar es que ambas son fechas elegidas retomando el aniversario de la Independencia de Bolivia, pero no se corresponden con el comienzo de la Liga en 2003, ni con la refundación en 2012. Este conjunto de diacríticos resaltan la pertenencia nacional como elemento de identificación de la Liga.
Actualmente, los campeonatos de la LDB se desarrollan en un terreno que alcanza una extensión de dos hectáreas. El predio se encuentra a cuatro cuadras al sur de la calle principal del barrio, frente a una fracción que algunos consideran parte del mismo barrio, y otros un barrio distinto (véase imagen 1). El mismo se constituye a partir de una toma de terrenos que fue declarado zona inhabitable dado que hasta la década de 1970 funcionó como un basural a cielo abierto, en el que se desechaban residuos domiciliarios, industriales y hospitalarios. Por tales motivos no logra la habilitación municipal para disponer de los servicios de luz y agua.[8]
Imagen 1. Mapa del Barrio y del predio de las canchas de la Liga Deportiva Boliviana
Fuente: elaboración propia a partir de imágenes de Google Earth, 2018.
El predio no está vallado ni alambrado, por lo que se accede libremente. Uno de los frentes está separado de las casas vecinas por una calle, mientras que el fondo del predio colinda con el monte. Hay en total cinco canchas, tres canchas más grandes para “fútbol 8” (de ocho jugadores por equipo), y dos pequeñas para “fútbol 6”. Las primeras son utilizadas para los campeonatos de varones y las últimas, “las del fondo”, para el campeonato de mujeres y para los campeonatos de niño/as. Separando dos de las canchas grandes de una tercera y las pequeñas, pueden encontrarse una suerte de pasillos que son ocupados como estacionamiento para vehículos. En el predio también hay una zona con pequeños puestos comerciales, la mayoría de los cuales venden comida típica de Bolivia. Todas las canchas de la Liga son de tierra, sin césped natural o sintético, por lo que suele levantarse mucho polvo y cuando llueve o circula agua se embarra fácilmente. La única edificación que tiene el predio, son los sanitarios que no cuentan actualmente con puertas. Entre las condiciones de las instalaciones que han llamado nuestra atención vale mencionar la escasez de árboles y la cantidad de residuos en el suelo.[9]
En cuanto a los aspectos organizativos de la LDB, se utiliza un sistema de delegados que representa al equipo en la Comisión Directiva. Los y las delegadas generalmente son quienes conforman el equipo, eligen el nombre, invitan a los o las jugadoras a participar, compran sus pases,[10] comunican lo charlado en las reuniones de organización general, y a veces ofician en la dirección técnica. En ocasiones hemos escuchado que las jugadoras entrevistadas se refieren a la delegada de su equipo como “la dueña del equipo”.
Actualmente se encuentra desarrollando la temporada de campeonatos número dieciséis. En la LDB juegan equipos conformados por varones, mujeres y niños/as distribuidos en distintos campeonatos. Los equipos de varones conforman actualmente tres divisiones[11] cada una con dieciocho equipos y un cuarto equipo de veteranos. Las mujeres están agrupadas en una sola división de alrededor de veinticinco equipos que reúne a jugadoras de 12 años de edad en adelante. En los campeonatos de niños participan 24 equipos, clasificados de acuerdo con su edad: por un lado, de 7 a 9 años y de 10 a 13 años por el otro. Las niñas menores de 12 años participan en partidos amistosos en fechas especiales. La mayoría de los campeonatos se juegan los domingos de las 8:00 a las 18:00 horas aproximadamente. Los días sábados de 14:00 a 18:00 horas se juegan partidos de mujeres y varones veteranos.
Imagen 2. Plataforma de premiación del Torneo Relámpago del 06 de agosto de 2018
Fuente: fotografías propias, registro fotográfico Sussini y del Castillo, Córdoba, agosto de 2018.
En el primer partido de cada campeonato, los equipos rehacen sus uniformes conforme a un sorteo de colores que se organiza desde la LDB, por esta razón no hay colores estrictos para cada equipo, sino que estos varían en cada temporada. Sin embargo, la presencia reiterada de las banderas de Bolivia—o Perú— y Argentina en cada manga de las camisetas deportivas es un puntapié inicial para preguntarse por cómo se construyen los sentidos nacionales en los torneos de la LDB. En el predio, los colores de la bandera boliviana también adornan los arcos de las canchas y la pirámide central[12] que se emplea para exhibir los premios en el acto de cierre de cada campeonato (véase imagen 2).
En un sentido más estricto, respecto del acceso a los campeonatos sólo pueden participar equipos bolivianos y algunos peruanos, sujetos a cupo. Para garantizar dicha exclusividad endogámica, los equipos no pueden incluir más de dos personas de nacionalidades “extranjeras” a la de la mayoría del equipo.[13] Es importante resaltar que los cupos para jugadores “extranjeros” existen en la mayoría de las ligas —oficiales y extraoficiales— en Argentina, lo interesante en este caso es cómo se transforma en una estrategia que subvierte la posición que ocupan migrantes en relación a locales a la hora de establecer quiénes pueden o no jugar. Este aspecto es especialmente relevante para poder comprender los sentidos de participación de algunos jugadores y jugadoras —e incluso de quienes asisten o van a ver los partidos— en torno a la socialización con paisanos.
Otras importantes huellas nacionales son las celebraciones del Día de la Independencia (6 de agosto), y Carnavales. En estas ocasiones se juega un torneo relámpago (campeonato reducido de un solo día).[14]
Por otra parte, y atendiendo a los sentidos de transmisión generacional de la pertenencia nacional, independientemente del lugar de nacimiento, a los hijos e hijas de familias bolivianas o peruanas se les considera la nacionalidad de padres. Al respecto se ha explayado Novaro (2015) en dar cuenta de cómo los espacios organizacionales de migrantes han servido para que las generaciones mayores garanticen —o intenten garantizar— la transmisión a sus hijos e hijas de la identificación con la nacionalidad propia.
Otro elemento a tener en cuenta para pensar marcaciones identitarias en la LDB con relación al diacrítico Bolivia refiere a la adopción de los nombres de equipos que mayor presencia tienen en los campeonatos de jóvenes y adultos/as. Generalmente los equipos portan los nombres de la localidad, cantón, pueblo, ciudad, o ayllu de origen de la persona (delegado/a) que lo haya conformado, como por ejemplo “Jolencia”, “Incahuasi” o “Tarija”, “Villa Charcas” entre otros, o clubes de fútbol del país de origen como por ejemplo “Real Bolívar”. Sin embargo, y esto es interesante para dar cuenta de la diversidad en las adscripciones de participación, hay también nombres que no tiene este tipo de referencias a Bolivia (o Perú), como por ejemplo el nombre de una empresa, el nombre un barrio de Córdoba, o nombres tales como “Amigas X siempre” o “Deportivo Juvenil”. Observamos que éstos últimos cobran mayor presencia entre los equipos de jugadores/as más jóvenes, permitiéndonos tensionar a nivel intergeneracional los sentidos de participación en la LDB.
En relación a esto, quienes conducen la organización abogan por “mantener” referencias políticas y culturales con Bolivia y, dado que las asociaciones que nuclean a migrantes bolivianos/as en Córdoba no están radicadas en el barrio, la LDB canaliza algunas las funciones vinculadas a las “colectividades”.[15] Por citar algunos ejemplos, difunde a través de su página las actividades del Consulado de Bolivia en Córdoba; colabora en la gestión de la instalación del “consulado móvil” para la realización de trámites (doble nacionalidad, certificados de nacimiento, matrimonio, etcétera); y cede las instalaciones y ajusta el cronograma de partidos para llevar adelante las actividades de organización conjunta en fechas conmemorativas patrióticas.
Sin embargo, los intereses de las personas migrantes a quienes hemos entrevistado a lo largo de nuestra estancia de campo remiten a una serie de dificultades que tienen en relación a su vida cotidiana en Córdoba y para las cuales no hay mecanismos organizativos que la Liga facilite en pos de resolverlo. Por caso, retomamos un fragmento de entrevista en donde una vecina nos comenta al referirse a la organización de la Liga:
sólo campeonato […] Yo quiero que se hagan todo, allá en Bolivia de todo es reunión, de luz, de agua, todo en Bolivia es una reunión […] aquí no es así, otra forma […] por ahí calles así basura […] por ahí quiero hablar, pero así no puedo, aquí no hay reunión. (Entrevista a Javiera, Córdoba, Octubre de 2018).
La “cancha del fondo”. El campeonato de mujeres en la LDB
Un señor parado entre medio de dos canchas nos grita a distancia considerable que había tres canchas, que a quién habíamos ido a ver. Le indicamos el nombre de la jugadora y nos responde: “partido de mujeres, ¡al fondo!»
—Notas de campo de Maggi, Córdoba, Mayo de 2018.
El campeonato de fútbol femenino reviste ciertas particularidades que son de crucial importancia para comprender el contexto organizativo por donde transita la experiencia deportiva de las mujeres de la LDB. Tal como se mencionó, a diferencia del campeonato masculino, los equipos de mujeres no están subdivididos por categorías, y la cantidad de equipos varía en cada temporada. El actual campeonato de mujeres cuenta con veinticuatro equipos, cantidad que disminuyó con relación a ediciones anteriores en las que participaron veintisiete equipos. Dado que dicho campeonato es el que contiene el mayor número de equipos, se genera un desfase con respecto a las fechas de los demás campeonatos, por lo que también se juega los días sábados.
Por otra parte, al contar con una única división del campeonato, entre los veinticuatro equipos hay mucha diferencia en términos técnicos. Las categorizaciones que hemos podido reconstruir remiten a los equipos que “juegan para ganar” y los que “juegan por jugar”. Entre los primeros hay cuatro/cinco equipos que disputan la punta —y suelen ser los más antiguos—, de los cuales hay dos que en las últimas ediciones han repetido el primer y segundo puesto.
Imagen 3. Definición por penales del campeonato relámpago de mujeres del 06 de Agosto de 2018
Fuente: fotografías propias, registro fotográfico Sussini y del Castillo, Córdoba, agosto de 2018.
A partir de los incrementos en la cantidad de equipos, y el crecimiento del nivel de competitividad del campeonato, las jugadoras nos han manifestado el deseo de que se realice un desdoblamiento en divisiones. Desde el comienzo de las entrevistas, la actual gestión de la LDB aseguraba su compromiso en realizar las divisiones femeninas, sin embargo, uno de los factores condicionantes para esto es la disponibilidad de canchas, ya que las mujeres sólo cuentan con una que se encuentra relegada al fondo del predio junto a la cancha de los niños, y que tiene ese mismo tamaño reducido. En virtud de las características mencionadas, entendemos que el papel o participación del campeonato femenino no reviste el mismo interés para la organización que los campeonatos masculinos, quedando así postergadas sus necesidades y requerimientos para nuevas divisiones y una nueva cancha.
Respaldando esto, hemos observado en los registros realizados al Facebook de la LDB que los videos y fotos publicadas están centradas sólo en las finales de los campeonatos de las divisiones masculinas, mientras que los partidos femeninos no se encuentran registrados en dicho perfil. Es así que, para ver registros fotográficos o información del campeonato de mujeres es necesario recurrir a los perfiles personales de las jugadoras.
Por otra parte, el movimiento en la cantidad de equipos y de jugadoras suele ser una práctica reiterada en la LDB y, en algunos casos, hasta promovida y recuperada positivamente por las jugadoras.[16] Entre las razones que ayudan a explicar tales variaciones se reiteran en las entrevistas aquellas vinculadas a la deserción por lesiones; situación que solucionan con un sistema de venta o préstamos de pases. Sin embargo, nos interesa destacar aquí que en el caso particular de las mujeres jugadoras las bajas se dan también porque “se juntan” (arman pareja), “están por casarse” o “quedan embarazadas”. Analizar las experiencias en contextos migratorios desde una perspectiva interseccional supone visibilizar aquellas continuidades y rupturas[17] en el proceso migratorio que ponen a disposición con respecto a las diferencias de género socialmente valoradas. Es por ello que cabe destacar el impacto en las actividades de ocio de la doble desigualdad social que signa las experiencias de las migrantes bolivianas en Argentina al asumir roles de género dentro de las unidades familiares, asociados al trabajo reproductivo y al cuidado de otros/as como una obligación moral. Doble responsabilidad que al analizar estos casos, nos permite comprender las circunstancias en las que se opta por abandonar momentáneamente la participación en el campeonato.
Al referirse a los casos de deserción, hemos registrado cierto cuestionamiento por parte de las integrantes debido a la ruptura con el compromiso en la asistencia a los partidos. Por citar un ejemplo, en el marco de una conversación de unas jugadoras que miraban el partido de un equipo con mucha rivalidad:
La chica del equipo Sucre les contaba que una de las de su equipo […] estaba con los preparativos del casamiento, que le había avisado que no se podía llegar porque tenía que hablar en la iglesia y que ella le contaba los pormenores y que ella le dijo ‘no me charles, si no puede venir, ¡listo!’ (Notas de campo de Maggi, Córdoba, Mayo de 2018).
Lo que nos atrae de esta referencia es, principalmente, el compromiso con el juego y el campeonato que se exigen entre pares, o desde las delegadas hacia las jugadoras. De esta manera, comprendemos que la participación en la LBD se ve atravesada por una heterogeneidad de experiencias que, estando presentes como un aspecto central del análisis, nos permite recuperar la multiplicidad de factores que dan forma a la misma. En este sentido nos aventuramos a abrir algunos interrogantes con relación al efecto que las diferencias generacionales puedan tener en las mismas experiencias femeninas dentro del campeonato, como expectativas, sentidos o juicios morales. A continuación, afianzándonos en la perspectiva interseccional, indagaremos en el siguiente apartado cómo se imbrican dichos componentes en la conformación de los sentidos que se ponen en juego en la participación de las mujeres en la Liga.
Sentidos de participación en el campeonato de mujeres
Proponemos a continuación retomar algunos testimonios para dar cuerpo a la división que establecen las participantes entre quienes “juegan para ganar” y las que “juegan por jugar”, es decir, entre quienes se orientan a la recreación y quienes lo hacen hacia la competencia. Jhasira, de 18 años, Lourdes de 24 años y Romina también de 24 años juegan en el mismo equipo (Jolencia[18]) del Campeonato de mujeres, pero tienen posicionamientos contrarios con respecto al juego y a la competencia (véase imagen 4).
Al consultarles coinciden en definir al fútbol como su “pasión”, pero mientras las últimas dos priorizan la competencia deportiva, para Jhasira lo importante es jugar. Jhasira nació en Pampa de Incahuasi, una pequeña localidad rural quechua parlante en el departamento de Chuquisaca, Bolivia. Allí cursaba tercer año de la escuela primaria cuando se movilizó junto a sus padres hace once años. Cuando se incorporó a la Liga participaba en uno de los equipos que no disputan la punta. Al “hacerse valer” (mejorar su juego) su cuñada la invitó a su equipo, ascendiendo a uno de mayor prestigio. En una conversación sobre su reemplazo por otra jugadora durante un partido, nos comentaba que la habían sacado del juego porque sus compañeras “siempre quieren ganar” y que a ella le gusta “jugar por jugar”. Una de sus mejores amigas, hermana de la delegada de su equipo, no quiere jugar en el equipo por esos motivos, y a Jhasira le gustaría hacer lo mismo, “pero su madre quiere que siga en ese equipo”.
En cambio Lourdes hace cuatro años participa de los campeonatos femeninos y se define como “más competitiva”. Ella es oriunda de la ciudad de Cochabamba y vivió con su familia parte de su infancia en Córdoba. A los 9 años migró a un pueblo pequeño del sur argentino y hace tres años regresó sola a Córdoba para estudiar enfermería. Aquí tiene parte de la familia de su padre y por su prima supo de la LDB. Al consultarle por qué participa nos cuenta:
[…] a mí me gusta el futbol y yo dije, quiero jugar en fútbol. Y más cuando estás con conocidos… o sea chicas que son de tu mismo origen, que sé yo cosas así, que comparten tu misma cultura, está más bueno (Entrevista a Lourdes, Córdoba, Julio de 2018).
Imagen 4. Jugadora del equipo femenino “Jolencia”
Fuente: fotografía recuperada del perfil de la red social Facebook de una entrevistada (Notas de campo de Maggi, virtual, julio de 2018).
Lourdes, al igual que Romina son de las pocas jugadoras que entrenan. Para otras jugadoras esto se dificulta por cuestiones laborales, por la organización de los tiempos familiares (con relación al cuidado de menores hijos/as o hermanos/as) o porque no tienen la libertad para disponer de su tiempo libre porque “sus padres no las dejan”.
Entre los equipos que “juegan por jugar” está el de Yoly, una mujer de alrededor de 30 años que asiste a la LDB con su familia. Ella juega desde los 12 años en la escuela de Santa Cruz de la Sierra, pero tuvo que dejar el fútbol cuando estaba en cuarto año de la secundaria porque falleció su padre y comenzó a trabajar. Hace tres años llegó al barrio y desde que arribó participa del campeonato por invitación de una vecina. Entonces no estaba integrada a la comunidad y explica que participar le permitió hacer amistades. Cuando le consultamos por qué jugaba nos cuenta que a ella siempre le gustó jugar al fútbol, pero que además le gusta ir porque se encuentra con sus nuevas amigas. También porque para ella es importante “poder salir” y que sus hijos estén un rato alejados de la televisión y jueguen con otros niños/as, para que tanto ella, su pareja, como “los chicos” se diviertan.
Al respecto es importante mencionar que al preguntar en general por qué las mujeres participan en su campeonato, las respuestas que recibimos —principalmente por parte de varones— es que ellas merecen “también divertirse”, o bien “para que compartan familiarmente”, “para que no se queden en la casa”. En sintonía con el lugar que históricamente se le ha dado a las mujeres en los procesos migrantes, ellas “acompañan” o “también tienen derecho a…”.
Entre los relatos y las entrevistas que recogimos, el sentido adjudicado a la participación de la mujeres para compartir con la familia y paisanos, es un sentido muy presente que tanto las jugadoras como las espectadoras mujeres manifiestan. Luisina es una señora de alrededor de 40 años que hemos conocido un día de mucho frío porque nos aceptó como participantes de la ronda en torno a una fogata improvisada con un grupo de mujeres más jóvenes. Ella nos comentaba:
para nosotros que no salimos, nosotros que somos así, extranjeros, no salimos al centro, entonces esto de poder reunirnos es lindo, poder ver a los chicos y que quieran venir acá, en vez de andar en la calle o que quieren ir al Patio Olmos [centro comercial]. (Notas de campo de Maggi, Córdoba, junio de 2018).
Por citar otro caso, Rosalía (una señora de alrededor de 45 años) tiene un hijo que juega en la primera división pero también participa como espectadora del campeonato de mujeres con una amiga. Al consultarle qué la atraía, comentaba que iba por su hijo y que además “si no, ¿qué voy a hacer en mi casa?” (Notas de campo colectivas de Maggi, Sussini y del Castillo, Córdoba, julio de 2018).
Estos sentidos circulan entre nuestras entrevistadas, pero no se trata de un sentido exclusivo, ni siquiera entre aquéllas que participan como asistentes. Doña Javiera —una mujer mayor que tiene a todos sus hijos que viven en Córdoba, a su hija adolescente y a uno de sus nietos participando de la LDB — conoce en detalle los horarios y pormenores de la organización. Ella participa activamente como espectadora alentando e indicando jugadas, posiciones en cancha a su hija y sus compañeras de equipo (lo mismo realiza cuando juegan sus hijos varones mayores o sus nietos). Además tiene asignadas tareas y asume la relevancia de su presencia al quedarse “guardando las mochilas y abrigos de su hijas y las compañeras para que no vengas los ‘churros’ [choros, ladrones] a robárselas” (Notas de campo de Maggi, Sussini y del Castillo, Córdoba, julio de 2018).
La importancia de estar entre paisanas/os es reiteradamente recuperada por nuestras entrevistadas. Si se consideran las largas distancias que demanda transitar la ciudad para quienes residen en el barrio, y los gastos económicos que eso implica se torna inteligible la elección por permanecer y realizar actividades de esparcimiento en el barrio. Pero a esta situación se suma, tal como hemos tenido oportunidad de desarrollar antes, la compleja recepción y las manifestaciones xenófobas hacia la población boliviana en Córdoba. Estar entre “gente de tu mismo origen” también parece cobrar un sentido protector, principalmente de las generaciones mayores hacia las menores, y que opera como mecanismo que en particular ponen en marcha las mujeres de esas generaciones, para con sus hijos/as, en estos contextos.
Esto podría verse en parte reforzado por el sistema de conformación de equipos con la preferencia de uso de nombre a partir del pueblo, ciudad, o ayllu de origen de la delegada. Pero los equipos de más reciente conformación, han optado por un nombre que represente a las jugadoras. Por presentar un caso, siguiendo la trayectoria deportiva de una joven jugadora que empezó participando en el equipo de la madre de una amiga que llevaba el nombre del pueblo de la señora. Para la última edición conformaron un equipo con compañeras del secundario, pero en esta ocasión al nombre lo eligieron entre todas: “Deportivo Juvenil”.
En este sentido, vemos que la participación de las jóvenes rompe con las expectativas de transmisión de mayores, al dotar de un sentido paralelo la participación en estos espacios. Retomando el testimonio de una de las entrevistadas, lo central es la competencia deportiva, no el equipo en que se juegue “yo creo que no me encariñé con la camiseta, ni con […] me gustó el equipo, sí, porque nos llevamos bien, pero me gusta la competencia nada más […] y me gusta jugar” (Entrevista a Lourdes, Córdoba, Julio 2018).
Por otra parte, el encuentro con pares y paisanos adquiere otros sentidos entre las más jóvenes. Una situación que hemos registrado reiteradas veces son las rondas de jóvenes varones en torno a la cancha del campeonato de mujeres. Compartiendo unas cervezas o simplemente conversando, miran el partido femenino. Las jóvenes en cambio, circulan alrededor de las canchas de fútbol masculino, observando los partidos con grupos de pares y/o con familiares. Tanto en los casos de varones como mujeres jóvenes, es menos frecuente verles con los uniformes de los equipos. Jhasira, por ejemplo regresa a su casa (que queda a una cuadra del predio) a colocarse y sacarse el uniforme cada vez que juega, para lucir prendas juveniles la mayor cantidad del tiempo posible. Lourdes, sin embargo cuestiona este tipo de interacción entre los y las más jóvenes:
L: es que a veces hay adolescentes que vienen porque hay mucha gente […] y bueno, y más que todo es su comunidad, y bueno. Hay otras que vienen bien, otras que no. Debe ser por eso cuando vienen arregladas, así muy lookeadas. Yo digo, ¡es una cancha! ¡se van a ensuciar! O sea, yo no vengo muy arreglada porque sé que me voy a ensuciar, o sea […]
E: pero en los otros está esto de que, bueno, de verse también con el chico la chica que le gusta, ¿no?
L: claro, o conocer personas, o coqueteos, o todas esas cosas así […]
(Entrevista a Lourdes, Córdoba, julio de 2018).
Sin embargo, las jóvenes de menor edad describen que el deporte y la actividad es central y no se reduce a una ‘excusa’ para ver varones. La carga moral que representa el compromiso con el fútbol y con el equipo no habilita el reconocimiento explícito de intenciones de socialización con pares.
Entre la mayoría de las mujeres con las que hemos conversado que participan como jugadoras, la respuesta más reiterada es “porque me gusta el fútbol”. Sentido generalmente compartido entre las jugadoras que nos permite apreciar la participación futbolística femenina como una práctica disruptiva con respecto a las lógicas dentro del fútbol que están signadas por las apropiaciones masculinas (Conde, 2008), y a las presentes representaciones de la mujer como mera acompañante dentro de las actividades que se dan en los contextos migratorios. Por lo dicho, retomamos como ejemplo paradigmático de apropiación la frase que llevaba en la imagen pública de perfil una de las jóvenes entrevistadas en su cuenta de Facebook “Yo no busco quien me dedique goles, porque los goles los dedico yo” (véase imagen 5).
Imagen 5. Fotografía recuperada del perfil de la red social Facebook de una entrevistada
Fuente: fotografía recuperada del perfil de la red social Facebook de una entrevistada (Notas de campo de Maggi, virtual, julio de 2018).
En este sentido, cabe destacar que si bien hemos podido analizar cómo para las mujeres que participan de la LDB, sostener la práctica deportiva acarrea un plus de dificultades en tanto persisten prácticas que promueven el mantenimiento de los roles de género tradicionales, los procesos migratorios también se constituyen como contextos propicios para tensionar tales representaciones —en especial para las generaciones más jóvenes— y, para el caso que nos convoca, apropiarse de la pasión.
Reflexiones finales
En la búsqueda por desentrañar los sentidos de participación de las mujeres migrantes e hijas de migrantes de origen boliviano, hemos indagado, a partir de la reconstrucción de la historia de la Liga Deportiva Boliviana de Córdoba, la centralidad de la condición migrante, el origen nacional y las posibilidades socioeconómicas de quienes participan.
En este sentido, poner en relación las condiciones de segregación territorial en los espacios de tránsito y residencia de los y las migrantes de menores recursos provenientes de Bolivia, contribuye a pensar las opciones acotadas de esparcimiento y ocio. Además, teniendo en cuenta el desprecio y la discriminación con que se ha recibido históricamente a los y las migrantes de origen boliviano en Argentina, rodearse de pares cobra un sentido particular que adquiere matices diferentes según los grupos generacionales que hemos podido observar.
El origen nacional es recuperado no sólo en el nombre que adopta la Liga y la representación que adopta el escudo, sino en numerosos elementos simbólicos de presencia permanente como los colores con los que se pintan los arcos, la plataforma de premiación, el escudo de la organización y las camisetas de los equipos. Quizás los casos más emblemáticos de marcación identitarias en términos de origen nacional sean, por un lado, la invención de la fecha fundacional y de refundación a partir de la fecha patriótica de independencia nacional; y por otra parte, la elección de los nombres de los equipos remite a las localidades y regiones de origen. Sin embargo, al revisar estas prácticas, observamos que las proyecciones de transmisión intergeneracional de identificación nacional que son asumidas desde la dirección de la Liga y de adultos/as migrantes, tensionan con las estrategias de los grupos más juveniles. En estos casos, hemos reconstruido sentidos de participación que si bien se vinculan a la identificación nacional, principalmente giran en torno a la práctica deportiva irrumpiendo las expectativas de participación de los y las adultos/as.
Con relación a la primacía del fútbol por sobre otros deportes, pudimos dar cuenta de que el mismo es muy popular en Bolivia, donde se organizan frecuentemente torneos regionales entre poblados en los que participan varones y mujeres de todas las edades. La incorporación masiva de mujeres a la práctica futbolística es más reciente (últimas tres décadas) pero muy intensa, siendo el periodo de escolarización resaltado en la formación deportiva de las niñas y jóvenes. En este sentido, una primera hipótesis de lectura nos aproximó a las experiencias de mujeres que han transitado su niñez-juventud en Bolivia que suele corresponderse con quienes tienen mayor habilidad técnica. Esto último permite establecer algunas relaciones entre las generaciones y las preferencias deportivas.
En destino, la participación de mujeres es masiva, pero está sujeta a condicionamientos que deben ser pensados en clave interseccional, recuperando la doble desigualdad que caracteriza la experiencia de las mujeres en el campeonato femenino. Por ejemplo: al no disponer de tiempo para entrenar o directamente abandonar el campeonato por razones laborales y principalmente para abocarse a tareas de cuidado, embarazos o —en el caso de las niñas y jóvenes— por no contar con el “permiso de sus mayores”. De acuerdo a esto, consideramos que tanto la disparidad construida en relación a la organización de los campeonatos —masculinos y femeninos— de fútbol, como la perpetuación de aquellos roles de género socialmente asignados en las tareas domésticas y reproductivas (principales motivos de abandono en las jugadoras) dan continuidad a las desigualdades en las relaciones y roles de género en el marco procesos migratorios, pero que se encuentran en procesos de continua reconfiguración.
Con relación al objetivo principal de nuestro trabajo, hemos revisado distintas escalas de sentidos de participación. A nivel colectivo la participación de las mujeres, tanto jugadoras como espectadoras en el campeonato, se vincula a los sentidos de socialización entre pares. Una aproximación generacional nos permitiría afirmar —sin taxonomías cerradas— que las mujeres mayores lo hacen en pos de reunirse con familiares y amistades; mientras que las más jóvenes también encuentran, entre partido y partido, espacios para socializar con amistades y posibles amoríos.
Sin embargo, estas prácticas de socialización entre pares con las que remitimos tanto a las situaciones de “compartir momentos con la familia y paisanos” como las de “amistad y coqueteo”, no agotan los sentidos de participación en el campeonato, sino que la actividad futbolística es un fin en sí mismo para las mujeres. En una escala subjetiva, los sentidos de las jugadoras se organizan entre quienes “juegan para ganar” y las que “juegan por jugar”, según se orienten a la recreación o a la competencia respectivamente; pero ambos casos dan cuenta de que la actividad se define por el disfrute en su participación. Atravesando los distintos grupos generacionales de mujeres migrantes, encontramos que —con las diferencias que hemos presentado— éstas se visualizan como protagonistas de la actividad y se entienden “apasionadas” con el fútbol.
De la misma manera en que se ha reconstruido la participación femenina en los proyectos migratorios, la actividad deportiva cobra una magnitud diferente si se la quita del lente de la estricta “funcionalidad” de socialización entre pares —generacionales y/o entre (co)nacionales—; y del lugar de “compañía”. Siguiendo la perspectiva de estas mujeres, migrantes e hijas de migrantes, su rol en el fútbol es protagónico.
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Fecha de recepción: 25 de marzo de 2019.
Fecha de aceptación: 13 de junio de 2019.
[1] Particularmente en el caso de las mujeres migrantes bolivianas, el trabajo de Juliane Müller (2011) presenta la idea de un cambio en la experiencia de la práctica del fútbol en los nuevos lugares de residencia —España, en el caso de aquel estudio— respecto a Bolivia, hacia sentidos de participación más competitivos.
[2] Mariana Conde (2008:124) plantea que pese a que “las mujeres se visten con los colores de los equipos, se envuelven en banderas y se empoderan (…) su presencia reafirma la lógica del campo, más que subvertirla. Y esa lógica se replica y multiplica gracias a la televisión y la transmisión de eventos internacionales, cuando las cámaras toman a las mujeres más bellas y más sexis”.
[3] En los últimos años se estima un crecimiento anual de 400% (Garton e Hijós, 2018).
[4] Mientras que el cincuenta por ciento restante se divide entre quienes lo han hecho antes del 1991 (alrededor de 30%) y quienes lo han hecho entre 1991 y 2001 (alrededor de 20%).
[5] Véase también Domenech (2005).
[6] En el caso de las espectadoras que no juegan, a veces la justificación sigue esta misma línea: que les gustaría jugar pero que “ya no aprendió de chica” (Notas de campo de Maggi, Córdoba, Marzo de 2019).
[7] El barrio en cuestión se encuentra por fuera de la circunvalación de la ciudad de Córdoba hacia el sur. Se trata del barrio con mayor porcentaje de migrantes en dicha ciudad según el último censo nacional, de los cuales en su mayoría provienen de Bolivia, seguidos por población de origen peruano, y en menor medida de Paraguay. En términos socioeconómicos, más del veinte por ciento de la población del barrio tiene por lo menos una necesidad básica insatisfecha.
[8] Como el resto del barrio cuenta con dichos servicios, las instalaciones caseras que realizan vecinos para disponer de agua y luz generan conflictos entre los distintos sectores del barrio. Lo curioso del caso es que aunque ambas partes cuentan con población migrante, hemos constatado que los conflictos se traducen como disputas entre “argentinos” (supuestos residentes exclusivos de la fracción que tiene servicios) y “extranjeros”/migrantes (supuestos residentes exclusivos de la facción de la toma) (Maggi y Trabalón, 2015).
[9] En parte pueden corresponderse con el enterramiento de basura de hace cincuenta años, pero otros son residuos recientemente arrojados durante el funcionamiento de la liga, como por ejemplo las tapas de cerveza o bandejas de comida plástica.
[10] El sistema de pases se implementó debido a las reiteradas fluctuaciones de jugadores entre los equipos de toda la Liga, permitiendo a los y las delegados/as regular, al menos parcialmente, el traslado de sus jugadores.
[11] En el caso de los equipos de varones cada campeonato van actualizando su posición en la clasificación de las divisiones. Los tres equipos de la A que obtienen peores resultados pasan a la B, mientras que los tres mejores de la B ascienden a la A y los tres peores de la B descienden a la C, al mismo tiempo que los tres mejores de la C ascienden a la A. Todos los equipos que se incorporan por primera vez a la Liga se suman a la categoría inferior, la C.
[12] Aquí no tendremos oportunidad de desarrollar, pero siguiendo a Arnold et al., (2017) es interesante pensar los sentidos andinos de las pirámides como plataformas de exhibición de trofeos de guerra.
[13] Véase en Farina (2016) casos de mayor institucionalización de estos mecanismos por parte de la Colectividad Boliviana de Escobar (Buenos Aires) en los torneos de futbol local.
[14] A diferencia de lo presentado en Müller (2011) no hemos evidenciado que se organicen torneos relámpago en ocasión de celebraciones religiosas.
[15] Desde comienzos de 2019 y con motivo de la organización de los carnavales, se conformó la “Colectividad Boliviana del barrio” como la institución que junto a la LDB organizó el evento festivo en el predio deportivo. En la convocatoria que se subió a la página de Facebook de la LDB y que también se hizo circular por Whatsapp, firmaron ambas instituciones como las organizadoras. Sin embargo, al consultar entre las personas que concurrieron a ver y jugar los partidos de la fecha que finalizó con el festejo del carnaval, no conocían de su existencia.
[16] Por ejemplo Milagros, una joven de 14 años hija de bolivianos, nos cuenta que para ella es mejor así: “un campeonato sos compañera de una, y al siguiente rival y está todo bien.” (Notas de campo de Maggi, Córdoba, Marzo de 2019).
[17] Dictamos dicha referencia en contraposición a aquellas lecturas que asumen a priori que las inserciones en las sociedades de destino suponen una mejora en las relaciones de género. (Magliano, 2007).
[18] Ninguna de las tres jugadoras es oriunda del poblado que representan. La más próxima es Jhasira que nació en un poblado vecino a 10 kilómetros de distancia.
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Lic. en Sociología por la Universidad Nacional de Villa María y Doctoranda en Ciencias Antropológicas en la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Adscripción institucional: Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET/ IAPCS – UNVM). Líneas de investigación: sociología de las migraciones, socio-antropología de la educación, perspectiva interseccional y estudios de juventud(es). Contacto: florencia.maggi.88@gmail.com.
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Estudiante avanzada de la Licenciatura en Sociología en la Universidad Nacional de Villa María, Argentina. Adscripción institucional: IAPCS-UNVM. Líneas de investigación: sociología de las migraciones. Contacto: juleejsu@gmail.com.
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Estudiante avanzada de la Licenciatura en Sociología en la Universidad Nacional de Villa María, Argentina. Adscripción institucional: IAPCS-UNVM. Líneas de investigación: sociología de las migraciones. Contacto: lina_dc@live.com.ar.