Migraciones del trabajo y trayectorias laborales en los estados de Oaxaca, Chiapas y Guerrero, en México, y en la Región Administrativa de Presidente Prudente, São Paulo, Brasil

Primera época, número 9, enero-junio 2020, pp. 89-115.

Autores: Fredi dos Santos Bento1, Francisco Luciano Concheiro Bórquez2, Antonio Thomaz Junior3.

Resumen

Este texto reflexiona sobre la configuración presentada en los estados de Oaxaca, Chiapas y Guerrero en México en este cambio del siglo XXI con respecto a las migraciones laborales. En este inicio de siglo se amplía cada vez más la ofensiva del capital sobre el trabajo, movida por la necesidad insaciable de acumulación /reproducción en América Latina. Bajo esta perspectiva, intentamos comprender la realidad de los trabajadores migrantes temporales en México, específicamente en los estados de Oaxaca, Chiapas y Guerrero, buscando analizar su trayectoria laboral y de vida. Para ello, nos proponemos entender qué significados y sentidos tiene el proceso migratorio del trabajo para el capital agroindustrial en México, buscando establecer aproximaciones con la realidad presentada en la Región Administrativa de Presidente Prudente en São Paulo, Brasil.

Palabras clave: trabajo, degradación sistémica del trabajo, reestructuración productiva, agrohidronegocio cañero, migración.

Migration of labor and laboral trajectories in the states of Oaxaca, Chiapas and Guerrero, in Mexico, and in the Administrative Region of Presidente Prudente, São Paulo, Brasil

Abstract

This text reflects on the configuration presented in the states of Oaxaca, Chiapas and Guerrero, in Mexico, in this 21st century change, regarding labour migrations. At the beginning of this century, the offensive of capital on the workforce is widening, driven by the insatiable need for accumulation / reproduction in Latin America. In this perspective, we try to understand the reality of temporary migrant workers in Mexico, specifically in the states of Oaxaca, Chiapas and Guerrero, seeking to analyze their work and life trajectory. To this end, we set out to understand what meanings and senses the migratory process of labour has for the agro-industrial capital in Mexico, seeking to establish approximations with the reality presented in the Administrative Region of Presidente Prudente in São Paulo, Brazil.

Keywords: labour, systemic labor degradation, productive restructuring, sugarcane hydroagriculture business, migration.

Introducción

Al iniciar el siglo XXI, se amplió cada vez más la ofensiva del capital sobre el trabajo, movida por la necesidad insaciable de acumulación / reproducción en América Latina. En Brasil, entre las varias formas de personificación de este modelo social, destacamos el agrohidronegocio cañero, que bajo la prerrogativa del discurso falaz del desarrollo nacional, sostenible, etcétera, omite diversos agravios en lo que se refiere a los incumplimientos laborales, a la salud de los trabajadores, a la sostenibilidad, a la cuestión sindical, ambiental entre otras. Como ejemplo de la configuración que se presenta en la Región Administrativa de Presidente Prudente en São Paulo, Brasil —región en la que hemos desarrollado nuestros estudios—, destaca la migración de trabajadores originarios de diversas regiones del Nordeste brasileño para el corte manual de la caña de azúcar y que también trataremos en ese texto.

Bajo este contexto, intentamos comprender la realidad de los trabajadores migrantes temporales en México, específicamente en los estados de Oaxaca, Chiapas y Guerrero, buscando analizar su trayectoria laboral y de vida. Para eso, nos proponemos entender qué significados y sentidos componen el proceso migratorio del trabajo para el capital agroindustrial en México buscando establecer aproximaciones con la realidad presentada en la Región Administrativa de Presidente Prudente en São Paulo, Brasil.

Llama la atención la realidad vivenciada en México en lo que se refiere a los aspectos relacionados al avance del agronegocio en el país; destacando la estructura agraria del mismo y tomando en cuenta la lucha continua realizada por campesinos e indígenas para que les reconociera su derecho a la tierra —que avanzó bastante después de la Revolución Mexicana y la promulgación de la Ley Agraria de 1915—, y que acabó por permitir la distribución colectiva de tierras en el país como asevera Concheiro (2005).

En ese ínterin, llaman la atención las migraciones del trabajo hacia el capital[1] en los estados de Oaxaca, Chiapas y Guerrero, estados con gran presencia de la agricultura de subsistencia, que se desplazan por el país para trabajar en unidades empresariales en los estados del Norte y Centro del país, principalmente en actividades ligadas al agronegocio. Tales consideraciones son importantes ya que nuestro propósito es analizar similitudes y diferencias entre el proceso migratorio que ocurre en Brasil para el agrohidronegocio cañero y aquél realizado en México, llamando la atención sobre las condiciones de vida en los estados de origen de esos trabajadores jornaleros de Oaxaca, Chiapas y Guerrero con la presencia masiva de trabajadores migrantes de origen indígena y su trayectoria laboral.

De esta forma, esos trabajadores además de invisibilizados, viven en condiciones deplorables, siendo sometidos al contacto constante con plaguicidas, agroquímicos y fertilizantes bajo el riesgo inminente de contaminación, además de estar constantemente expuestos a lesiones corporales como fracturas y quemaduras, a insolación y a ser objeto de ataques racistas por mantener su lengua y cultura indígenas (Damián, 2015; Camargo, 2015; Clériga, 2017).

Por otro lado, al desplazarse a otros estados del país, o principalmente a Estados Unidos, esos trabajadores realizan un trabajo que pocos quieren realizar y por salarios que los mantienen en condiciones de vida precarias, al mismo tiempo que el proceso migratorio también tiene un efecto negativo en lo que se refiere a las formas de contratación que, a semejanza de lo que ocurre en Brasil, se dan por medio de enganchadores que hacen el papel de intermediarios entre las fracciones del capital agroindustrial y los trabajadores migrantes.

Entonces, en el caso específico de Oaxaca, Chiapas y Guerrero, estamos volviendo nuestra mirada hacia las migraciones temporales o estacionales que se caracterizan por la permanencia de los trabajadores por períodos específicos de tiempo hasta volver nuevamente a sus regiones de origen, y que llaman la atención debido a la mayor incidencia de la pobreza, siendo así, estados con gran tradición migratoria como resalta el Centro de Estudios Sociales y de Opinión Publica (CESOP).

De acuerdo con los estudios realizados por el CESOP (2005), los estados de Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Puebla y Veracruz concentran 72% de los municipios con índices de marginación elevada, y de ese modo, la región más marginada del país, destacando los estados de Chiapas, donde 92% de los municipios tiene un grado de marginación alta y muy alta; y de Oaxaca, estado que concentra 35.4% de los municipios con grado de marginación muy alto y alto del país, lo que resulta un factor primordial para entender las migraciones constantes que realizan los trabajadores de esos estados.

Nos proponemos también comprender las trayectorias laborales de los trabajadores migrantes jornaleros a partir de los estados de origen: Oaxaca, Chiapas y Guerrero. Entendemos las trayectorias laborales como las posiciones sucesivas que las personas van desempeñando en su trabajo a lo largo de la vida (Roberti, 2011). De la O Martínez (2001), al hacer referencia a las trayectorias laborales, afirma que éstas no se pueden entender sin tomar en cuenta el contexto económico local, la dinámica de los mercados laborales y las condiciones laborales e institucionales que rigen el acceso al empleo.

Las condiciones de trabajo en la agricultura capitalista de México y las migraciones del trabajo para el capital

En cuanto a las migraciones del trabajo hacia el capital, la atención sobre las migraciones temporales o estacionales caracterizadas por el recorrido realizado anualmente por trabajadores y trabajadoras por diferentes corredores migratorios en busca de remuneración, suele ser calificada como mano de obra barata que es accionada por las más diferentes fracciones del capital, destacando aquélla para la agricultura capitalista mexicana.

Martins (1988: 45) afirma que esas migraciones se califican por el paso de un tiempo a otro, pues esos trabajadores y trabajadoras pueden «ser dos personas al mismo tiempo, es salir cuando está llegando y volver cuando va… es estar en dos lugares al mismo tiempo, y no estar en ninguno». En este contexto, esos trabajadores viven una doble situación, pues al mismo tiempo que se mantienen relacionados a los pueblos y comunidades de origen, también establecen territorialidades en los de destino, lo que denota su doble personalidad como destaca Sánchez (2014).

Las migraciones del trabajo hacia el capital también forman parte de un proceso descrito por Gaudemar (1977) como movilidad del trabajo, y que aquí puntuamos como movilidad territorial del trabajo. En esta perspectiva comprendemos que los desplazamientos realizados por los trabajadores migrantes jornaleros agrícolas son parte de un proceso de circulación de las fuerzas de trabajo que desplazan a los trabajadores por el espacio.

El proceso de movilidad del trabajo amplifica aún más el carácter forzado asumido por las migraciones del trabajo hacia el capital, pues en nuestras investigaciones en Brasil, como también en México, hemos constatado que el trabajador no migra porque quiere, sino porque influye una construcción relacionada con la estructura social, económica y política que permite se aprenda el migrar como un proceso histórico (Silva, 2011).

Sin embargo, a pesar de ver las migraciones del trabajo hacia el capital como migraciones forzadas, eso no nos impide considerar la existencia de otros factores que acaban por sumarse al carácter perverso asumido en las migraciones del trabajo planteando aquí, el conocimiento en torno a las trayectorias de vida y de trabajo.

Los trabajadores y trabajadoras migrantes jornaleros agrícolas viven entonces el tránsito entre tiempos, relaciones y contradicciones sociales diferentes, lo cual nos permite visualizar en las migraciones estacionales la materialidad de un proceso social que tiene en cuenta aún cuestiones relacionadas con los sentimientos, las experiencias y las marcas dejadas, pues el retornar periódicamente no garantiza que se pueda efectivizar la territorialización perdida en el momento de la partida (Iamamoto, 2001; Martins, 2002).

Izcara-Palacios (2011), con respecto al logro de estos movimientos, destaca el papel de las redes migratorias, principalmente los factores relacionados con la oferta laboral, enfatizando el carácter autónomo de los procesos migratorios y señalando que esta teoría no explica completamente el funcionamiento de estos procesos, ya que las redes construidas por parentesco y amistad también —desde la propuesta de Silva (2011) y Flores (2006)— apuestan por una lectura guiada por el desarrollo de nuevas identidades en la construcción de redes de sociabilidad y en la elaboración de estrategias entre los trabajadores a medida que se mueven por el territorio.

En los últimos años con el avance de las políticas neoliberales en el campo mexicano hubo un aumento del número de trabajadores de origen campesino e indígena en condiciones de marginalidad, siendo ese uno de los reflejos de la ofensiva neoliberal desde la década de 1980. Entrado el siglo XXI esta situación gana nuevos capítulos con las políticas aprobadas durante el gobierno de Enrique Peña Nieto en lo que se refiere a la explotación de las tierras y la transformación de propiedades sociales en propiedad privada, así como a través de la explotación mineral que se realizó en el país.

Lo anterior ha generado un aumento en el número de desplazamientos internos ocurridos en el país, principalmente de trabajadores indígenas y campesinos que expulsados del campo han optado por la migración interna o internacional (principalmente hacia los Estados Unidos) como forma de supervivencia, sometidos a una serie de condiciones que atentan contra su vida. Aun cuando en el artículo 123 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos se define la Ley Federal del Trabajo (LFT) y el fundamento legal de la jornada laboral; y que en el artículo 61 se especifica que la duración máxima de la jornada de trabajo es de ocho horas, esa no es la realidad vivida por los trabajadores migrantes jornaleros agrícolas, que además de los bajos salarios, enfrentan a largas jornadas en el cultivo.

Esta cuestión es importante dado que la desterritorialización del campo acaba por ser un detonador para la ampliación de la disponibilidad de mano de obra para las grandes empresas que se han beneficiado de las políticas que acabaron por expulsar a los trabajadores del campo, promovidas principalmente por El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), así como todo un espectro de situaciones complicadas para los trabajadores mexicanos, destacando las jornadas extenuantes, el secuestro de trabajadores, la ampliación de la utilización de mano de obra infantil, entre otros.

De este modo, al hablar del trabajo en la agricultura de México es importante que no perdamos de vista la centralidad ejercida por los trabajadores migrantes jornaleros que recorren el país trabajando en las más distintas actividades desarrolladas por el agronegocio en el país, desde la cosecha de hortalizas hasta el cultivo de leguminosas, corte de la caña de azúcar, entre otros. Para ello, la Secretaria del Trabajo y Previsión Social (STPS) destaca que los estados con mayor actividad agrícola son: Baja California, Sonora, Sinaloa, Jalisco, Michoacán y Guerrero, estados que suelen ser destino de muchos de los trabajadores que dejan sus poblados locales en busca de la supervivencia.

De acuerdo con la información que obtuvimos a través de los representantes de la Red Nacional de Jornaleros y Jornaleras Agrícolas (RNJJA), entre las principales características que marcan los desplazamientos en el país están la pobreza, el factor económico, la marginación, el aumento de la población que acaba por aceptar someterse a contratos, que pueden durar de 30 a 120 días, ofrecidos por enganchadores, figuras conocidas en el territorio brasileño como “gatos” que agencian a los trabajadores migrantes, y que en México asumen un papel de eslabón entre los empleadores en las agroindustrias del Norte del país y las comunidades de origen, dado que los mismos se desplazan hasta los pueblos en busca de trabajadores.

Así, esos trabajadores acaban sometidos a una serie de mandos y desmanes ante los llamados “jefes de cuadrilla”, “mayores dueños” y “enganchadores” que agencian los mismos a través de promesas de buen salario, buenas condiciones de vivienda, etcétera. Realidad que es percibida como falsa cuando los trabajadores llegan a las regiones de destino con jornadas que exceden el tiempo de trabajo normal, salarios bajos que no equivalen a la función laboral realizada, además de los descuentos hechos para pagar el transporte y la alimentación ofrecidos hasta las regiones de destino, como pudimos observar en las doce entrevistas realizadas en Oaxaca, Chiapas y Guerrero con los trabajadores jornaleros agrícolas.

Una de las representantes de la RNJJA, Iza Margarita Nemecio, en una entrevista dada en julio de 2018, habla de verdaderos “mercados de gente”, que es como son llamados los municipios de destino de esos trabajadores que son reclutados por un “enganchador” o “jefe de cuadrilla” que los encamina hacia las empresas agrícolas donde trabajarán. Resulta relevante mencionar que a menudo los trabajadores no saben a dónde van o para qué empresa están siendo reclutados.

La estrategia utilizada por estos contratistas implica relaciones o lazos con las comunidades de origen de los trabajadores. Mientras que las condiciones de trabajo varían de acuerdo con los contratistas y el tipo de producto que se va a cosechar. Dado que los productos de exportación acaban por exigir a las empresas un mayor control sobre las condiciones de trabajo y sobre los derechos de los trabajadores, la realidad es distinta para los productos de consumo interno, como nos informó un representante de la organización Voces Mesoamericanas en San Cristóbal de las Casas: los derechos básicos que deben ser garantizados para los trabajadores no existen: vacaciones, días de descanso, seguridad social, seguro de salud, sistema de descuentos y pensión. Muchas veces ni siquiera los trabajadores tienen conocimiento de que tienen tales derechos —como lo resalta Natasha Hernández una representante de dicha organización.

Otro punto es el incumplimiento de leyes laborales en lo que se refiere a los alojamientos de los trabajadores en los lugares de destino y la parca o inexistente presencia de los sindicatos en la defensa y promoción de los derechos de los trabajadores, como fue registrado por las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) visitadas en Oaxaca de Juárez y San Cristóbal las Casas en Chiapas, así como por los propios trabajadores entrevistados. Además, la invisibilización a la que son sometidos esos trabajadores dentro y fuera de los campos agrícolas acaba por permitir la omisión para casos de contaminación por agrotóxicos que se han registrado en el país, como enfatizan los datos de la RNJJA (2017).

En cuanto al transporte de los trabajadores, lo mismo se realiza en autobuses colectivos que generalmente son autobuses descartados en los Estados Unidos y que son comprados y reformados en México, siendo vehículos antiguos y en condiciones pésimas no sólo de seguridad y comodidad, sino también de funcionamiento, y que como destacamos anteriormente son pagados por los propios trabajadores que ven su salario sufrir descuentos relacionados al transporte hasta los lugares de destino.

Tal configuración es similar a la vivenciada en los cañaverales de la Región Administrativa de Presidente Prudente en São Paulo, Brasil, en que los trabajadores provienen principalmente del Noreste y Norte de Minas Gerais, hombres negros, poco educados (escuela primaria incompleta) y edades entre 18 y 35 años, constituyen una parte vital de la estrategia de territorialización del capital agroindustrial cañero, considerando que el uso de la fuerza laboral migrante se ha expandido y esto se nota cuando miramos los municipios de esta región, con énfasis en aquellos que poseen y/o tienen ingenios de caña de azúcar en estado de quiebra.

En Flórida Paulista, uno de los municipios que conforman la Región Administrativa Presidente Prudente, São Paulo, Brasil, llamó la atención la participación del Sindicato de Trabajadores Rurales (STR) del municipio, pues los trabajadores habían sido engañados por la empresa Ingenio Cia. Flórida en 2016, que trajo —a través de enganchadores (gatos)— un contingente de 400 trabajadores (alrededor de 8-10 clases de trabajadores) de los estados de Piaui, Alagoas y Maranhão, que forman parte de los principales corredores migratorios en Brasil para trabajar en los campos de caña de azúcar.

Estos trabajadores experimentaron un verdadero infierno, comenzando por el hecho de que estaban protegidos en barrios escondidos en Flórida Paulista, así como en el distrito Indaiá do Aguapeí; controlados por enganchadores que además de intimidar a los trabajadores, todavía los obligaron a compartir cuartos no saludables, oscuros, sin agua potable y sin acceso a alimentos.

Sin embargo, así es como se desarrolla la estrategia del capital agroindustrial cañero, porque para ejercer control sobre los trabajadores primero vienen las promesas de trabajo, buenos salarios y a tiempo, para luego cruzar a la precariedad, contratación sin consentimiento de las leyes laborales y la invisibilidad en la vivienda, así como la sobreexplotación en los campos de caña de azúcar.

P: ¿Cuáles son tus objetivos al migrar?
E: Yo también estaba desempleado y todos hablando, hablando […] porque así estás haciendo dinero aquí [lugar de destino], sólo quédate un poco […] ahí va el dinero […] y cuando se acaba el dinero, ¿cómo voy a sobrevivir porque tengo una madre y una hermana? Así que tengo que caer en el mundo […] (Información verbal, Samuel, Flórida Paulista, Brasil, 2016).[2]

Entonces, a pesar del período marcado por la eliminación y la enfermedad de los trabajadores en el agrohidronegocio cañero, queda la posibilidad de obtener mejores oportunidades de trabajo y “cambiar la vida”, teniendo en cuenta las oportunidades limitadas en sus municipios de origen donde mayoritariamente son campesinos que cultivan géneros de subsistencia como arroz, frijol, maíz, yuca, entre otros. Al respecto reafirmamos las consideraciones ofrecidas por Woortmann (1990) con respecto a los trabajadores migrantes temporales o estacionales.

Los trabajadores migrantes en los campos de caña de azúcar brasileños están expuestos de esta manera a una serie de contradicciones coronadas por su sobreexplotación en los campos de caña de azúcar, ya sea a través de contratos de trabajo fraudulentos, teniendo en cuenta que cuando llegan a los municipios de destino no obtienen la oferta de trabajo esperada en los campos de caña de azúcar, y son sometidos a una serie de trabajos sin ningún tipo de apoyo en las leyes laborales. El escenario dibujado en Brasil como hemos acompañado en este inicio del siglo, nos lleva a cuestionar cuáles son las condiciones de trabajo en los cañaverales mexicanos, teniendo en cuenta que entre las más diversas actividades agrícolas desarrolladas por los trabajadores en México está el corte de la caña de azúcar.

El caso de agroindustria cañera

Al hablar de la agroindustria de caña de azúcar en México es importante destacar que la exportación de la gramínea en el país creció en 2008, con una bajada comercial total de edulcorantes promovida por el TLCAN como asevera Rivera (2014), destacando que el estado de Veracruz ocupa el liderazgo en la producción de caña del país (Cuadro 1).

Rivera (2014), destaca que la agroindustria cañera de Veracruz participa con 40% de la producción nacional de la gramínea, intensificando actividades de crecimiento, cosecha y transporte de la caña. Siendo un sector de gran importancia en México, emplea en torno a 3 millones de personas que realizan las más diversas actividades como plantío, cultivo, cosecha, industrialización, transporte y comercialización.

México se proyecta desde la década de 1980 como un productor competitivo, dada la capacidad del sector en el país, principalmente la del estado de Veracruz (Rivera, 2014). Teniendo en cuenta que buena parte de los ingenios existentes en el estado se crearon durante dos grandes períodos, García (2016) destaca como de mayor creación de ingenios y regiones cañaverales: entre 1941 y 1961 con el impulso de un programa agrario; y entre 1970 y 1976, época de la fundación de los últimos ingenios en territorio mexicano.

Cuadro 1. Estados productores de caña en México
Estado Cosecha Caña molida en bruto* Azúcar                          producida* Porcentaje %
Campeche 14,821 792,519 82,428 1.35
Colima 17,794 1,425,200 162,549 2.66
Chiapas 30,503 2,785,136 302,307 4.94
Jalisco 74,393 6,792,177 792,502 12.96
Michoacán 15,099 1,399,332 160,028 2.62
Morelos 16,033 1,645,455 228,157 3.73
Nayarit 31,316 2,838,567 333,149 5.45
Oaxaca 53,944 3,297,594 372,013 6.08
Puebla 15,382 1,810,879 228,797 3.74
Quintana Roo 3,009 1,335,433 12,996 2.12
San Luis Potosí 89,869 5,399,255 618,024 10.1
Sinaloa 2,984 264,043 25,769 0.42
Tabasco 38,034 1,959,237 200,103 3.27
Tamaulipas 25,017 1,61,2531 160,361 2.62
Veracruz 32,365 2,086,1246 2,320,901 37.94
Total 460,563 54,218,604 6,000,084 100
*Toneladas

Fuente: elaboración propia a partir de los datos de CONDESUCA/SAGARPA, (2017).

Sin embargo, la participación del sector caña de azúcar en el país no es reciente, siendo registrado desde el período conocido como Porfiriato. Tomemos en cuenta que la reforma agraria no se aplicó a los cultivos de plantación ni a las agroindustrias, situación que se modificó durante el gobierno de Lázaro Cárdenas y acabo por provocar la falta de coordinación y el consiguiente desabastecimiento de los ingenios como señalan Thiébaut y García (2014), y que tendría modificaciones importantes sólo a partir de la aprobación y promulgación del TLCAN, dada la privatización de los ingenios y la producción de edulcorantes como destacado anteriormente.

Con respecto a las condiciones de trabajo en la agroindustria de caña de azúcar mexicana es importante destacar que buena parte de esa mano de obra está compuesta por trabajadores migrantes jornaleros agrícolas. Que, de acuerdo con García (2016),  forman parte de una verdadera ‘cultura cañera’ existente en el país, tomando en cuenta el intenso desplazamiento entre los pueblos de origen de esos trabajadores y los ingenios azucareros.

Estos trabajadores proceden, sin embargo, de Guatemala y de Belice, países vecinos en los que hay una gran parte de población migrante que llega principalmente a través de los estados de Campeche y Yucatán (a Belice) y Chiapas (a Guatemala), para atender la demanda anual para la cosecha de caña, que lleva a esos trabajadores a someterse a contratistas (enganchadores) que en la práctica no garantizan ningún derecho laboral a los mismos. La migración de carácter forzado es una perspectiva de supervivencia de estas poblaciones nacionales e internacionales, en los casos de Belice y Guatemala.

No es diferente a la situación vivida en Brasil —como se destacó anteriormente—, esos trabajadores de México, Guatemala y Belice se expone a una jornada extenuante, a una temperatura superior a los 37 grados Celsius, además de tener que cortar más de 5 toneladas de caña al día para recibir cerca de 34 pesos por tonelada cortada,  ganando algo en torno a 150 pesos por día (García, 2013). Y ser obligados a vivir en condiciones precarias en los alojamientos llamados popularmente ‘galeras’ o ‘albergues’, que a veces no disponen de agua potable como nos fue informado por representantes de la ONG Caminos de Oaxaca en 2018. Dicha organización es una de las encargadas de promover los derechos de los trabajadores jornaleros agrícolas.

Con respecto a las condiciones de trabajo en los cañaverales, es posible destacar las existentes en el municipio de Tuxtepec en el estado de Oaxaca, uno de los lugares de destino de los trabajadores oriundos de Coatecas Altas, también en Oaxaca: trabajan por tarea, son sometidos a una jornada extenuante en la que no hay holguras, salario fijo, seguro, nada —como afirmó la representante de la ONG Caminos de Oaxaca. Incluso cuando alguno de estos trabajadores sufre cierto tipo de accidente en los cañaverales, no son llevados al hospital por medio de la empresa, sino acuden por su cuenta al Seguro Popular, un programa del gobierno federal.

Otro punto importante se refiere a la franja etaria de esos trabajadores, pues hay desde jóvenes a partir de los 15 años de edad hasta trabajadores de más de 50 años, dada la precariedad de los contratos, que suelen ser informales, lo que acaba por permitir una serie de situaciones ilegales relacionadas con el trabajo infantil hasta la falta de perspectiva de los hijos de los trabajadores jornaleros en realizar otro tipo de labores —como nos informaron de la ONG Caminos de Oaxaca.

P: ¿Y los hijos de los trabajadores acaban entonces realizando la misma función de los padres?
E: Sí […] ellos no quisieran hacer lo que hacen a sus padres, pero terminan haciendo, pues la falta de opción para ellos en las comunidades, las oportunidades son muy pocas, eso es lo que he visto todo el tiempo […] van en una escuela que no es regular, no tiene una preocupación educativa. Suelen dejar de estudiar en la secundaria.
P: ¿Y no hay leyes que prohíben?
E: Quiero pensar, que no hay supervisión y si llega algún supervisor, él dirá que el hijo no está trabajando, y para trabajar los niños no están recibiendo nada, sólo sus padres (Entrevista, Coordinadora ONG Caminos de Oaxaca, 2018).

Estas y otras cuestiones nos llevan a cuestionar y entender el papel ejercido, uno de los engranajes centrales que mueven el agronegocio mexicano de los trabajadores migrantes jornaleros agrícolas y las contradicciones que los rodean en un proceso que va desde su expulsión de la tierra de origen —tomando en cuenta que buena parte de éstos son de comunidades campesinas e indígenas—, hasta la superexplotación de su mano de obra en los estados de destino.

Migración de trabajadores jornaleros agrícolas para el capital en los estados de Oaxaca, Chiapas y Guerrero

Los trabajadores jornaleros agrícolas son personas que trabajan realizando actividades relacionadas con el cultivo de la tierra para la producción de alimentos vegetales a cambio de un salario pagado en efectivo. En la actualidad, de acuerdo con datos de la RNJJA (2017), existe en México un contingente de entre 2.9 y 5 millones de trabajadores migrantes jornaleros, la mayoría de éstos proceden de los estados de Veracruz, Chiapas, Puebla, Oaxaca y Guerrero, con origen campesino e indígena, principalmente mixteco, náhuatl, tlapaneco, zapoteco, triqui, tzotzil y tzeltal, empleados principalmente en los estados del Norte de México en cultivos de verduras, frutas y granos para el mercado nacional y exterior.

Según datos de la RNJJA  (2017), estos trabajadores pueden ser divididos en cuatro grandes grupos de acuerdo con su situación laboral, trabajadores campesinos pobres o sin tierra que: a) trabajan en su lugar de origen o próximo en parcelas de tierras familiares o de otros campesinos a cambio de un salario en efectivo; b) migran y trabajan por temporadas en una zona productora situada en otro estado o municipio a cambio de un salario, y luego regresan a su lugar de origen, o migrantes temporales; c) migran y trabajan por temporadas en dos o más zonas productoras de uno o más estados de México y Estados Unidos a cambio de un salario; y d) campesinos que han sido migrantes y ahora residen en zonas productoras, así como los nacidos en las mismas que trabajan por temporadas en diferentes empresas y cultivos o de forma permanente en una sola, realizando diversos trabajos a cambio de un salario.

En cuanto a las condiciones de trabajo, su jornada de trabajo dura más de ocho horas cuando el empleador los obliga a seguir trabajando por más tiempo, otra forma es el llamado ‘trabajo a desecho’ que se paga de acuerdo con la cantidad de trabajo realizado, por ejemplo, por número de frutos cosechados o de campos limpios. Otra modalidad es cuando se intensifica el ritmo de trabajo, en el llamado ‘trabajo por tarea’, cuando el trabajador debe realizar una cantidad determinada de trabajo para obtener el pago por una jornada. Y hay todavía la modalidad mixta, cuando el curso de una jornada debe cumplirse con cierta cantidad de trabajo y terminada ésta, se paga por unidad adicional.

Estos tipos de abuso y precarización de las relaciones de trabajo en el país llevaron a la insurgencia de ‘el movimiento de los jornaleros del Valle de San Quintín’ ocurrido el 17 de marzo de 2015, donde miles de trabajadores jornaleros migrantes de las empresas (AONE y MJS) bloquearon carreteras reivindicando principalmente mejores condiciones de remuneración y equiparables con lo que se paga en otras regiones del país (Garrapa, 2019).

Sin embargo, estos abusos no son los únicos cometidos en México hacia esas poblaciones, dado que es común la desaparición de trabajadores, como lo registrado por la RNJJA (2017) en Oaxaca: donde unas 200 personas desaparecieron cuando seguían para el estado de Sinaloa, que es uno de los principales destinos de los trabajadores provenientes principalmente de los estados del sur del país (Mapa 1).

Mapa 1. Principales estados de origen y destino de los  trabajadores migrantes jornaleros agrícolas en México

Fuente: elaboración propia con base en datos del INEGI (2018).

El mapa anterior muestra los principales estados de origen y de destino de los trabajadores migrantes jornaleros de México, destacando los tres estados de nuestra investigación: Oaxaca, Chiapas y Guerrero, y tomando en cuenta que sus trabajadores tienen como destino principalmente estados como Sinaloa, Sonora, Baja California, Baja California Sur y Chihuahua —de acuerdo con la información recopilada a través de las entrevistas realizadas.

Desde esta perspectiva, en relación con los desplazamientos por el país, pudimos explicar en nuestra investigación y trabajo de campo algunos de los principales flujos migratorios que ocurren entre Oaxaca, Guerrero y Chiapas hacia estados del norte como Sinaloa, Sonora y Baja California: en Oaxaca de Juárez  y Tuxtepec (Oaxaca) para cortar caña de azúcar, de Coatecas Altas (Oaxaca) hacia Baja California Sur. De Tlapa de Comonfort (Guerrero) y sus pueblos circundantes hacia Culiacán (Sinaloa), y de Cochoapa el Grande (Guerrero) hacia el estado de Baja California Sur. Por otro lado, de San Cristóbal de Las Casas (Chiapas) y pueblos cercanos hacia Hermosillo (Sonora), y de Tenejapa (Chiapas) hacia San Quintín (Baja California). El siguiente mapa (2) ilustra no sólo los municipios de origen y los lugares de destino que logramos visitar durante la investigación, sino también representa una imagen del trabajo de campo realizado.

Mapa 2. Estados y municipios de origen y destino de los trabajadores jornaleros entrevistados

Fuente: elaboración propia con base en la investigación de campo (2018).

En relación a esos desplazamientos es importante considerar, como ocurre en los cañaverales de São Paulo-Brasil, que existe una invisibilización de esta mano de obra, lo que permite que se amplíe el cuadro de vulnerabilidad en que se encuentran estos trabajadores. De acuerdo con los datos del INEGI (2017) cerca de 70% de la población de los estados de Oaxaca, Chiapas y Guerrero vive en pobreza o pobreza extrema, siendo precisamente los estados con mayores contingentes de trabajadores migrantes jornaleros agrícolas.

En cifras oficiales es difícil contextualizar el número exacto de trabajadores en esta condición en el país, tomando en cuenta las diferentes investigaciones realizadas y metodologías para contabilizar esa población, entonces, sólo es posible predecir  cifras aproximadas (Gráfica 1).

Gráfica 1. Población jornalera en México

Fuente: elaboración propia con información de la RNJJA (2017).

Como podemos percibir en la gráfica 1, la población estimada de trabajadores migrantes jornaleros en México es de 2,990,049, de éstos, 2,637,735 son hombres y 302,314 son mujeres.[3] No obstante, este número es sólo una estimación —principalmente si se piensa en la presencia del trabajo femenino—, ya que muchas de las trabajadoras acaban migrando junto a sus esposos hacia los estados del norte del país (RNJJA, 2017).

En nuestras investigaciones pudimos percibir que buena parte de los trabajadores tiene como destino los estados de Sonora, Sinaloa y Baja California, con destaque para los polos productivos agrícolas de Sinaloa y Sonora, que emplean a muchos de los trabajadores con los que tuvimos contacto en los tres estados investigados. Es importante demarcar que entre los municipios de destino más buscados son los de Culiacán (Sinaloa) y Hermosillo (Sonora), este último como el principal lugar de destino para los trabajadores.

En los principales cultivos que estos trabajadores se someten están la cosecha de uva, pepino, tomate, fresa, chile de diversos tipos, melón, nueces, melocotón, verduras de procedencia china, hortalizas, etcétera. Cultivos que exigen no sólo destreza, sino también un cuidado muy grande de los trabajadores al realizar su labor, lo que nos permite cuestionar el control social dentro y fuera de los lugares de trabajo que sufren los mismos (Cuadro 2).

Como podemos observar en el cuadro 2, el salario bajo es otra marca que caracteriza el trabajo agrícola realizado por los jornaleros, variando de 150 a 200 pesos diarios o hasta menos, cuando consideramos los principales cultivos y remuneración pagada en los principales estados de destino de esos trabajadores.

Otra cuestión se refiere a la escolaridad de estos trabajadores, así como a sus hijos que están obligados a estudiar en las llamadas ‘escuelas mixtas’, es decir, escuelas en donde niños, niñas y jóvenes de las más diversas edades estudian juntos. Y donde los contenidos son inferiores a aquéllos que se enseñan en las escuelas regulares, lo que perjudica gravemente a los hijos de los trabajadores migrantes jornaleros, y mantiene así un ciclo perverso en el que los hijos de esos trabajadores sin diferentes perspectivas acaban por emplearse en las mismas funciones que sus padres, convirtiéndose así en jornaleros agrícolas también.

En cuanto a la escolaridad de los hijos de los trabajadores migrantes jornaleros es evidente el gran número de analfabetos, 43% como muestran datos presentados por la RNJJA (2017). Por otra parte están aquéllos que tienen algún nivel de escolaridad, por ejemplo, en el caso de las mujeres.

Gráfica 2. Escolaridad de la infancia jornalera en México

Fuente: elaboración propia con información de la RNJJA (2017).

La gráfica 2 presenta datos sobre el porcentaje de hijos de trabajadores jornaleros agrícolas de acuerdo con su nivel de escolaridad: 33% tiene apenas el nivel primario incompleto; 9% la primaria terminada (o sea, 42% de esta población posee el nivel primario); y 15% el nivel secundario terminado, lo que nos permite entender que la migración de sus padres influye directamente en la posibilidad de que puedan seguir estudiando. En las entrevistas realizadas con los trabajadores, éstos afirmaron que la necesidad de tener a sus hijos estudiando es lo que les ha impedido  seguir migrando.

La fuerza de trabajo migratoria jornalera también es vulnerable en lo que se refiere a la contaminación por agrotóxicos, pesticidas, fumigadores, etcétera, utilizados en los cultivos en los estados de destino. Esa situación es uno de los principales reclamos de los trabajadores: molestas ocupaciones, dolores de cabeza, dolores en la espalda, calambres, cortes, fracturas, mareos y vómitos, que tienen relación directa con los productos químicos utilizados en los cultivos como aseveran los coordinadores de la ONG Voces Mesoamericanas (Gráfica 3).

Gráfica 3. Principales incomodidades ocupacionales de los trabajadores entrevistados

Fuente: elaboración propia con base en investigación de campo (2018).

La gráfica 3 trata sobre las principales incomodades ocupacionales señaladas por los trabajadores de los tres estados en los que pudimos realizar investigación. Durante nuestra estancia realizamos un total de 12 entrevistas sólo con trabajadores, en las que es visible que los dolores en la espalda, calambres, mareos y vértigos, lo mismo que la fatiga, son las principales molestias señaladas por los trabajadores al realizar su función laboral en los municipios de destino. Lo anterior nos permite entender las contradicciones que atraviesan las más diversas actividades agrícolas realizadas por esos trabajadores y trabajadoras.

Bajo esta perspectiva, podemos percibir la perversidad manifiesta en el trabajo migrante jornalero en los cultivos, distinto de aquel trabajo que suelen realizar en sus regiones de origen, marcado por el cultivo para subsistencia de géneros como maíz, frijol, calabaza y chile (Gráfica 4) entre otros que señalan el carácter campesino e indígena de esas poblaciones que, al llegar a las regiones de destino, tienen que acostumbrarse a un ritmo y una rutina de trabajo totalmente diferentes; con jornadas extenuantes, cobranzas por la calidad del producto cosechado, que sólo amplifican el control social ejercido entre y fuera de los campos agrícolas, dado que en estos lugares también se encuentran los alojamientos de esos trabajadores, en una dinámica semejante a la existente en Brasil como se ha señalado en investigaciones de Bento y Thomaz Junior (2015).

Gráfica 4. Principales cultivos realizados por los trabajadores migrantes

Fuente: elaboración propia con base en investigación de campo (2018).

El maíz asume un papel central si tomamos en cuenta que además de ser el género más cultivado, es la base de la alimentación nacional, estando presente en las tortillas, y en la milpa, relacionado con el origen campesino e indígena de esos trabajadores.

Además de los cultivos para subsistencia, estos trabajadores también contaban con programas sociales del gobierno federal mexicano como el Programa de Atención a Jornaleros Agrícolas (PAJA) —promovido por la anterior Secretaría de Desarrollo Social (SEDESOL, actualmente Secretaría del Bienestar)— que tenía la responsabilidad de mejorar las condiciones de vida de los trabajadores migrantes jornaleros agrícolas promoviendo una serie de acciones que incluían, entre otras, el pago de los pasajes de retorno para esos trabajadores, ya que al aceptar los contratos de trabajo en los municipios de destino, esos trabajadores no podían dejarlos antes de que terminaran su labor, independiente de las justificaciones presentadas, lo que forma parte del sistema de control social que se establece sobre esos trabajadores.

De esta manera, el PAJA era responsable de promover mejoras en los alojamientos, además de pagar los pasajes de retorno de esos trabajadores, y también ocuparse de la generación de datos con respecto a esa población. Otro programa que no se dirige hacia esos trabajadores, pero del que ellos y sus hijos en edad escolar se benefician es el Programa de Inclusión Social (PROSPERA), que otorga recursos a casi 7 millones de familias mexicanas para fortalecer su alimentación, salud y educación; y vincula a las personas beneficiarias con proyectos productivos, opciones laborales y servicios financieros.

Estos programas tienen beneficiarios ​​principalmente en el estado de Oaxaca —marcado por el trabajo familiar en cultivos—, en municipios como el de Coatecas Altas (Fotografía 1), que viven en condiciones de vulnerabilidad extrema (Fotografía 2) como destacan Gaytán y Pérez (2009).

Fotografía 1. Cultivos agrícolas en Coatecas Altas, Oaxaca

Fuente: investigación de campo (2018).

Fotografía 2. Viviendas en Coatecas Altas, Oaxaca

Fuente: investigación de campo (2018).

El municipio de Coatecas Altas en Oaxaca está fuertemente marcado por las migraciones del trabajo hacia el capital, principalmente para los campos agrícolas del norte y noroeste del país, siendo principalmente la población indígena la que no tiene cómo costear el viaje y la travesía hacia los Estados Unidos (Sánchez, 2014). Acaban con los enganchadores (contratistas) que llegan a los pueblos buscando trabajadores, ante la oportunidad no sólo de migrar, sino también de subsistir, y eso fue visible en el municipio dado que la realidad migratoria está presente en todos los lados (Fotografía 3).

Fotografía 3. Cartel fijado en el ayuntamiento municipal de Coatecas Altas, Oaxaca

Fuente: investigación de campo (2018).

De acuerdo con Gaytán y Pérez (2009), la migración es la alternativa, pues 100% de la población del municipio tiene como actividad principal la agrícola, que disminuye o prácticamente desaparece en días lluviosos, a diferencia de lo que ocurre en los cañaverales de Brasil, porque en los días lluviosos, los trabajadores trabajan en la llamada ‘diaria’ o permanecen en el autobús para cumplir con la jornada laboral, así que les pagan. En Tuxtepec, Oaxaca, uno de los principales destinos de los trabajadores de Coatecas Altas, en días lluviosos no hay trabajo y no se paga la diaria por el día perdido, o sea, si no trabajan, tampoco comen, lo que agrava el indicio de marginación de la población, que también cuenta con fuerte presencia del trabajo infantil y que es aseverado por representantes de la ONG Caminos de Oaxaca (Fotografía 4).

Fotografía 4. ONG Caminos de Oaxaca

Fuente: investigación de campo (2018).

El caso presentado en Chiapas es similar al visto en Oaxaca, con la fuerte presencia de la población migrante de origen tzotzil y tzeltal que realizan migraciones del trabajo hacia el capital, dado que esas poblaciones están compuestas principalmente por trabajadores jornaleros agrícolas, como es el caso de Tenejapa, uno de los municipios que pudimos acompañar y que resalta en la entrevista realizada con la ONG Voces Mesoamericanas en San Cristóbal de Las Casas.

P: ¿A dónde va la población que deja Chiapas?
E: Hay una parte que va a Yucatán para trabajar en la construcción civil en Cancún, otros son los jornaleros agrícolas que van a los estados de Sonora y Baja California Sur, además de Jalisco […] y otra parte importante son las mujeres que van a vender artesanías o para el trabajo doméstico, van a San Cristóbal de las Casas, Ciudad de México o van a Tabasco y Veracruz.
P: ¿Y de qué pueblo vienen?
E: De la región de los altos de Chiapas, todas las comunidades tienen migración […] Chenalhó, Tenejapa […] todos del Alto de Chiapas, todos con migración […] van a Tabasco, Veracruz, Sinaloa, Baja California Sur […]
P: ¿Cuál es el impacto de la presencia de estos trabajadores? ¿Hay infraestructura de la ONG para acogerlos?
E: En el caso de las comunidades campesinas, haciendo trabajos y no consiguen trabajar en la comunidad, donde trabajan con la milpa, calabaza, frijol, son comunidades de subsistencia, pero no es una de ellas, suficiente, pues se reducen las parcelas de tierra con el número de hijos […] y no compran con dinero […] y se paga con producción y por eso para adquirir otros productos, acaban migrando, cuando están aquí plantan […] cuando comienza la temporada del corte de uva, van a Sonora, se mueven de manera continua, pero van y vienen […] van y vienen […] en una parte del año está cultivando la milpa, después él puede trabajar en la construcción civil y luego para la plantación de la uva en Sinaloa, y el tiempo varía mucho con la oferta de empleo, cuando la empresa dice: vamos a hacer contrato de 3 meses, entonces se van por tres meses […] en Chiapas los enganchadores que vienen a buscar a los trabajadores, los chiapanecos no van solos a buscar trabajo, y ellos vienen ofreciendo trabajo y traen los autobuses […](Entrevista, ONG Voces Mesoamericanas, 2018).[4]

Así, esos trabajadores acaban sometidos a una serie de condiciones de trabajo precarias dentro y fuera de los campos agrícolas, así como en las más distintas actividades que desarrollan en territorio mexicano, de acuerdo con los coordinadores de la ONG Voces Mesoamericanas y  entrevistas con la población local de Tenejapa.

P: ¿Tiene conocimiento de las condiciones de trabajo, en la construcción civil, en las labranzas, en las agroindustrias?
E: Sí […] estamos más familiarizados con las condiciones de los trabajadores agrícolas, varían de acuerdo con el contratista, tienen empresas que son muy grandes y otras pequeñas y otro punto es la región para que migran, porque tiene regiones que los productos son para la exportación, entonces hay mayores reglas, cuando un producto es de consumo nacional, las reglas son poco cumplidas, cuando el producto es para exportación, hay una mayor fiscalización, hay contratos, cuánto se va a pagar […] los derechos mínimos que la empresa debe garantizar para los trabajadores no existen, un contrato con vacaciones, días de descanso, seguridad social, salud, sistema de descuentos y pensión […] y los contratos, la gente no sabe que tiene derecho a esas cosas cuando va a trabajar, ya que muchas, a veces, están pensando más en las ganancias materiales y en ganar un salario mayor de lo que ganan aquí […] eso es un problema porque cuando llegan allí la empresa no cumple lo que prometió, por ejemplo, ella promete que irá pero no dicen que van a descontar la comida […] o que no hay trabajo todos los días, o no descuenta nada […] pero el campo está fuera de la ciudad, y no hay tiendas para comprar nada […] y te prohíben entrar con alimentos […] y sólo hay ventas y mercados de la propia empresa y los productos son muy caros, lo que ya es una estrategia de la propia empresa[…] (Entrevista, Natasha, ONG Voces Mesoamericanas, 2018).

De esta forma, muy similar a lo que ocurre en el caso brasileño, el capital agroindustrial utiliza las más diversas estrategias de control de los trabajadores dentro y fuera de los campos agrícolas, estrategias que van desde la prohibición de alimentos en los lugares de descanso y vivienda, hasta imposiciones en lo que se refiere a las condiciones laborales y de acceso a la seguridad en el trabajo como lo destaca Natasha Hernández, una de las coordinadoras de la ONG Voces Mesoamericanas.

E: Si usted sufre un accidente o se lastima, tiene que pagar su consulta […] algunas empresas están un poco mejores, pero en general no están tan organizadas por un contrato de trabajo y cobran la comida […] viviendas […] transporte […] que dicen que el transporte es gratuito, pero no es gratuito, que pagan con su trabajo […] otra cosa también es que son muchos días de viaje, y les descuentan la comida de los 3 días, 3 comidas diarias, son 9 comidas. […] hay que pagar por su comida […] otra cosa […] hay un sistema de vigilancia en el propio grupo, con respecto a la conexión y la política de migración, por la proximidad con la frontera con los límites Estados Unidos, México es un filtro de la población centroamericana que pasa a Estados Unidos, y hay una población de Chiapas que es confundida con poblaciones guatemaltecas, creen que no son mexicanos […] porque las personas que trabajan en la inmigración no están sensibilizadas para percibir que en México hay población y que no se dejan seguir […] y otra cosa es que al llegar allí por primera vez no dimensionan la diferencia de clima […] porque son regiones muy calientes, la mayoría son desérticas y pasan de los 50 grados centígrados, es una región mucho más caliente, que no se parece a la región que viven […] y el cuerpo se enferma, deshidratación […] o tiene un cansancio […] en que ellos pensaban que podían trabajar y no lo consiguen , las personas aquí están acostumbradas a trabajar en el campo, en la milpa […] pero allí el trabajo es como un «trabajo en serie» es un tipo de trabajo muy diferente y el cuerpo no corresponde «, sobre todo cuando les pagan por producción. que tienen que cosechar por ejemplo 50 cajas […] y las personas cuando van por primera vez sufren muchísimo y les pagan muy poco […] y la gente no está acostumbrada […] otro problema son las condiciones de los alojamientos, son pocas las empresas que tienen condiciones aceptables para tener, que es la mayoría de los alojamientos que no hay condiciones desde suciedad hasta el calor, son alojamientos de madera o de metal y hace mucho calor […] otro problema es que desean colocar un ventilador y no lo pueden tener para refrescarse, pues eso gasta y no tienen permiso […] y hace un calor tremendo, además de los mosquitos, y tienen la comida […] y tienen el problema del agua potable que no es suficiente, no tiene para hidratarse, y para su higiene, para lavar la ropa, bañarse, lavavajillas […] (Entrevista, Natasha, ONG Voces Mesoamericanas, 2018).

Otro punto importante se refiere al carácter de plasticidad del trabajo en un abordaje tratado por Thomaz Junior (2009), tomando en cuenta el constante cambio de labores que marcan los desplazamientos de esos trabajadores provenientes del estado de Chiapas para las más diversas actividades que van desde la construcción hasta el trabajo doméstico, como en el caso de las mujeres jornaleras que también se emplean en el trabajo doméstico en casas de la ciudad de San Cristóbal de las Casas, Chiapas (Figura 1).

Figura 1. Plasticidad del trabajo en Chiapas, México

Fuente: elaboración propia con base en investigación de campo (2018).

De este modo el trabajo migrante agrícola es parte de una economía familiar, que emplea mucha gente. Es decir, campesinos, albañiles, pero también productores de café, algunos hacen trabajo doméstico asalariado, en el caso de las mujeres. En este sentido, no tienen una identidad como jornaleros agrícolas, pues son campesinos, indígenas, y eso está presente desde el origen de esos trabajadores al cultivar los alimentos que les posibilitan desarrollar una serie de aprendizajes en el mercado del cultivo agrícola (Sánchez, 2014) (Fotografía 5).

Fotografía 5. Cultivos agrícolas en Tenejapa, Chiapas

Fuente: investigación de campo (2018).

Esta situación no es diferente de la presentada en las montañas de Guerrero, principalmente en los municipios de Tlapa de Comonfort y Cochoapa el Grande, dado el desarrollo de una serie de actividades agrícolas en los pueblos en que residen los trabajadores migrantes jornaleros agrícolas, destacando el cultivo de maíz, calabaza y frijoles (Fotografía 6).

Fotografía 6. Cultivos agrícolas en Chiepetepec, Tlapa de Comonfort, Guerrero

Fuente: investigación de campo (2018).

En cuanto a los trabajadores de las montañas de Guerrero, una dinámica que llama la atención es la diferenciación de las residencias de acuerdo con las distintas situaciones económicas presentadas por la población, tomando en consideración que buena parte de la población del estado presenta índices de marginación alto o muy alto (Cuadro 3).

Cuadro 3. Índice de marginación de algunos municipios de Guerrero

Municipios Índice de                           marginalización Grado de                                 marginalización
Cochoapa el Grande 4.36321 Muy alto
Metlanóc 3. 11646 Muy alto
Alcozauca 2.74521 Muy alto
Xalpatláhuac 2.50334 Muy alto
Copanatoyac 2.46852 Muy alto
Atlixtac 2.25124 Muy alto
Atlamajalcingo del Monte 1.93278 Muy alto
Tlapa de Comonfort 0.52763 Alto

Fuente: elaboración propia con base en información de la Red de Trabajadores Jornaleros de México (2017).

En los municipios en los que realizamos investigación, podemos observar que éstos tienen indicios de marginación altos (Tlapa de Comonfort) y muy altos (Cochoapa el Grande), también apreciamos los diferentes patrones de residencia de los trabajadores migrantes jornaleros agrícolas: aquellos que tienen éxito viven en casas de adobe; mientras que, los que no lo logran, tienen casas de albañilería a diferencia de los que se desplazan por el territorio nacional (Fotografía 7).

Fotografía 7. Diferencias en el patrón de casas en Tlapa de Comonfort

Fuente: elaboración propia con base en investigación de campo (2018).

Así, las diferentes situaciones y realidades observadas en los tres estados en que pudimos estar presentes, comprenden y nos estimulan a una gama de reflexiones en lo que se refiere a la cuestión migratoria en México, principalmente en lo que se refiere a los trabajadores jornaleros agrícolas y que nos estimulan e impulsan a percibir que entre las similitudes existentes entre la realidad brasileña y mexicana están la sobreexplotación del trabajo y el control social ejercido sobre los trabajadores, y entre las diferencias podemos encontrar las condiciones aún más precarias de supervivencia de los trabajadores en México en los lugares de origen y de destino.

Consideraciones Finales

Lo que pudimos acompañar en la realidad de México nos impulsa a percibir que se amplía cada vez más la precarización y superexplotación del trabajo no sólo en Brasil sino en toda América Latina, y nos impone una serie de cuestiones en lo que se refiere a las perspectivas de enfrentamiento y resistencia de los trabajadores a los mandos y desmanes del capital, con énfasis para el capital agroindustrial en el caso de Brasil, que han dirigido a México una serie de programas y acciones que fragilizan cada vez más la lucha campesina e indígena por la tierra.

Es en relación a esa pléyade de consecuencias, que está el desafío de construir una Geografía del Trabajo en este inicio del siglo, dado que las amarras que sostienen y someten el trabajo al capital deben ser transpuestas, pues nunca fueron tan graves las contradicciones que se materializan en el mantenimiento del metabolismo societario del capital, siendo no sólo sumamente importante, como imprescindible que realicemos una lectura geográfica y territorial del trabajo con fines a no sólo posicionarnos ante el actual estado de cosas, sino también a pensar una alternativa diferente a la que se nos presenta todos los días, que es la del capital.

Sin embargo, para la realización de esta tarea es importante que centralicemos nuestras atenciones hacia la vida en México, ya que ésta expresa una serie de contenidos perversos que se presentan para entender el mundo del trabajo en este inicio de siglo, con las atenciones dirigidas principalmente a los cambios técnico-ocupacionales por los que pasa el capital agroindustrial y los reajustes directos de ese proceso, que intentamos verter en este texto, cambios que pasan por la sobreexplotación del trabajo en los campos agrícolas, incluso con fuerza de trabajo migrante, hasta la enfermedad y descarte de trabajadores y trabajadoras, siendo todo ello, daños directos del actual periodo por el cual pasa América Latina.

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Fecha de recepción: 04 de octubre de 2019.

Fecha de aceptación: 20 de diciembre de 2019.


[1] Estamos leyendo las migraciones del trabajo hacia el capital como un proceso social de gran complejidad, considerando no sólo los sentidos y significados actuantes en tal proceso, sino también los factores que llevan a los sujetos a migrar, aunque sea temporalmente, como es el caso cotejado aquí.

[2] Es importante mencionar que hemos usado seudónimos para preservar la identidad de los trabajadores entrevistados (P=Investigador / E=Entrevistado).

[3] Con respecto al trabajo femenino, Sánchez (2014) destaca que las mismas aprenden nuevas habilidades y duplican sus horas de trabajo, al tiempo que tienen que cuidar a sus hijos, sin obtener el debido reconocimiento ante sus empleadores.

[4] Las entrevistas realizadas fueron autorizadas por las organizaciones y trabajadores citados, en el caso de los trabajadores se optó por utilizar seudónimos en lugar de sus nombres originales.


  1. Maestro en Geografía por la Universidad Estatal Paulista (UNESP), Presidente Prudente Campus-São Paulo, Brasil. Actualmente es estudiante del programa de Doctorado en Geografía en la misma institución. Líneas de investigación: geografía del trabajo con énfasis en dinámicas migratorias y estudios de población. Contacto: fredi.sousuke@gmail.com.

  2. Doctor en Desarrollo Rural por la Universidad Autónoma Metropolitana unidad Xochimilco. Actualmente es Profesor Investigador en el Departamento de Producción Económica en la misma institución. Y profesor Distinguido de la UAM. Líneas de investigación: desarrollo rural, migraciones, luchas campesinas e indígenas. Contacto: concheir@gmail.com.

  3. Doctor en Geografía por la Universidad de Estado de São Paulo (USP). Actualmente es profesor del Departamento de Geografía en la Universidad Estatal de São Paulo (UNESP), Presidente Prudente Campus-São Paulo, Brasil y coordinador del Centro de Estudios de Geografía del Trabajo (CEGeT). Líneas de investigación: geografía del trabajo, geografía agraria y agrohidronegocio cañero. Contacto: thomazjr@gmail.com.