Centroamericanos en tránsito por México en el marco del Plan Integral Frontera Sur: experiencias a mitad del camino

Segunda época, número 11, enero-junio 2021, pp. 29-52.

Fecha de recepción: 11 de septiembre  de 2020.
Fecha de aceptación: 22 de diciembre de 2020.

Autora: Virginia Betancourt Ramos1

Resumen

La fragilidad, precariedad, incertidumbre y violencia que adosa a las variadas experiencias de movilidad de personas centroamericanas que se desplazan por México, ha sido producida, al menos parcialmente, por la implementación de mecanismos de contención como el Plan Integral Frontera Sur, implementado a partir de 2014. Será a través de la breve revisión del uso de la categoría de tránsito que se explica, en parte, la existencia de dicho dispositivo restrictivo que tiene como objetivo detener esta migración, para lo cual se utiliza la experiencia de un menor y de un grupo de doce personas en desplazamiento por la geografía mexicana en el periodo de 2013-2015, quienes vivieron en carne propia los efectos del plan.

Palabras clave: tránsito, Plan Integral Frontera Sur, industria de la migración, violencia, precariedad.

Central Americans in transit through Mexico within the framework of the Comprehensive Plan for the Southern Border: experiences halfway there

Abstract

The fragility, precariousness, uncertainty, and violence that accompany the various experiences of mobility of Central Americans who move around Mexico have been produced, at least partially, by the implementation of containment mechanisms such as the Comprehensive Plan for the Southern Border, implemented from 2014. It will be through the brief review of the use of the category of transit that, in part,  the existence of such a restrictive device will be explained, which are aimed at stopping this migration. To this end will be used the experience of an accompanied minor and a group of twelve moving around Mexico in the period 2013-2015, who lived the effects of the plan in «their own flesh».

Keywords: transit, Comprehensive Plan for the Southern Border, migration industry, violence, precariousness.

Introducción

Fue una coincidencia la que me hizo conocer a Centaurus, un joven hondureño que estaba a dos meses de cumplir veintidós años y cuatro de vivir en el occidente mexicano. Su historia bien podría contarse en episodios de diferentes temporadas pues acumula años de experiencias y miles de kilómetros recorridos en México, como viajero sobre el tren de carga. Salió de Comayagua con apenas once años[1] justo cuando concluyó la primaria y, durante siete años, se empeñó en alcanzar su proyecto migratorio: cruzar a Estados Unidos.

Historias como la de Centaurus hay cientos y, sin embargo, su experiencia de movilidad al recorrer la geografía mexicana conserva ciertas particularidades, dos de las cuales el presente artículo pretende explorar.

La primera corresponde a la noción de “tránsito” en la que se enmarca el caso de Centaurus, niño migrante no acompañado de origen centroamericano y que permite reflexionar acerca del origen, uso e insuficiencia de dicha categoría en la explicación de experiencias como ésta. Igualmente constituye el testimonio de un viaje fragmentado y/o en transitoriedad, sujeto a condiciones de precariedad, vulnerabilidad, peligros y violencia gestados por la ejecución de dispositivos propios de los dominios bionecropolíticos (Camus, 2019) en conjunción con la compleja participación de la industria de la migración que potencia los riesgos y la violencia.

El presente artículo se inscribe en la línea de trayectos de la población migrante en contextos de precariedad y violencia. Pertenece al campo de conocimiento sociológico y busca reflexionar, a partir de la experiencia migratoria, el uso de la categoría de tránsito y sus implicaciones, así como el evidente proceder necropolítico del Estado mexicano que “abandona sistemáticamente los derechos internacionales en nombre de la seguridad” (Butler, 2020: p.19) y se empeña en controlar, administrar y ordenar estos flujos de migrantes irregulares entre el peligro latente que corre el cuerpo,  frente a la violencia y vulnerabilidad propia y de los espacios recorridos.

También muestro algunos resultados de una investigación previa que llevó por nombre “Centroamericanos irregulares en México: las prácticas de migrantes en tránsito” desarrollado en torno a las estrategias de desplazamiento en los albores de la implementación del Plan Integral Frontera Sur (PIFS). Resultados que vincularé con una entrevista de tipo semi-estructurada que realicé a Centaurus en 2020, como parte del trabajo de campo de una investigación en curso, en la que recupero la historia y algunas experiencias de un niño migrante hondureño no acompañado que realizó cinco diferentes intentos de cruzar a Estados Unidos, entre 2009 y 2016. Viajes que se enmarcan dentro los efectos de la crisis financiera de 2008 y las repercusiones del PIFS, ejecutado por los representantes del Estado mexicano, en el segundo semestre de 2014.

El artículo se compone de tres momentos. Comienza con una breve contextualización acerca del “tránsito” de migrantes centroamericanos en México y aborda elementos acerca de la ruta migratoria más larga del país. Esta primera parada posibilitó reflexionar y proponer la segunda parte acerca de la categoría de tránsito, su construcción y sus implicaciones objetivas en el diseño de medidas estatales para configurar a esta población de paso. Finalmente, se analizan los trayectos en condiciones de violencia y peligro, auspiciados por los agentes del Estado mexicano de la industria de la migración.

Notas metodológicas y material empírico

La evidencia empírica la obtuve a través de la realización de doce entrevistas semiestructuradas, entre 2014 y 2015, a migrantes de origen centroamericano que asistían a recibir ayuda humanitaria a los albergues FM4 Paso Libre A.C., en Guadalajara, y El Refugio en Tlaquepaque, Jalisco, México. Tras un viaje que les había llevado un periodo aproximado de 20 días desde que salieron de su lugar de origen, atravesaron la sui generis y porosa frontera sur de México, caminaron, hicieron rait y se transportaron sobre los vagones del tren de carga que recorre sobre rieles el occidente mexicano.

Las preguntas versaron acerca de las situaciones y necesidades vividas durante su experiencia migratoria a lo largo de esa primera mitad del recorrido, es decir, desde la frontera sur hasta su arribo al espacio correspondiente a la Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG). Las entrevistas fueron realizadas a hombres migrantes centroamericanos, principalmente de nacionalidad hondureña.[2] Las características de la ruta y quienes la transitan ocasionaron una “involuntaria sobrerrepresentación” (Arriola, 2012: p. 203) masculina[3] de un grupo de adultos jóvenes con edad promedio de 29 años, en etapa reproductiva.

En este ejercicio asumí que todos los centroamericanos estaban de tránsito y por ende “todos” compartían la condición migratoria irregular, igualmente pasó con la idea preconcebida del destino común: Estados Unidos. Dichas premisas esencializantes quedarían expuestas y desdibujadas en los resultados pero, en ese momento no lo reflexioné debido a que concentré mi interés en las estrategias y no en las particularidades de la movilidad. De tal manera que participé engrosando las producciones científicas de una moda intelectual (Collyer y de Haas, 2012) y reforcé la categoría de manera acrítica, ahistórica, sin considerar los enfoques y vínculos con la política estatal. Por ello este espacio constituye la posibilidad de reivindicar algunas de las faltas cometidas en contra de la epistemología.

Antecedentes de la migración de tránsito

El tránsito de personas de origen centroamericano por México no es un fenómeno reciente, su presencia existe “desde la década de los años ochenta, cuando los flujos procedentes de Centroamérica arribaban a México, en busca del estatus de refugiado o con la intención de llegar a los Estados Unidos para escapar de las atrocidades de las guerras civiles de la época” (González y Aikin, 2015: p. 84), escenario regional recrudecido con las consecutivas crisis: social, política, económica y ambiental de la región.

Así es la realidad en Centroamérica: las fracturas provocan marginaciones y segregaciones, y la gente marginada y segregada busca colarse por los resquicios sociales, por las grietas de la sociedad, en donde se filtran en la desesperada búsqueda cotidiana del sustento. La migración, precisamente ha sido uno de los modos en que los centroamericanos han aprendido a infiltrarse por los entresijos, tratando de escapar de las muchas marginaciones a las que han sido confinados (Rivas, 2014: p. 74).

Sucesos como la “masacre” del Rancho de San Fernando, Tamaulipas, ocurrida en agosto de 2010 por una banda criminal que asesinó brutalmente a 72 migrantes provenientes principalmente de Centroamérica; la crisis humanitaria que representó el flujo de niños, niñas y adolescentes migrantes no acompañados (NNACMNA)[4] en el primer semestre de 2014 en que según la Unidad de Política Migratoria Registro e Identidad de Personas (UPMRIP) se detuvieron un total de 23 mil 99 NNACMNA[5](UPM, 2017), fue además el año en que se aprobó el Plan Integral Frontera Sur (PIFS)  y se adosó con el arribo de diferentes oleadas de migrantes cubanos que, en 2015, se movilizaron tras la distensión de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Flujos repetidos en 2018 y 2019 debido a la liberación de permisos de salida de la isla.

Para 2015, México fue escenario de llegada para miles de haitianos cuya meta era cruzar la frontera para solicitar refugio o acogerse al estatus temporal protegido vigente en ese momento. También se sumaron las diferentes “caravanas centroamericanas” acontecidas desde finales de 2017, continuadas en 2018 y 2019 y que, según Durand (2020), colapsaron el sistema de acogida y solicitud de refugio en Estados Unidos en conjunto con las reformas en materia de política migratoria que gestó la llegada de Donald Trump a la presidencia del país vecino, y las recientes condiciones derivadas de la contingencia sanitaria por Covid-19, por la que hubo que cerrar las puertas de los albergues mientras se ha tenido que organizar el listado de espera informal forzando a cientos de migrantes en tránsito  a una inadmisible inmovilidad y larga e incierta espera del lado la frontera mexicana.

Dichos eventos atrajeron la mirada internacional y nacional de actores no estatales, investigadores, periodistas, sociedad civil, organizaciones no gubernamentales, etcétera, quienes señalaron puntualmente la vulnerabilidad, es decir, el estado de fragilidad con que los migrantes centroamericanos atravesaban el país y cuestionaron el ambivalente papel de los representantes del estado mexicano que, por un lado, constreñía punitivamente con mecanismos de control a la población del flujo como sucedió con la puesta en escena del PIFS y; por otro, adoptaba una actitud de irrestricto respeto a los derechos humanos a través de la asistencia, ayuda humanitaria y la solidaridad. A la par, señalaron las difíciles condiciones del viaje, la heterogeneidad de experiencias y proyectos de la población que engrosaba este flujo de migrantes que atravesaban la geografía mexicana con el supuesto objetivo de llegar a Estados Unidos.

Estos desplazamientos desbordaron opiniones a favor y en contra y produjeron la captura de trágicas escenas de secuelas por viajar de manera irregular, desprovistos de ciudadanía sobre fríos e inseguros vagones, arropados por situaciones de riesgo derivado de las condiciones sociales y económicas del origen y espacio de tránsito al cual estaban expuestos.

El tren de carga, como principal medio de transporte, se erige como una regularidad del viaje. Pero no se crea que esos 400 mil migrantes (Astorga, Hernández y Ramos, 2019: p. 49) que refieren las cifras oficiales como población en tránsito utilizan el tren de carga.[6] Al respecto la Encuesta sobre Migración en la Frontera Sur (EMIF) reportó que sólo 16.5% de centroamericanos lo utilizó mientras que el restante 83.2% utilizó autobús o camioneta.

Lo antes expuesto permite acotar a la población centroamericana que utiliza alguna de las tres rutas migratorias —definidas a partir de su conexión con la red ferroviaria—, se trata de la ruta del Golfo, el Centro y Pacífico. La primera atraviesa Veracruz y Tamaulipas y se considera la vía más violenta pero también la más utilizada,[7] quizá por ser la más rápida, aunque costosa, porque los grupos criminales controlan, ordenan y conducen estos cruces al mercantilizar al migrante y adoptar el coyotaje como parte de sus servicios dentro de los márgenes de la compleja “industria de la migración” (Basok, Belenger, Rojas y Candiz, 2015).[8]

Sin duda se trata de una ruta violenta que algunos centroamericanos evitan utilizar. Sin embargo, las notables cifras de coyotaje posibilitan relacionar los cruces en ciudades fronterizas de la ruta y la contratación de este servicio pues, del total de personas de 18 años devueltas a Guatemala, Honduras y El Salvador por Estados Unidos y que cruzaron la frontera en el último año, 57.7% de centroamericanos pagaron pollero para cruzar a los Estados Unidos, un promedio de $43,311 pesos, y un 40.9% del total pagó coyote para cruzar México, con un costo aproximado de $66,841 pesos (EMIF, 2020). Lo que permite conjeturar que es una ruta violenta para todo aquél que la recorre sin recursos y redes que sostengan los costos.

El anterior escenario posibilita comprender cómo la ruta correspondiente al occidente mexicano adquiere importancia en el análisis de esta movilidad moderna que, a decir de Heyman (2012), favorece al capital y a los productos básicos, no así a las personas. Se trata de una movilidad no privilegiada a la que hay que desincentivar de su proyecto y muchas de las veces “esta implicará un costo, un riesgo, una preocupación, un sufrimiento y hasta la muerte” (Heyman, 2012: p. 433).

Ruta Pacífico

La literatura existente acerca de las personas migrantes de origen centroamericano y mexicanos del sur señala que “siempre transitaron por la Zona Metropolitana de Guadalajara, desde hace 20 años los vecinos de las colonias ubicadas cerca de las vías del ferrocarril recuerdan haberlos visto, no sólo en Guadalajara, sino en diversos lugares del país son llamados como trampas (FM4 Paso Libre, 2013, pp. 11-12, énfasis nuestro)”, desde entonces identificados por ir trepados sobre el tren de carga.

La visibilidad mediática de esta ruta ocurrió en los últimos años, notablemente a partir de 2010, cuando los migrantes cambian el itinerario por el incremento de la violencia en las rutas del este de México. Entre 2008 y 2014 se observó un incremento en los flujos de migrantes mexicanos y centroamericanos que pasan por el occidente. Aunque el tránsito por la ruta ha descendido en comparación con las otras, en términos absolutos, ha incrementado (González y Aikin, 2015) además, esta visibilidad cobró real importancia debido a que era cada vez más frecuente su estacionalidad, es decir, podían permanecer meses o años en espera de  mejores condiciones para continuar su travesía(Astorga, et al., 2019).

La ruta occidente es la más larga, con sus “4,137 kilómetros de sur a norte, hasta la última estación en Mexicali, es percibida lo mismo por las personas migrantes que por organizaciones de la sociedad civil, como la menos insegura (Astorga, et al, 2019, p. 94, énfasis nuestro)”. Parte desde Irapuato, Guanajuato, avanza por Jalisco, Nayarit,  Sinaloa y finaliza en Sonora o Baja California (González y Aikin, 2015). La ruta se divide en tramos, uno de ellos es el que va de Irapuato, Guanajuato, hacia La Piedad, Michoacán; el siguiente, a partir de esta localidad hacia Ocotlán, en Jalisco; a partir de ahí y hasta la ZMG se extiende el tramo denominado el corredor ferroviario de Occidente (Astorga et al., 2019).

El camino es básicamente unidireccional desde Irapuato hasta Santa Ana, Sonora, donde se bifurca en dos direcciones: a Nogales y a Mexicali. Los migrantes que optan por viajar hacia Mexicali, deciden bajarse del tren en Caborca y llegar caminando o en autobús a Altar, Sonora, donde pueden esperar para buscar un coyote que los lleve a Sásabe. Otros se dirigen hacia Sonoyta, Sonora, en busca de un cruce solitario o asistido, mientras otros se van a Mexicali (González y Aikin, 2015).

Mapa 1. Ruta de tránsito migratorio por el Occidente de México

Fuente: González y Aikin (2015: p. 92.)

La extensión total de red ferroviaria con que cuenta Jalisco alcanza 1,180 kilómetros, de los cuales, 180.8 kilómetros pertenecen a particulares. Ésta abarca alrededor de 61 kilómetros en la ZMG, sus vías cruzan por en medio de la ciudad atravesando cinco de los seis municipios que la integran: Zapopan, Guadalajara, Tlaquepaque, Tlajomulco de Zúñiga y El Salto. De igual modo las vías pasan por 48 colonias de niveles económicos diversos (González, 2016b). [9] Como ciudad de paso, Guadalajara y su zona metropolitana[10] concentran diversas modalidades de migración además de constituirse como un importante centro de desarrollo económico, ideológico y cultural del país y es sede del intercambio comercial en la región (Betancourt, 2017).

A dicho antecedente se suma un elemento constituido que Basok et al., (2015: p. 18) denominan “agentes no estatales” como actores que también facilitan el movimiento de personas a través de la frontera y que participan en el control de la migración, tales como organizaciones de apoyo, de información gratuita, asistencia y promoción a quienes se identifica con el apoyo humanitario, involucrados en la industria de la migración, por razones no lucrativas.

Tránsito: categoría política e insuficiente

Cortázar creía que debemos ser conscientes del lenguaje que empleamos a la hora de describir el mundo, pues está plagado de significados inconscientes, historias sociales, un legado de lucha y sometimiento (Butler, 2020: p. 37).

Historias como la de Centaurus permite pensar en el uso e insuficiencia de la categoría de tránsito. Surgido en Europa y vigente desde hace aproximadamente tres décadas alude a un proceso particularmente lineal, ya que vislumbra un punto de salida, el viaje, la llegada y algunas veces el regreso, toda vez que se cumple el proyecto migratorio. Un proceso que hace uso de categorizaciones dicotómicas: legal-ilegal, temporal-permanente, origen-destino, emigrante-inmigrante, nacional- internacional, forzada–involuntaria, etcétera.

La migración de tránsito constituyó parte del discurso de organizaciones internacionales que la asociaron con la migración ilegal, el crimen organizado y el asilo, lo que contribuyó a que se percibiera al tránsito como una amenaza de población no deseada (Düvell,2006), sobre la que los países involucrados, principalmente los de tránsito y destino, arremeten en contra a través de la eficacia del discurso de “seguridad nacional” y dispositivos que castigan a estos migrantes no privilegiados que no acreditan su condición de estar de paso y que están determinados más allá de sus intenciones —constantemente reevaluadas—, deseos, motivaciones  y planes por políticas  que reconfiguran la realidad.

El uso de la categoría de tránsito, explicativa de esta modalidad de movilidad y supeditada a la formación actual del Estado-nación y del poder ejercido sobre el territorio (Collyer y De Haas, 2012), funge como elemento del discurso político para el control y administración de esta movilidad y ha servido para homogenizar las experiencias migratorias de la población africana, así como ha sucedido con las experiencias de centroamericanos que atraviesan México, ya que se asume, en el primer caso, que los africanos subsaharianos que se desplazan al norte de su país tienen como “única” intención ingresar a la Unión Europea, así como se cree que Estados Unidos es el destino exclusivo de  personas migrantes que integran cuantiosos flujos provenientes de la franja central.

Sin embargo, se trata de un grupo minoritario el que ingresa en calidad de tránsito. A decir de Collyer y De Haas (2012), los africanos irregulares en tránsito entran a Europa de manera legal y posteriormente se quedan más tiempo del permitido. A este ingreso le antecede un viaje trans-sahariano que se realiza por etapas durante tiempo indefinido, a menudo estos migrantes, así como los refugiados se establecen temporalmente para trabajar y ahorrar, tal como sucede en Libia, Argelia y Mauritania que son destinos por derecho; lugares donde es posible que terminen estableciéndose mientras que otros deciden no aventurarse a entrar a Europa y se instalan en otros destinos de África que les representan una “segunda mejor opción”.

Lo anterior ya permite reconfigurar la idea fija acerca de la geografía de tránsito como espacios dinámicos y movibles, no sólo como lugar de paso sino como destino temporal y/o permanente (Nájera, 2016).

La categoría de tránsito por su origen supone limitaciones, ya que al ser una construcción política moldeada por el Estado es también responsable de trazar los lineamientos y las características del fenómeno, lo que ocasiona una clara división entre los que tienen y no cabida en el término, sin considerar sus particulares experiencias y proyectos.

Éste no será el espacio para desarrollar a detalle la categoría, sino que al considerar su origen y aplicación traslapada a nuestra región que adoptó y replicó la propuesta, se observa la articulada relación entre un “fenómeno en constante evolución […] de un fenómeno teóricamente escurridizo” (Arriola, 2012: p. 198). Las medidas como la securitización y el reforzamiento de la frontera vertical en México son elementos que guardan relación con dispositivos administrativos que actúan sobre los cuerpos de personas que no son administrables, ni controlables. Precisamente aquéllos que no se adhieren a los regímenes instituidos son sujetos de medidas restrictivas que tienen el objetivo de desincentivar la migración y sobre los que se ilustran las repercusiones de los efectos de transitar fuera de la norma, de hacerlo asumen su exposición a ser perseguidos, asegurados, detenidos, devueltos, violentados, acosados y más riesgos que irrumpen contra su vida, contra la idea de una “vida vivible” es decir,  de una vida despojada de la violencia, libre de ejercer derecho. Una que permita que la persona quiera la vida que le ha sido dada para vivir (Butler, 2020, pp.40-41).

Centaurus con “c” de cinco viajes

Comayagua, Honduras, es atravesada por grandes montañas y es la ciudad natal de Centaurus, el mayor de cuatro hijos varones. Con 21 años me contó su historia de movilidad por México, transitando y donde ahora vive desde hace casi 4 años. Se fue porque —asegura— Comayagua “es muy peligroso […] hay muchos pandilleros y siempre traen conflictos entre ellos, sí o sí, y es muy inseguro salir a las calles […] muchos problemas, falta de trabajo, problemas con muchas personas, también problemas en mi familia” (Centaurus, entrevista, Zapopan, Jalisco 2020). Esta reflexión dista de la causa que rememora al preguntarle qué pasaba por su cabeza a los 11 años cuando salió por primera vez, recuerda que: “miraba a los demás niños […] en sí  era mucho mi ambición, miraba a los demás niños que tenían cosas que yo no tenía y […] como éramos pobres  pues también por eso me daba mucho pesar ver a mi familia sufriendo y ver que no podíamos hacer nada para salir por lo que estábamos pasando” (Centaurus, entrevista, Zapopan, Jalisco 2020).

Salió motivado por el deseo de tener en su poder esas cosas que los otros consumen y que moldean el mercado. Aunado a escapar del dominio familiar, la primera salida representa, además de asombro por la edad, un viaje carente de percepción de riesgo, información y recursos. Será el primero de cinco viajes.

Su trayecto es muestra del tránsito que refiere un desplazamiento entre varias fronteras que integran el “sistema migratorio regional” (Nájera, 2016: p. 255) para llegar al destino previamente determinado y compartido por muchos centroamericanos. Salió de Comayagua, atravesó Guatemala y México para después intentar cruzar. Apenas había terminado la primaria cuando sin avisar, salió solo, sin dinero y sin documentos. Se acompañó de otros migrantes que como él emprendían el viaje al “sueño americano”, diversos tipos de migrantes con “posiciones desiguales en la dinámica social y que viven experiencias diferenciadas” (Nájera, 2016: p. 258) que implican necesidades específicas. Dentro del grupo de NNA, él no fue enviado por sus padres a Estados Unidos, sino que, pertenece al grupo de menores que sale de su lugar de origen por interés propio.

Las causas de salida del grupo de las doce personas[11] no corresponden exclusivamente a causas económicas como la pobreza, escasez de trabajo, bajos salarios, etcétera, sino también a los efectos que genera la violencia en sus lugares de origen, observada a modo de inseguridad, persecución, amenazas, asesinatos, secuestro, robo. Lo que obliga a la búsqueda urgente por salvaguardar la vida. Sumándose a la lista de causas la reunificación familiar, la rebeldía y el “verano” —sequías semestrales que azotan al campo centroamericano y desvalijan los modos de subsistencia de muchas familias (Betancourt, 2017).

Centaurus aseguró que esa primera vez, en 2009, “fue muy fácil, el tren viajaba bien despacio, la mayoría de personas te apoyaban, o sea, tanto las que iban en el tren como las que te encontrabas en el camino” (Centaurus, entrevista, Zapopan, Jalisco 2020).  Situación que cambió sustancialmente a partir del tercer intento.

Viajes fragmentados, viajes en continuum

Ya que la categoría tránsito refiere a una minoría, es decir, a un reducido grupo de personas extranjeras que comprueban su internamiento regular en el país para transitar por tiempo definido y con un destino fijo. Da cabida a pensar en propuestas como la de Collyer y De Hass (2012) como un intento conceptual por definir los procesos de la población migrante que ingresa en condición irregular y que está sujeta al cambio de una categorización a otra, es decir, que no sólo está de paso sino que puede establecerse, regularizarse (inmigrado), asentarse temporal o indefinidamente en la geografía de paso (transitoriedad en espera),  quedándose definitivamente (residente) o apostando por continuar su movilidad a destinos móviles, que no precisamente se corresponden con el proyecto inicial y tampoco se definen por su condición migratoria.

El/los viaje(s) fragmentado(s) contemplan un proceso de cambio en que se consideran la variedad de experiencias y proyectos migratorios que advierten la no proyección de un futuro. Estos viajes toman años y se realizan en etapas, sin puntos fijos finales (Basok et al., 2015) o como lo señala Düvell (2008) la migración de tránsito se sumerge en procesos, continuos, inacabados y a menudo con final abierto.  Esta propuesta integra al asentamiento temporal de los centroamericanos que ya no se dirigen únicamente a Estados Unidos, sino que ven en la geografía mexicana una posibilidad para estar y quedarse temporal o permanente. Materialmente “aquí” pero mentalmente “allá”, en un reflejo claro de la coexistencia de la movilidad en la inmovilidad y viceversa, al respecto Basok et al., (2015) refieren “two co-exist: migrants continue to plan and prepare for their journeys while in fact they are (al least temporarily) inmovilized” (2015, p: 88) [12] y que coincide con la apuesta conceptual de “transitoriedad” propuesta por Arriola (2012).

Ambas se muestran flexibles a las diversas experiencias, trayectos, destinos móviles e indefinición del plan a futuro. Contemplan el establecimiento y asentamiento indefinido con la posibilidad de permanecer en espera, materialmente aquí, aunque mentalmente en otro sitio. Arriola sugiere pensar en categorías fluidas como parte un continuum, donde la aproximación al fenómeno sea “de-proceso” (procesual), en marcha, versátil (2012: p. 197).

La política migratoria como mecanismo que intenta regir y controlar la población irregular que atraviesa el país a través de la securitización, no ha detenido el flujo, pero sí ha gestado condiciones adversas a esos desplazamientos, contrario a lo sucedido con mexicanos y centroamericanos que iban de camino al norte referidos por González y Aikin (2015) y que coinciden con formas de movilidad más temprana (Collyer y De Haas, 2012).

Este par de propuestas conceptuales permiten explicar al fenómeno con sus recientes características que se conjugan con el contexto político y social, que diversifica las experiencias y supone repensar en la construcción de marcos más amplios y flexibles. Por ello, en lo subsecuente, me podré referir a transitoriedad o viajes fragmentados indistintamente. He dicho previamente que Centaurus emprendió cinco intentos de cruce por México para llegar a Estados Unidos y, aunque ya de por sí el uso del tren de carga suponía riesgos, el PIFS recrudeció las condiciones. El material que enseguida expongo corresponde a esta experiencia y a la del grupo de las doce personas, pues su cruce coincide con la ejecución de dicho plan. Para ello, y con fines ilustrativos, presento de forma esquemática generalidades de la transitoriedad de Centaurus como menor no acompañado, al que le llevó siete años y cinco intentos sobre el tren (cuadro 1). Movilidad que se encuentra en espera ya que ahora vive asentado con el amparo de protección internacional en Guadalajara (estar aquí) mientras su proyecto migratorio con destino en Canadá continúa vigente (condición mental).

Cuadro 1. Transitoriedad de Centaurus como menor migrante no acompañado

Acerca del destino proyectado por este grupo, 33% refirió a Estados Unidos, 42% desconocía a dónde viajaba y 25% externó su intención de quedarse en  México, específicamente cerca de algún punto de cruce; concretamente en Altar o Hermosillo en Sonora y Tijuana o Mexicali en Baja California, donde planeaban trabajar y mantenerse cerca de la posibilidad de cruzar en cuanto mejoraran  las condiciones, es decir, contar con la seguridad y conocimiento de la ruta que utilizarán para cruzar la frontera norte, así ahorrar para pagar coyote —en caso de considerarlo opción— y/o trabajar para enviar dinero a su lugar de origen. Se ve como un tiempo de preparación, de una espera necesaria para generar condiciones de un cruce exitoso.

Plan Integral Frontera Sur y la transitoriedad centroamericana: vulnerabilidad y violencia

El PIFS “es el producto más reciente de lo que constituye una serie de políticas fragmentadas, discontinuas, incoherentes y muchas veces improvisadas con un manejo del tema de la migración no autorizada en la frontera sur del país desde la óptica […] securitizada […] una medida temporal no una forma de buscar solución permanente a un problema de larga data” (Arriola, 2018: pp. 30-31).

Cuantitativamente demostró la capacidad estatal para frenar los flujos de personas migrantes centroamericanas a través del copioso número de detenciones alcanzadas en un corto periodo. Doce meses antes de la aparición de este Plan se contabilizaron 47,368 detenciones y a un año de implementar el mecanismo, julio de 2014-junio de 2015, el número de detenciones ascendía a 93,613 (Castañeda,2016: p. 3), duplicando la cifra de 2013 y consolidando así la supuesta efectividad de esta política disuasiva implementada bajo un régimen de fronteras restringidas (Sassen, 2015) que, por un lado, permea el paso de un tipo de migrantes  y, por otro, las refuerza volviéndolas impenetrables para imposibilitar el paso de otros.

A las detenciones se sumaron prácticas, que no son nuevas pero que se volvieron recurrentes, como el soborno, la extorsión, el cobro de cuota para viajar en los vagones del tren, particularmente, en tramos de estados del sureste mexicano como Tabasco y Veracruz. Además de los asaltos, robos, persecuciones, golpes, descargas eléctricas y los accidentes causados por el notorio aumento en la velocidad del tren de carga que se traduce en caídas, volcaduras, mutilaciones, atropellos y la muerte. Esto último permite recuperar lo desarrollado por Mbembe al afirmar que la disciplina y obediencia están siendo sustituidos por “tecnologías de eliminación” (Estévez, 2018) y, en ese sentido, es que la actual política migratoria se erige como dispositivo de muerte.

¿Puede la política migratoria fungir como un mecanismo de muerte? en efecto, el PIFS resultó ser un dispositivo en detrimento y exposición del cuerpo y de la vida de los centroamericanos en movilidad, aunque en el discurso se abrazara de la cuestionable idea de protección. Los migrantes con experiencias previas de cruce ignoraban su nombre, pero habían atestiguado cambios desde el internamiento y desplazamiento en el sur de México a partir de 2014, señalaron mayor dificultad para transitar, así como mayores riesgos. Reconocieron que en el cruce de la frontera sur hubo “más” agentes de migración, mayor vigilancia, más retenes.

Persecuciones con una “chicharra eléctrica” en mano, nombre que le dio al aparato el guatemalteco que recibió las descargas mientras intentaba subir al tren.  Igualmente notaron cercadas las estaciones con mayor vigilancia, pero, sobre todo, el desajuste en los horarios y días de salida del tren, lo que ocasionó el retraso del viaje por varios días y algunas veces mermó las ganas de seguir.

El aumento de la velocidad del tren fue más evidente en el sur desde el cruce de la frontera de México hasta Apizaco, era difícil abordarlo, y hubo accidentes que resultaron mortales. De ahí el camino hacia arriba era tranquilo, ese que corresponde a la segunda mitad del camino en que, dijeron, les va bien porque la vigilancia disminuye y el viaje se relaja (Betancourt, 2017).

El discurso del PIFS adoptó una postura en favor de los derechos humanos del migrante, mientras que los centroamericanos eran recibidos en la frontera sur con inesperados retenes, mayor vigilancia y por más tiempo en los 12 puntos de internamiento, 10 en Guatemala y 2 en Belice, lo que significó un mayor número de agentes de migración ya que el carácter de esta política consistía en contener los flujos irregulares en tránsito migratorio y cuidar la seguridad de la frontera sur, de las vías y de los migrantes.

Una vez más la movilidad de cientos de personas originarias de los países del norte de la franja centroamericana estaba siendo criminalizada, perseguida, señalada por su lugar de procedencia, por su apariencia, por su particular forma de hablar, por su color de piel, por migrar tras ser forzados a salir de sus lugares de origen.

La vulnerabilidad que les acompaña se debe a cuando las personas enfrentan amenazas a la vida o al sustento y no tiene más remedio que abandonar sus comunidades y países de origen (Wolf, 2020), en busca de salvaguardar la vida, una vida digna y segura.

Estos viajes en transitoriedad pueden ser analizados con las implicaciones generadas por las condiciones de la geografía de tránsito, el riesgo de la detención,[13] la ausencia de documentos, la violencia y peligros de transitar. Centaurus, al igual que el grupo de las doce personas, carecían de condición migratoria regular. Salvo por un guatemalteco de 37 años a quien le fue otorgada protección internacional ya que, en 2015, tras ser atacado a machetazos por un grupo delictivo que intentó asaltarlo en Oaxaca, se hizo acreedor a una visa por razones humanitarias que le permitió transitar de manera regular (Betancourt, 2017).

De tal manera que a la vulnerabilidad que se gesta en el origen se adosa la provocada por la condición de irregularidad que dota a esta movilidad en un constante peligro e inseguridad, es decir, en un riesgo que afronta el individuo o una familia a perder la vida, bienes y propiedades o su sistema de sustento, ante una posible catástrofe, dicho nivel guarda correspondencia con el grado de dificultad para recuperarse (Pérez de Armiño, 2009) y al cual, durante el viaje, se adhieren situaciones de amenaza que pueden ser incidentales y situacionales. Las primeras son de tipo básicas, que emanan del entorno natural y social, son eventos de diferente tipo producidos en la zona y que no están directamente dirigidos a las personas pero que les puede afectar; mientras que, los situacionales, son los que la presencia del individuo provoca hostilidad, agresión y violencia (Hjorth, 2018).

La Organización Internacional de las Migraciones (OIM) define la migración irregular como “la que ocurre fuera de las reglas y procedimientos que guían el movimiento internacional ordenado de personas” (OIM, 2010a), también es identificada con personas que se desplazan al margen de las normas de los Estados de envío,  tránsito o recepción (López,  2011: p. 97), lo que supone un entramado de mecanismos aplicados directamente por elementos del Estado mexicano que  adopta agresivas medidas consulares para servir de escudo a la emigración hacia Estados Unidos (Bolaños, 2009).

Para el tercer intento de cruce realizado en 2013, con apenas quince años de edad, Centaurus fue víctima de la violencia aguda extendida en algunas regiones de México, la causa fue que no cargaba dinero para pagar la cuota de 100 dólares cobrada para subir al tren, impuesta por el crimen organizado extendido entre Tabasco y Veracruz.

[…] me quisieron asaltar. Miré que mataban personas y en una ocasión me iban a cortar las manos y llegó una persona, no sé quién era, pero como que era el líder de los demás y les dijo que me dejaran, que estaba muy chavo y que no traía nada, como problemas. Nos querían asaltar […] (Centaurus, entrevista, Zapopan, Jalisco, 2020).

En el cuarto intento Centaurus en compañía de un primo, se disponía a cruzar la frontera sur como las tres veces anteriores, pero en esta ocasión la porosidad era custodiada por agentes, policías mediante medidas contundentes de bloqueo de la frontera a la par de la disuasión a través del daño al cuerpo de parte del aparato institucional. Recuerda que:

[…] queríamos cruzar por la aduana, pero no nos dejaron por ser menores de edad y tuvimos que rodear por arriba, rodeamos la aduana por un cerro que hay, y hay muchos pantanos y nos asaltaron en el cerro; nos quitaron el dinero y los zapatos y salimos sin zapatos al otro lado y de ahí caminamos varios días […] la policía de Guatemala también en una ocasión nos paró y nos golpearon,  después dijeron que era un error y nos soltaron, pero varias ocasiones nos detuvieron […] (Centaurus, entrevista, Zapopan, Jalisco, 2020).

Desde la salida viajaron desprovistos de recursos y redes sólidas de apoyo y por ello tuvieron que caminar a la estación de tren próxima para luego trasladarse en el tren de carga como principal medio de transporte en dirección al norte, para entonces el peligro forma parte del viaje y se potencian los riesgos.

Los peligros del tren

Como parte del plan se reforzaron las vías para asegurarlas y se distribuyó mayor patrullaje; sustituyeron los rieles de bajo calibre,  instalaron 175 mil  durmientes de concreto, colocaron candados antirrobos, soldaron rieles y adquirieron 12 vehículos de tipo “hirey”, es decir, camionetas doble cabina con batea capaces de trasladarse en los vías del tren con comunicación satelital. En otras palabras, este plan aseguraba vagones y la maquinaria mientras impedía la movilidad de centroamericanos mediante el alto número de detenciones.

En su último intento Centaurus relata que un muchacho se subió y se sentó en una muela —unión entre dos vagones—, “le dijimos que no fumara, que ahí el tren cuando iba saliendo, siempre frenaba y volvía a arrancar y pega unos golpes bien feos […] y se cayó. El tren se frenó y él se cayó y lo quisimos ayudar, pero ya el tren le había pasado por encima”. En 2016 recapitula:

[…] la verdad es que esta vez fue muy difícil, en el camino tuvimos varios […] bueno un tren se descarriló. No mató a nadie y tuvimos que caminar desde Chontalpan hasta Coatzacoalcos. De Coatzacoalcos, tomamos un tren, nos dejó dos kilómetros adelante, nos tuvimos que bajar y caminar hacia Tierra Blanca […] caminaron como unas 200 personas y llegaron todas a Tierra Blanca, ya de ahí tomamos el tren y todas las 200 personas se subieron al tren. Adelante hay unas cañeras y estaban como unas 20 patrullas de migración y pararon el tren, comenzaron a subirse a los vagones. La gente comenzó a correr, se tiraban desde arriba. Agarraron casi a la mayoría y pus el tren comenzó a salir y como estaban a la orilla del tren los de migración, entonces el tren comenzó a salir vacío (Centaurus, entrevista, Zapopan, Jalisco, 2020).

Las vías ferroviarias fueron sede del montaje de operativos concentrados en la detención de centroamericanos que, tras ser presentados y alojados en las estaciones migratorias, fueron devueltos —por retorno asistido o deportación— a sus lugares de origen. Las detenciones aumentaron, principalmente en Chiapas, seguido de Oaxaca. Estos operativos agravaron la condición de vulnerabilidad de los migrantes por la forzada exposición a delitos cometidos en su contra: desapariciones, asesinatos, violaciones, mutilaciones, trata y tráfico de personas, secuestro, extorsión, etcétera (Betancourt, 2017). Según datos generados por El Colegio de la Frontera Norte (COLEF) un tercio de estos delitos son cometidos por agentes del Estado o vinculados con las autoridades del INM, las secretarías de Marina y de la Defensa Nacional, policías municipales, estatales, el resto corresponde al narco y las pandillas (COLEF, 2016). Por tanto “algunas instituciones, formales e informales, incluidos el gobierno y la policía, los propios cárteles, están implicadas en la reproducción social de la violencia” (Butler, 2020: p. 49).

Al ingresar a México, el grupo de las doce personas, desconocía el PIFS, sin embargo, tuvieron que evitar puestos de revisión y sortearon los peligros geográficos caminando por varios días en  lugares desconocidos, se adentraron en el monte y cerros donde a veces permanecieron escondidos todo el día y durmieron a la intemperie[14] pasando frío y hambre, con los pies hinchados por los largos recorridos o con torceduras, heridas y/o ampollas, otras veces deshidratados o sorprendidos por las lluvias. Peligraron por la mordida, piquete o ataque de algún animal y sobre el tren la exposición prolongada a los rayos del sol les ocasionó quemaduras.

Algunos migrantes del grupo conocieron de los peligros del camino por experiencias ajenas al atestiguar violaciones a mujeres y menores, mutilaciones, muertes accidentales y aquéllas provocadas por los criminales que tiran a los migrantes del tren en movimiento, además de los secuestros. Directamente conocen de las extorsiones de la policía federal, la persecución, el robo y soborno de parte de funcionarios públicos que amenazan con reportarlos o detenerlos, de tal forma que su proyecto migratorio se trunque y desistan o tengan que volver a comenzar, como sucede tras la detención y deportación a su lugar de origen “la participación de estos actores tiene, mucha de las veces, el objetivo de frustrar el camino, dañar y/o aprovecharse ante el notable uso de poder otorgado por la institución que representan” (Betancourt, 2017: p. 98).

El siguiente extracto pertenece a un guatemalteco que a temprana edad cruzó a Estados Unidos, después de una década fue detenido, encarcelado y deportado. Regresó a Guatemala, pero quiere reencontrarse con sus hijos por eso ha emprendido una vez más el viaje. El día que lo entreviste me mostró las huellas de una gran mordida que le encajó un perro entrenado con que lo perseguían agentes del INM.

Su reflexión da cuenta concisa de qué significa recorrer el país. Señala la incertidumbre, los peligros del viaje, la ambigüedad en la actuación por parte de los agentes estatales que abusan de su condición a través de prácticas corruptas y de abuso que evocan la propuesta de Primo Levi desarrollada por Camus (2019) acerca de la “zona gris” como espacio de interrelaciones en que el individuo en condiciones extremas responde desde una colocación subordinada y colabora con el poder. De tal manera que el espacio de tránsito representa una zona gris, un “caleidoscopio de órdenes legales” en que el migrante sobrevive en la emergencia del día a día (Camus, 2019: pp. 79-80).

Así mismo, denuncia la discriminación y tratos a los que son sujetos por asumirlos delincuentes y asemejarles con animales atestados con mano dura, justificado por ser el costo de andar de “ilegal”.

Yo no sé si voy a llegar […] yo no sé si me voy a quedar en el camino. Este camino es duro, no es fácil. No es para cualquiera persona, no cualquiera lo logra. En el camino hay muchas cosas, violaciones de mujeres, de menores, muertes accidentales, secuestros, fraudes del país con los federales, los seguridades de las vías férreas y que lo traten a uno como una persona criminal. Lo esculcan a uno y lo revisan y luego le piden dinero para dejarlo ir, es algo corrupto, pero, bueno nosotros tratamos de hacer lo que ellos nos piden. Me imagino que eso está mal, nos corretea la federal  ¡eh! y si nos  alcanza y cargamos dinero nos lo quita y no lo reporta. Luego nos corretea como si fuéramos ganado, es algo que, bueno, migración por una parte ellos tan’ para  que nosotros no pisemos el país  porque estamos ilegalmente, pero póngale que son riesgos […] (Francisco, entrevista, Tlaquepaque, Jalisco, 2014; énfasis mío).

El asalto representó para el grupo un evento regular durante la primera mitad. Ocurrió mientras viajaban en el tren, a pie de las vías, de camino a la estación y a los albergues o casas del migrante. Del total 25% estaba exento del hecho mientras 75% del grupo lo había vivido una vez durante el viaje y de éstos la cuarta parte del total había sido asaltada en dos diferentes ocasiones.

Gráfica 1. Asalto a migrantes durante el tránsito por México

 Fuente: Betancourt (2017: p. 99).

Los asaltos se caracterizaron por el uso de violencia física y psicológica arremetida en forma de gritos, palizas y tortura. En el uso de armas blancas como machetes, cuchillos y armas de fuego. Los agresores fueron identificados delincuentes locales —hombres y mujeres—, compañeros de viaje, grupos criminales y policías federales. Les arrebataron dinero, ropa, mochila, zapatos y sus documentos, “todo lo que llevaba puesto” (José, entrevista, Tlaquepaque, Jalisco, 2014) hasta dejarlos desnudos. Aun cuando ya no es posible despojarlos se arremetió contra su cuerpo tal como le sucedió a un guatemalteco que no cargaba valores que se llevaran los delincuentes y por eso “le metieron una paliza” a planazos con un machete.

Sus narraciones identificaron a los estados del sur de México como espacios de paso donde se cometieron la mayoría de estos asaltos, seguidos de Lechería, colonia del municipio de Tultitlán en el Estado de México, donde se cometieron una tercera parte de los asaltos.

La industria de la migración adoptó el secuestro de migrantes como parte de un nuevo giro comercial emprendido por diferentes grupos de criminales. Este evento agrava la vida del migrante y crea una de las deudas más visibles de la humanidad a la vida, pues los secuestros que no concluyen en la liberación de la persona gestan historias de crueldad, impunidad, profundo dolor e injusticia por el desconocimiento, desaparición y muerte como parte de los desenlaces posibles con que se han topado los migrantes centroamericanos. Actos de los que sabemos poco y que un evento como el de San Fernando, Tamaulipas, en 2010, reveló el terror y la excesiva violencia arremetida contra esas vidas que no pudieron ser rescatadas. Uno del grupo la libró para contarla. Nacido en la localidad de La Felicidad, Honduras, cruzaba casi cada dos años con ayuda de un hermano que vive en Estados Unidos. El mismo que pagó el rescate. En marzo de 2015, cuando intentaba su cuarto cruce por San Miguel de Allende, Guanajuato, lo secuestraron. Iba sobre el tren y lo bajaron los Zetas como a otras sesenta personas más que viajaban en el tren. Su hermano pagó por el rescate, como siete mil dólares. Mientras lo tuvieron retenido lo alimentaban y no lo golpeaban. Los mismos verdugos lo cruzaron de Nuevo Laredo a Corpus Cristi y lo dejaron en San Antonio Texas. No pudo quedarse, “andaba mal, agüitado, cuando platicaba lloraba, mis hijos querían saber de si, si estaba vivo. No pues pa’ que estén mejor me voy a ir, pa’ que sepan que estoy bien. No lo pensé y me jui […]” (Wilson, entrevista, Guadalajara, Jalisco, 2015).

El camino, independientemente de la ruta elegida es sinuoso, incierto y acumula violencias que empeoran su condición de vulnerabilidad y despojo de derechos. El caso anterior muestra cómo los grupos criminales se diseminan y operan en otros espacios de paso, propios a las otras rutas. Este preocupante escenario de desprotección es aminorado por acciones de actores no estatales que confluyen en una cálida y hospitalaria respuesta por un “paso digno” de los migrantes. Al cuidado y protección de la población en movilidad, les apoyan con la satisfacción de sus necesidades básicas (comida, vestido, sustento, etcétera), y los resguardan en un espacio seguro, alejado de amenazas. Un lugar para descansar, para revisiones médicas y atención psicológica, enlace de llamadas nacionales e internacionales, ayuda que dependerá de sus alcances y recursos. Estos refugios dotan de solidaridad provisional que contrarresta y refuerza momentáneamente su fragilidad e indirectamente suavizan los efectos de los innegables riesgos latentes de afuera. Instituidos en dispositivos que administran castigos por discrepar y actuar en contra del discurso de lo que es verdadero. Donde el cuerpo es el escenario de contienda política (Butler, 2020), el receptor del discurso a través de la reprimenda.

Industria de la migración

La heterogeneidad de situaciones y de sujetos y grupos es enorme, los diversos actores se están traslapando conforme pasa el tiempo, y son nuevas situaciones y poblaciones que están en proceso de metamorfosis e hibridación al irse deteniendo en diferentes ciudades y localidades del país por tiempos indeterminados (Camus, 2019: p. 79).

La transitoriedad del grupo de las doce personas me fue posible explorarla hasta la mitad del camino a consideración de que sus planes hayan cambiado por desistimiento, coerción, inserción laboral, emparejamiento, cruce exitoso, etcétera,  pero no con Centaurus con quien este andar de repetidos intentos permiten recuperar un elemento sustancial de transitar como menor de edad, en condición irregular en viajes precarios, carente de redes sólidas, sin claridad en la forma para intentar el cruce.  No saber y no tener cómo cruzar la frontera facilitó conectar con unas de las modalidades con que lucra la industria de la migración, es decir, la estructura compuesta por empresarios, empleadores y los proveedores de servicios que motivados principalmente por la búsqueda de ganancias financieras facilitan el movimiento de personas a través de la frontera, un término ampliado que además involucra a otros actores no estatales sin fines de lucro (Basok et al., 2015: p. 18).

El coyotaje en México es controlado por grupos dedicados al narcotráfico con los que han tenido que pactar los polleros tradicionales pues los narcotraficantes rentan las franjas fronterizas, controlando el espacio. Para 2011 la Oficina de las Naciones Unidas contra las Drogas y el Delito (UNODC), denunciaba que es más lucrativo el tráfico de migrantes que el tráfico de drogas, en 2010 se registró un ingreso aproximado de 6,600 millones de dólares (UNODC, 2011). En México los cárteles de la droga que se dedican al rentable negocio de traficar migrantes cobran por cruzar la frontera norte, un aproximado de 5mil dólares o bien se pueden cobrar con trabajo, la oferta es que los migrantes se conviertan en “burros” o mulas (Rodríguez, 2018).

Estábamos sentados ahí en Caborca. Llegaron unas camionetas que te dan comida y agua. Y acababa de llegar la camioneta, ya se había ido y estábamos comiendo cuando se paró una camioneta blanca y nos dijo: necesitan 12 burreros, y ya nos dijeron que si queríamos, entonces nos subimos mi primo y yo, y nos preguntaron si teníamos experiencia y dijimos que sí. Y pues nos llevaron, no sabíamos qué era, pero dijimos que sí. Y pues llegamos, estuvimos doce días en un rancho en lo que según se bajaba lo de la migración y eso. Y ya después le hablaron al señor que nos llevó a que nos sacara del rancho, nos sacó y nos llevó por Sonoryta, y nos llevó a la frontera. Y pues el carro iba lleno de mariguana y el carro iba por toda la frontera y como, pues, la gente lo veía y lo vieron los federales,  lo dejaban pasar y llegamos a la frontera y ahí nos pusieron a armar la mochila, y la armamos y pues ya salimos 8 personas y caminamos como 4 días y una persona ya no podía caminar y la dejaron tirada en el desierto […] a ese nomás le dejan un galón de agua […] en medio del desierto ¿quién lo va a encontrar?, ¿no? (Centaurus, entrevista, Zapopan, Jalisco, 2020).

Aunque la actividad le resultó novedosa por la inexperiencia, estuvo dispuesto hacer lo que fuera necesario para lograr su peculiar proyecto migratorio pues al ser menor no acompañado que viajaba de manera irregular cubierto de una permanente precariedad aprovechó la oportunidad ofrecida por la industria de la migración; transitó fácilmente hacia la ilegalidad. Desconocía qué y cómo se es un “burrero”, sabía que sobre la espalda tendría que cargar una mochila de entre 25 y 30 kilos, no así que caminaría durante varios días por el desierto con poca comida y agua sin ninguna certidumbre sobre su vida y menos que su sacrificio sería frustrado al llegar a Estados Unidos.

Los migrantes se convierten en parte de un ejército que se emplea en el intercambio del servicio de traslado de marihuana a cambio del cruce exitoso de la frontera. Para ello es necesaria una coordinada complicidad en la omisión de funciones por parte de agentes estatales, con los grupos organizados que colaboran con la salida de los burreros y la mercancía desde tierra mexicana y evidencia que a pesar de la inversión del Estado y el endurecimiento de la política por asegurar  y controlar la frontera es socavada por la porosidad  que mantienen las redes de contrabando, quienes aumentan la rentabilidad del tráfico y la corrupción entre guardias fronterizos (Basok et al., 2015).

Este contingente cruzó el desierto liderado por un joven guía, pero al llegar a Phoenix, Arizona,  fueron detenidos por elementos de seguridad y llevados a una prisión federal donde, por cierto, Centaurus notó que había muchos centroamericanos encerrados también por cargo de drogas. Él, por su edad, fue sentenciado con ocho meses de prisión y después deportado.

Con una experiencia como antecedente en el último intento apenas llegó a la frontera y “agarró mochila”, pero en 2015 la vigilancia predominaba en la frontera:

Había mucha migración. Entrábamos, caminábamos uno o dos días y nos volvían a regresar para atrás. Topábamos con migración y nos seguían y corríamos para atrás y el guía decía: ¡hay que regresarnos a la frontera y esperarnos! Y esperamos y nos volvíamos a meter y pasaba lo mismo. Y pus ya se nos acabó la comida, se nos acabó el agua en estar en eso y pus ya ese día nos íbamos a dormir, nos iban a dejar comida para volver a intentar (Centaurus, entrevista, Zapopan, Jalisco, 2020).

Cuando se disponían a reintentarlo fueron interceptados por dos diferentes compañías de militares mexicanos que los golpearon mientras insistían en conocer el paradero de la marihuana, “¿dónde está?, ¿dónde la han metido?”.

El interés se volcó en la carga y no en el “interés superior” los menores que cargaban mochila y que lejos de ampararlos y protegerlos fueron violentados por agentes estatales:

Nos hincaron a todos y nos pegaban hasta entre tres y nos decían ¿dónde está la marihuana?, ¿dónde está? O sea, sí sabíamos dónde estaba, pero no los podíamos llevar porque aparte de que estaba bien lejos, al soltarnos nos iban a matar los dueños de la marihuana […] si se quieren ir digan dónde está la mariguana, y nos amenazaban con que nos iban a matar y así, que nadie nos iba a encontrar en el desierto, que nos iban a enterrar (Centaurus, entrevista, Zapopan, Jalisco, 2020).

Este episodio que duró día y medio es muestra del castigo a los migrantes través del maltrato, golpes, amenazas y tortura. Individuos vulnerables antes ya despojados de cualquier certeza. De la sincronía entre los agentes estatales y no estatales como administradores de muerte a estos cuerpos-vidas que no importan, que son sacrificables y que son alcanzados fácilmente por la muerte corpórea y muerte social.

El suceso terminó cuando los militares se convencieron del supuesto desconocimiento de la ubicación de las mochilas cargadas y los dejaron ir. Para Centaurus forma parte de los anales de un viaje que comenzó con 11 años y que aún no concluye. Aunque ha hecho una pausa indeterminada en el occidente mexicano sigue pensando en su otro norte, Canadá.

Reflexiones finales

Conjuntar las experiencias del grupo y la de Centaurus en su paso por México, como geografía de tránsito durante la ejecución del PIFS posibilitó identificar la necesidad de repensar la categoría de tránsito como unidad que permite analizar un macroproceso que ya no alcanza a dar cuenta de la diversidad de experiencias, motivaciones, proyectos migratorios, destinos móviles, asentamientos, etcétera, de la población centroamericana en movilidad.

La anquilosada categoría sujeta a regulaciones políticas ejecutadas por las instituciones encargadas de generar, fortalecer y difundir el discurso de la migración de tránsito, criminalizada por ser equiparada con la ilegalidad, criminalidad y delincuencia, pudo explicar formas de un tránsito que asemeja un proceso lineal, controlado y en regla. Pero que excluye algunos migrantes que integran este flujo. No se trata sólo de personas que proyectan cruzar a los Estados Unidos, sino a los que están siendo desplazados y/o forzados a salir de sus lugares de origen, a los que transitando por el país se establecieron temporalmente y desconocen la duración de su estancia. Así pues, el crisol de experiencias es amplio y la carrera por redefinir el tránsito supone una desventajosa delantera ocasionada por la naturaleza dinámica de la movilidad y de una añeja postura esencializante.

Así pues, el acercamiento con la apuesta conceptual de viajes fragmentados y transitoriedad exponen con urgencia conceptos flexibles y dinámicos que eviten las dicotomías como unidades para representar los complejos procesos migratorios actuales. Explican los procesos de cambio de una a otra categorización, de frente al desarticulado proyecto estatal (Collyer y De Haas, 2012) que define al tránsito y a la vez aplica escarmientos a quienes no legitiman el discurso de seguridad nacional como verdadero, tal cual se apreció con las acciones del PIFS y su airoso respaldo en el proclamo de la defensa de los derechos de los migrantes.

La riqueza de las experiencias de Centaurus y del grupo radica en la reflexión que permite señalar los cambios sobre la ruta derivados del PIFS, al cual desconocían de nombre, pero experimentaron en carne propia durante el viaje en la primera mitad del camino rumbo al norte. Igualmente, permite identificar las intenciones de muerte que los dispositivos gestaron hacia esta población “no controlable” en movilidad que intentan frenar a través de las detenciones en operativos, redadas, trenes que corren cada vez más rápido, ganchos-arpón encajados en postes que bordean las estaciones, púas y mallas eléctricas en los alambrados, perros amaestrados, chicharras eléctricas, etcétera, en pro de la muerte real y simbólica justificada en el giro retórico del discurso (Parrini, 2015)  que justificó las medidas policiales como formas de protección de los derechos humanos de los migrantes.

Los nuevos procesos emergentes suponen un espectro de historias inciertas (Arriola, 2012), de vidas que sobreviven en la incertidumbre, fragilidad, precariedad y donde sólo la violencia y la muerte los hace visibles (Parrini, 2015). Muerte administrada a través de la ley y la indiferencia en colaboración del trabajo conjunto de  grupos criminales que en la práctica hacen doble uso del migrante, ya que por un lado son mercancías a través del secuestro, el cobro de cuota, el asalto, y por otro, son colaboradores de los cárteles de la droga (industria de la migración), en ambos casos lo que menos importa es la vida de estos cuerpos migrantes desprotegidos y colocados en una posición del orden social donde sus vidas son sacrificables, por eso su  vida no se llora.

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  • Rodríguez, L. (2018). “The éxodo. El narco controla tráfico de migrantes en la frontera norte de México”. Disponible en: https://www.theexodo.com/single-post/2018/03/11/EL-NARCO-CONTROLA-TRAFICO-DE-MIGRANTES-EN-LA-FRONTERA-NORTE-DE-MEXICO
  • Unidad de Política Migratoria. (2017). Niñas, niños y adolescentes migrantes en situación migratoria irregular desde y en tránsito por México. Disponible en: http://portales.segob.gob.mx/work/models/PoliticaMigratoria/CEM/Estadistica/NNA/NNA_Sintesis_2016.pdf

Entrevistas

  • José. (2014),  Tlaquepaque, Jalisco.
  • Wilson. (2015), Guadalajara, Jalisco.
  • Francisco. (2014), Tlaquepaque, Jalisco.
  • Centaurus. (2020), Zapopan, Jalisco.

[1] Según la Unidad de Política Migratoria (UPM) en 2014 el flujo de menores extranjeros presentados al INM ascendió a 23 096. En 2015 fueron presentados 38,514, y 40,114 en 2016.  Donde el subgrupo de menores de 12 a 17 años fue el de mayor representatividad (UPM, 2017).

[2] Ocho, de los doce entrevistados provenían de Honduras.

[3] No significa que no hubiera mujeres centroamericanas o no estuvieran migrando, pero la ausencia de datos e información oficial las mantenía invisibilizadas (Betancourt, 2017: p. 79)

[4] De acuerdo con la OG-6(2005) del Comité de los Derechos del Niño, son niños/as no acompañados/as  las y los menores de edad que están separados de ambos padres y/o persona que tenga la tutela, y no están al cuidado de un adulto al que, por ley o por costumbre, incumbre esa respondabilidad. Por su parte, la Ley de Migración  entiende por niña, niño o adolescente migrante no acompañado a toda persona nacional o extranjera menor de 18 años de edad , que se encuentre en territorio nacional que no esté acompañado de un familiar consanguíneo o persona que tenga su prepresentación legal (CNDH, 2018)

[5] Siendo el 2016 el año de mayor registro con un total de 40 mil 114  NNACMNA.

[6]  Las estimaciones varían según la fuente consultada y contrastan sustancialmente. Por ejemplo, Arriola refiere que la OIM presenta 150,000 migrantes y el ACNUR medio millón de personas (Arriola, 2018: p. 23).

[7] Según datos de la EMIF-Sur, en el primer trimestre de 2020, 59.9% las personas mayores de 18 años devueltos a Guatemala, Honduras y El Salvador cruzaron por el estado de Tamaulipas.

[8] Los autores señalan que la floreciente industria de la migración es por demás compleja, pues la red se extiende desde los contrabandistas, empresas de transporte, funcionarios públicos corruptos, ONG, etcétera. Es decir, a todos aquellos que facilitan el movimiento de personas a través de la frontera con o sin fines de lucro.

[9]  11 colonias de Zapopan, 16 de Guadalajara, 17 de Tlaquepaque, dos de Tlajomulco y dos de El Salto.

[10] Es la segunda zona metropolitana más grande del país, solo después de la  Zona Metropolitana del Valle de México, está integrada por los municipios de San Pedro Tlaquepaque, Tonalá, Zapopan, Tlajomulco de Zúñiga, El Salto, Juanacatlán, Ixtlahuacan de los Membrillos y la capital; Guadalajara.

[11] Me refiero al grupo de migrantes que entrevisté como parte del trabajo de campo.

[12] “Ambas coexisten: los migrantes continúan preparando el plan para su viaje mientras en los hechos ellos están (al menos temporalmente) inmovilizados”. Traducción propia.

[13] La detención en México ha tenido tres momentos, en 2004 con 215, 695 eventos. En 2005 un total de 240,269 casos y en 2015 con 190, 366. Ver más en Detención sin excepción. 15 años de monitoreo de la situación de los derechos de las personas privadas de su libertad en estaciones migratorias de México (Barja, 2016).

[14] La intemperie como categoría del proceso necropolítico refiere que el arrojamiento a la intemperie se debe al previo y gradual estado de indefensión, política y económica (Hernández, 2020).


 

  1. Maestra en Gestión y Desarrollo Social por el Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Guadalajara (UDG), México. Actualmente es Doctoranda en Ciencias Sociales con especialidad de Estudios Rurales en el Centro de Estudios Rurales de El Colegio de Michoacán (COLMICH), México. Líneas de investigación: tránsito, migración irregular centroamericana, asentamiento regular. Contacto: virginia.betancourt87@gmail.com.