El Buen Vivir: ¿posible solución a la migración económica y medioambiental?

Segunda época, número 13, enero-junio 2022, pp. 69-86.

Fecha de recepción: 17 de mayo de 2021.  
Fecha de aceptación: 18 de febrero de 2022.

Autores: Julián Pinazo-Dallenbach,1 José Déniz Espinós.2

Resumen

El presente artículo tiene como objetivo estudiar la relación existente entre el Buen Vivir —ya sea como alternativa al desarrollo o como el del modelo ecuatoriano de desarrollo alternativo de la época correísta— y una posible solución a las migraciones económicas y medioambientales. El capitalismo, en su actual fase de globalización neoliberal, obliga a gran parte de la fuerza de trabajo a migrar. La utilización de bibliografía relevante relacionada con el Buen Vivir como alternativa permite caracterizarlo, mientras que el análisis de la Constitución ecuatoriana de 2008, la original, permite conocer esta propuesta de desarrollo alternativo. Así, viendo las características de uno y otro, se concluye que la propuesta alternativa al desarrollo sí puede ser una solución a la migración laboral y ambiental, mientras que la propuesta de desarrollo alternativo (la Constitución durante Correa) serviría para mejorar las condiciones de los migrantes y un mayor respeto a sus derechos, condición necesaria pero insuficiente.

Palabras clave: Buen Vivir, Ecuador, alternativa al desarrollo, desarrollo alternativo, migración.

Buen Vivir: possible solution to economic and environmental migration?

Abstract

This paper aims to study the relationship between Buen Vivir -either as an alternative to development or as the Ecuadorian model of alternative development of the correist epoch- and a possible solution to economic and environmental migration. Capitalism, in its current phase of neoliberal globalization, compels a large part of the workforce to migrate to central countries. The use of relevant bibliography related to Buen Vivir as an alternative to development makes possible to characterize it, while the analysis of the Ecuadorian Constitution of 2008, the original, allows us to know this proposal of alternative development. Thus, looking at the characteristics of both, it is concluded that the proposal of alternative to development can be a solution to economic and environmental migration, while the alternative development one (Constitution during Correa’s mandate) would serve to improve the conditions of migrants and greater respect for their rights, a necessary but insufficient condition.

Keywords: Buen Vivir, Ecuador, alternative to development, alternative development, migration.

Introducción

El objetivo de este trabajo es estudiar la relación existente entre el marco conceptual del Buen Vivir y su aplicación en el caso ecuatoriano de la época de Rafael Correa (2007-2017),[1] y una posible solución a las migraciones internacionales tanto económicas como medioambientales.

La idea fundamental desde la que partimos es que el capitalismo, y más todavía en su actual fase de globalización neoliberal, con la visión hegemónica de desarrollo que enfatiza el protagonismo del crecimiento económico, profundiza el desarrollo desigual,[2] y con ello aumenta la migración.

La temática del desarrollo empieza a estudiarse incluso introducirse en la agenda de las Naciones Unidas a finales de la Segunda Guerra Mundial. Tanto el Plan Marshall como la implementación de políticas keynesianas son expresión de ello. Comienza entonces la etapa conocida como los 30 Gloriosos años del capitalismo, donde se desarrolla el estado de bienestar en Europa. En algunos países de América Latina, bajo indicaciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y la aplicación del llamado estructuralismo, se emplea la industrialización por sustitución de importaciones en búsqueda del desarrollo (siendo uno de los puntos centrales de éste, el crecimiento económico autosuficiente). Otras corrientes teóricas irán apareciendo después, como por ejemplo las teorías de la dependencia (finales de los años 1960) o el neoestructuralismo (que tuvo su origen igualmente en la CEPAL en los años 1980).

Con la crisis de los años 1970 y la llegada al gobierno de Margaret Thatcher al Reino Unido y Ronald Reagan a Estados Unidos comienza a imponerse la doctrina que, todavía hoy, sigue aplicándose: el neoliberalismo.

Actualmente nos encontramos ante un capitalismo que ha reinsertado bajo nuevas modalidades a los países periféricos en la dinámica de la globalización neoliberal mundial constituyéndolos no sólo como países exportadores de recursos naturales sino también de productos manufacturados y nueva fuerza de trabajo (Delgado y Gaspar, 2018). El desarrollo desigual fruto del capitalismo compele a gran parte de la fuerza de trabajo de los países periféricos al desempleo, la explotación o incluso la superexplotación, profundizándose todavía más en la globalización neoliberal actual. Tratando de evitar estas situaciones, los trabajadores se ven obligados a migrar, donde, en muchas ocasiones continuará esa explotación o superexplotación (Márquez y Delgado, 2011).

Como críticas al desarrollo que se estaba llevando a cabo desde la época de los años 1970, y, tras esto, para hacer frente a este modelo hegemónico de desarrollo neoliberal, han ido surgiendo teorías críticas, desde el posestructuralismo al posdesarrollo; desde propuestas de desarrollo alternativo, a alternativas al desarrollo. El Buen Vivir, como marco conceptual, se enmarca como una alternativa al desarrollo[3] con grandes analogías con el posdesarrollo (Gudynas, 2014), pero su plasmación en el Ecuador de Rafael Correa, como un desarrollo alternativo[4] (Solón, 2014). Espinosa (2019) también destaca la necesidad de “diferenciar la acepción originaria de ‘buen vivir’, acuñada a través de las vivencias milenarias de las comunidades indígenas, de la acepción desarrollista del socialismo del Siglo XXI” (p. 12). Por su parte, Atawalpa Oviedo destaca que Buen Vivir o Vivir Bien serían la traducción al castellano oficialista de Sumak Kawsay o Suma Qamaña, y critica las versiones ecuatoriana y boliviana:

la mayoría de lo que hemos leído hasta ahora sobre Sumak Kawsay o Suma Qamaña, como Buen Vivir-Vivir Bien, tiene muy poco, o casi nada, de los principios y postulados de la Conciencia Andina […] que es la única fuente desde la que se puede entender este paradigma (Oviedo, 2017, p. 116).

En el caso de Ecuador, la Constitución del 2008 (también conocida como Constitución de Montecristi) es el resultado del proceso constituyente que, en el marco de la Revolución Ciudadana, inició Rafael Correa como líder del partido político Alianza País tras ganar las elecciones presidenciales de 2006. Esta Constitución reviste gran importancia puesto que sienta las bases de la refundación del Estado, recogiendo los principios e inquietudes de la Revolución Ciudadana. Ramírez (2019) destaca igualmente que puede estudiarse el Buen Vivir a través de la Constitución, “pacto de convivencia […] en el que se plasman las luchas sociales” (p. 1).

Todo ello nos lleva a preguntarnos: ¿En qué medida el Buen Vivir puede ser una solución a la migración internacional económica y medioambiental?

En este trabajo se plantea que el Buen Vivir —ya sea considerado como alternativa al desarrollo o desarrollo alternativo, en el caso ecuatoriano— al ofrecer una visión distinta de lo que debería ser el mundo y criticar el modelo de crecimiento capitalista (y, por tanto, las relaciones entre los países), puede ofrecer una solución a la migración internacional económica y medioambiental.

El Buen Vivir, ya sea como alternativa al desarrollo o como desarrollo alternativo, propone un modelo distinto al actual, esto es, ofrece uno nuevo donde el desarrollo que se sugiere ya no es el crecimiento económico, y el motor del mundo ya no es la ganancia. Cambiando el paradigma de desarrollo actual del capitalismo neoliberal por el Buen Vivir, se terminaría con el desarrollo desigual y con él, el devenir de la fuerza de trabajo de los países periféricos. Se pondría así fin a la migración económica y medioambiental.

La estructura que se seguirá en este trabajo es la siguiente: en un primer momento estudiaremos el Buen Vivir como marco conceptual, extrayendo las principales características de esta alternativa al desarrollo. En una segunda parte abordaremos el ejemplo ecuatoriano a través del análisis de la Constitución de 2008, considerado por muchos como desarrollo alternativo durante la época de Rafael Correa, estudiando especialmente las propuestas realizadas en materia migratoria, y la visión que subyace de este texto normativo con relación a las migraciones. Finalizaremos este trabajo con un apartado de conclusiones y discusión acerca de si el modelo propuesto por el Buen Vivir puede ser una solución (al menos desde el punto de vista teórico) a la migración internacional económica y medioambiental.

El Buen Vivir como alternativa al desarrollo y las migraciones

Breve referencia al posestructuralismo y al posdesarrollo

En la década de los años 1980, con la consolidación del neoliberalismo como modelo hegemónico, impulsado por organismos internacionales y aplicado por muchos gobiernos nacionales (no sólo centrales, sino también periféricos), se convirtió en doctrina generalizada la idea de que el crecimiento económico y el mercado son fundamentales como base del desarrollo. No obstante, a principios de 1990, la crítica, no sólo a ese tipo de desarrollo sino al concepto de desarrollo en sí, comienza a extenderse, por ser considerado como occidentalista y tener un balance negativo para los intereses de las clases populares de los países periféricos. Varios autores consideran entonces que el desarrollo, tal y como está entendido, está finalizando: “los últimos 40 años se pueden llamar la época del desarrollo. Esta época está llegando a su fin. Ha llegado el momento de escribir su obituario” (Sachs, 1992, p. 1 [traducción propia]). Y en la misma línea, encontramos también:

las fuerzas sistémicas fueron consideradas negativas de manera uniforme, y el desarrollo llegó a ser visto como un mejor intento de forzar el desarrollo (entendido como instituciones, supuestos y prácticas occidentales) en gente desafortunada de los países empobrecidos del Sur (Parpart y Veltmeyer, 2011, p. 31).

En ese contexto de crítica al desarrollo surge el posestructuralismo y el posdesarrollo. En este sentido, señala Gudynas (2014) que el posestructuralismo es “una postura que elabora una crítica y deconstrucción específica, y que se encuentra basado particularmente en la obra de Michael Foucault […] y el postdesarrollo en sentido estricto sería la abreviación para indicar una crítica posestructuralista del desarrollo” (p. 63). En efecto, el posdesarrollo, que “resume una miríada de críticas sistémicas y estilos de vida alternativos” (Kolthari et al., 2019, p. 29), retoma determinados elementos del posestructuralismo, como la crítica al desarrollo como discurso, la crítica a la creación de instituciones que legitiman ese discurso y lo extienden, y a la institucionalización del desarrollo y, finalmente, la crítica a la exclusión del llamado Tercer Mundo, de sus opiniones, conocimientos y discursos (Escobar, 2005). Tal y como afirman Gudynas y Acosta (2011), hay una “crítica de la base conceptual, las prácticas, las instituciones y los discursos del desarrollo” (p. 74-75). A estos elementos, habría que sumar el descontento de sectores sociales y políticos de los países periféricos con el desarrollo convencional. Todo ello llevó a la “deconstrucción del desarrollo” (Escobar, 2005, p. 19), y el surgimiento del posdesarrollo.

El posdesarrollo entiende el desarrollo como un conjunto de ideas que giran en torno al crecimiento económico, al mercado, y a la ciencia y tecnología como instrumentos al servicio de éstos. Estas ideas impregnarían también otros campos como el social, cultural y político. Como afirma Gudynas (2014, p. 65):

La idea del desarrollo no está restringida a cuestiones económicas, sino que también encierra la defensa de un tipo de ordenamiento estatal, de una democracia de corte liberal clásica, y de vidas personales que giran alrededor de la satisfacción en el consumo.

Utilizando las herramientas y métodos del posestructuralismo, el posdesarrollo realiza una aportación fundamental en la clasificación de alternativas relacionadas con el desarrollo, distinguiendo, por una parte, el desarrollo alternativo y por otra, las alternativas al desarrollo (Gudynas, 2014). En el caso del Buen Vivir, tal y como señala Solón (2014), hay quienes lo consideran una propuesta de desarrollo alternativo, y otros una alternativa al desarrollo.

El Buen Vivir como alternativa al desarrollo

El Buen Vivir (o vivir bien) es un término que hace referencia a las ideas surgidas a finales del Siglo XX en algunos países andinos de América del Sur (Gudynas, 2014). No se trata de una teoría, sino de un conjunto de ideas, o incluso una filosofía de vida (Acosta, 2008). La base reside en el pensamiento de los pueblos indígenas andinos (Gudynas y Acosta, 2011). Señalan Chuji, Rengifo y Gudynas (2019, p. 188) que “la categoría del Buen Vivir o Vivir Bien expresa un conjunto de perspectivas sudamericanas que comparten cuestionamientos radicales al desarrollo y otros componentes de la Modernidad, y a la vez ofrecen alternativas más allá de esta”. Los aportes más extendidos, como alternativa al desarrollo han sido los kichwas (en Ecuador, con el sumak kawsay), los aymaras (en Bolivia, con el suma qamaña) y los guaraníes (sobre todo en Paraguay, con el ñande reko) (Solón, 2014).

Como veremos más adelante, explicando la Constitución de Ecuador, hay varias formas de entender el Buen Vivir: una de ellas es el Buen Vivir como alternativa al desarrollo, y otra —y éste sería el caso ecuatoriano— como una forma de desarrollo alternativo (Gudynas, 2014). Siguiendo la distinción realizada por Cubillo-Guevara, Hidalgo-Capitán y Domínguez-Gómez (2014), se identificarían, a grandes rasgos, tres corrientes del Buen Vivir: la indigenista, la posdesarrollista y la socialista. Estos mismos autores señalan que la indigenista “se caracteriza por la relevancia que sus autores le dan a la autodeterminación de los pueblos indígenas en la construcción del Buen Vivir, así como a los elementos espirituales de la cosmovisión andina” (p. 32); la posdesarrollista “se caracteriza por la relevancia que sus autores le dan a la preservación de la naturaleza y a la construcción participativa del Buen Vivir, con la inclusión de aportes diversos procedentes de los diferentes movimientos sociales” (p. 35); y, finalmente, la socialista “se caracteriza por la relevancia que sus autores le dan a la gestión política estatal del Buen Vivir, así como a los elementos relativos a la equidad social, dejando en un segundo plano las cuestiones ambientales, culturales e identitarias” (p. 34). Así, las dos primeras serían una alternativa al desarrollo y la última, aplicada en Ecuador, un desarrollo alternativo.

A continuación, se exponen determinadas características del pensamiento del Buen Vivir como alternativa al desarrollo, recogidas en textos de algunos de sus principales exponentes, como son Eduardo Gudynas, Alberto Acosta o Pablo Dávalos.

El Buen Vivir no es una propuesta de bienestar, considerado éste en términos occidentales (Gudynas, 2014), ni tampoco “el retorno a la época de las cavernas” (Acosta, 2008, p. 33). El Buen Vivir critica las bases conceptuales del desarrollo tal cual se entiende en Occidente: crecimiento económico, progreso tecnológico, consumo, linealidad histórica, etcétera (Gudynas, 2014; 2018). El Buen Vivir, como alternativa al desarrollo, propone algo nuevo, algo distinto a lo que hay ahora, propone romper con el modelo y el orden actual (Gudynas, 2011a).

El Buen Vivir no propone recetas universales, ni una lista de propuestas que deben aplicarse en cualquier territorio, ya que una de sus características es la relatividad, “que permite ajustarse a cada contexto cultural y ambiental” (Gudynas, 2011a, p. 17). Además, tal y como señala Solón (2014), estamos ante un campo todavía en construcción, incompleto. De ahí que podamos encontrar ideas del Buen Vivir en Ecuador o en Bolivia, por ejemplo, sin que sean exactamente iguales. No obstante, encontramos unas determinadas ideas clave, que podrían caracterizar este Buen Vivir.

El Buen Vivir propone un bienestar “basado en atributos materiales, afectivos y espirituales, tanto individual como en la comunidad y el contexto ecológico” (Gudynas, 2014). En efecto, el colectivo es muy importante en este pensamiento indígena. No obstante, no rechazan al individuo como sujeto de derechos. Si observamos esta característica, podemos destacar una gran diferencia con el concepto de desarrollo hegemónico: el bienestar no se reduce a propiedades o posesiones, sino que va más allá de lo material, y se añaden las emociones, las sensibilidades y las espiritualidades. De hecho, señala Dávalos (2011): “En la recuperación de sus formas ancestrales de convivencia, los pueblos indígenas han encontrado, de una parte, las formas políticas de resistencia al capitalismo y a la modernidad y, de otra, las alternativas a ese mismo sistema capitalista” (p. 201).

Otra idea clave del pensamiento indígena en el Buen Vivir es que la Historia no es lineal. Esta concepción difiere del pensamiento occidental hegemónico, en el que se considera que los países subdesarrollados, con el paso del tiempo, y tomando las medidas necesarias, se convertirán en países desarrollados. La economía clásica considera que el desarrollo tiene distintas etapas, así que los países subdesarrollados deberían ir pasando de etapa en etapa hasta llegar a ser desarrollados. Una frase muy representativa de esta linealidad occidental sería la pronunciada por Marx (2008): “El país industrialmente más desarrollado no hace sino mostrar al menos desarrollado la imagen de su propio futuro” (p. 7). Es decir, que la diferencia entre un país desarrollado y un país subdesarrollado se arregla con las medidas adecuadas y el paso del tiempo. En el Buen Vivir no lo consideran así. En efecto, el pensamiento indígena difiere radicalmente de este proceso lineal, no habiendo, por lo tanto, un estado anterior y otro posterior, sino, simplemente, estados distintos (Acosta, 2010).

Otra característica básica del Buen Vivir como alternativa al desarrollo, sobre todo en su corriente indigenista que se declara premoderna o la corriente posdesarrollista, considerada posmoderna (Cubillo-Guevara et al., 2014), es que ataca directamente la modernidad y sus ideas básicas. El centro deja de ser Occidente, el progreso ya no es visto como la “acumulación permanente de bienes materiales” (Acosta, 2008, p. 35), el motor del desarrollo ya no es el crecimiento económico, y, aparece uno de los pilares fundamentales del Buen Vivir: la relación del ser humano con la naturaleza. Se rechaza la visión de una naturaleza subordinada a los intereses del ser humano, un medioambiente considerado como un simple objeto utilizable por la sociedad como si se tratara de un bien como cualquier otro. La naturaleza se convierte en sujeto de derechos, tiene un valor propio, independiente del ser humano. Se aparta la idea occidental de valorar la naturaleza según la función que pueda tener para el ser humano, pasando a tener valor propio.

El crecimiento propuesto por el pensamiento hegemónico occidental es duramente criticado por el Buen Vivir, ya que, en lugar de ser considerado como un medio para alcanzar el fin del desarrollo, el crecimiento económico es considerado un fin en sí mismo. Con esta idea como guía, los países occidentales practican una carrera por el crecimiento con consecuencias catastróficas tanto para las relaciones humanas como para la naturaleza. Los Estados desarrollados y las corporaciones multinacionales, siguiendo la premisa capitalista de la búsqueda de la ganancia, fuerzan una globalización y relaciones interestatales y sociales que conllevan a la mano de obra de los países periféricos al desempleo, a la explotación, o incluso a la superexplotación, y a la migración forzada (Márquez y Delgado, 2011). Todo ello, bajo prácticas como el extractivismo y el neoextractivismo,[5] que profundizan el cambio climático. El capitalismo y el modelo de crecimiento actual (y modelo de consumo) derivan en peligrosos impactos sociales y medioambientales (Gudynas, 2011a). Esto es duramente criticado por el pensamiento del Buen Vivir: para hacer frente a esto, éste propone solidaridad y justicia social, por una parte, y una vida en armonía con la naturaleza por otra.

En relación con la sociedad, el Buen Vivir propone, por una parte, participación, y por otra, solidaridad, justicia social y el fin de la mercantilización de las relaciones sociales (Gudynas, 2011a). En efecto, una idea fundamental es que la sociedad civil debe participar en la implantación e implementación de las ideas en los territorios. Como señala Gudynas (2011a), hay dudas todavía acerca del papel e importancia que debe tener el Estado y otras instancias gubernamentales en la implementación de estas ideas en la sociedad, pero lo que no presenta dudas es que la sociedad debe ser un sujeto proactivo y generar debate constante, como parte de la base del Buen Vivir. Por otra parte, como señala Ascarrunz (2011), tanto la gestión política como la gestión social y productiva deben guiarse por la solidaridad, enfatizando la comunidad frente al individualismo. Empero, como hemos visto anteriormente, esto tampoco quiere decir que en el Buen Vivir el individuo no tenga lugar. Sí lo tiene, pero no tal y como lo entiende la modernidad occidental. La ética y los valores son los que guían las relaciones entre los miembros de la comunidad, y entre la comunidad y la naturaleza. Ahí es donde aparecen los valores de justicia y solidaridad: una economía basada en estos dos principios es incompatible con el capitalismo, que se caracteriza por la carrera incesante hacia la ganancia, siendo el ejemplo más claro de egoísmo e individualismo la existencia de monopolios cuyo único objetivo es la acumulación de capital y la obtención de ganancia. Es más, incluso el socialismo y Buen Vivir tienen la justicia y la igualdad social como valores en común. Sin embargo, el socialismo marxista subordina la naturaleza y el medioambiente al ser humano, siendo considerado un factor de producción, como sería el trabajo o el capital.[6] En relación con las migraciones, resulta de gran importancia esta dualidad modernidad capitalista versus Buen Vivir, ya que la ruptura del segundo frente al primero, con inclusión de nuevos valores éticos (justicia y solidaridad), podría suponer el fin de la migración forzada, fruto de ese afán de ganancia y riqueza propios del capital monopolista. En el Buen Vivir, tal y como lo estamos estudiando ahora (como alternativa al desarrollo) no puede existir la explotación laboral ni la migración forzada, debido a la consideración de la necesidad de un reparto justo de las riquezas, ruptura con la modernidad capitalista y con el modelo de crecimiento por acumulación, así como la búsqueda incesante de la ganancia.

Finalmente, en relación con la naturaleza, como ya hemos señalado, el Buen Vivir propone vivir en armonía con ésta, propone el cosmocentrismo frente al antropocentrismo, visión básica en la modernidad capitalista occidental, donde todo gira alrededor de las necesidades del uso y utilidad que les dé el ser humano a las cosas, o incluso a otros seres humanos y a las relaciones sociales (Ascarrunz, 2011). El Buen Vivir rechaza igualmente la dualidad creada por el modernismo, que separa la sociedad de la naturaleza, dejando ésta al servicio de la primera. El Buen Vivir considera que tanto el ser humano (visto desde su individualidad o su colectividad) como la naturaleza deben convivir, cohabitar, siendo ambos sujetos de derechos. En este sentido, señala Acosta (2008) que el medioambiente no puede ser utilizado como instrumento de crecimiento económico. Reconocer la naturaleza como sujeto de derechos supone un corte con la modernidad en un doble sentido: por una parte, porque en ésta sólo los seres humanos tienen derechos, y, por otra, porque en la modernidad prácticamente todo lo que no sean personas puede ser objeto de valor de uso o valor de cambio (Gudynas, 2011a). Abandonar la idea de mercantilizar la naturaleza es un cambio drástico frente a una modernidad que incluso cuantifica y monetariza las catástrofes naturales o el impacto ambiental derivado de la producción de un bien.

La relación que tenga el ser humano con la naturaleza es fundamental en lo que a migraciones se refiere, en este caso, las medioambientales. El cambio climático, las catástrofes ecológicas, desertización, inundaciones, desastres nucleares y otros problemas medioambientales derivados de la sobreexplotación de los recursos y la tortura de la naturaleza por parte de seres humanos obligan a miles de personas a abandonar sus territorios en busca de zonas seguras. Los llamados refugiados medioambientales huyen de sus territorios a causa de las políticas capitalistas. Por otra parte, los conflictos derivados de la lucha por el apoderamiento de los recursos naturales (ya sean guerras civiles o guerras internacionales) generan también miles y miles de refugiados en el mundo. Los refugiados medioambientales son consecuencia de la relación que tiene el ser humano con la naturaleza, esto es, la visión de un objeto que se puede poseer, vender, intercambiar, al fin de cuentas, mercantilizar, hasta límites insospechados. Si tal y como propone el Buen Vivir se rompiera con esa visión de la modernidad capitalista occidental con relación al medioambiente y se considerara la naturaleza como verdadero sujeto de derechos, se evitarían todos esos refugiados y migrantes medioambientales.

Hemos visto las características básicas del Buen Vivir, entendido éste como propuesta alternativa al desarrollo. La ruptura con la modernidad capitalista y el rechazo al desarrollo como discurso occidental, esto es, el repudio del progreso, de la linealidad histórica, la necesidad de nuevas relaciones sociales, así como de la sociedad con la naturaleza nos permiten pensar que esta propuesta podría ser una solución a la migración económica y medioambiental, entendidas éstas como fruto de la actual fase del capitalismo contemporáneo, y el instrumento del capital monopolista para la obtención de ganancias extraordinarias dentro de una visión del desarrollo como proceso de acumulación de capital. Aunque el Buen Vivir no nombre explícitamente las migraciones económicas y medioambientales como un problema a combatir (habla más de la pobreza y los problemas ambientales), podríamos considerar que este nuevo modelo de “desarrollo”, por romper con las causas que generan esa migración (esto es, las desigualdades interestatales, el intercambio desigual y la utilización extractivista de la naturaleza), serviría como solución a ésta.

Como hemos señalado, una de las características propias del Buen Vivir es que cada territorio, cada contexto, debe tener su propia visión (siempre con unos principios básicos que justifiquen que se trata de la misma corriente de pensamiento, por supuesto): “no debe pretenderse encontrar un decálogo preciso, un listado de principios ni un manual de acciones” (Gudynas, 2014, p. 85). Estudiemos entonces el ejemplo ecuatoriano de Buen Vivir, analizando la Constitución de 2008, dada su importancia en el proceso de la Revolución Ciudadana, para poder ver así cuáles son las características propias y el tratamiento que se hace de las migraciones en ésta.

El Buen Vivir ecuatoriano y el tratamiento de las migraciones en la Constitución de 2008

El modelo ecuatoriano de 2008 se enmarcaría en la corriente socialista, teorizado, entre otros, por el intelectual ecuatoriano René Ramírez, que formó parte del gobierno de Rafael Correa. En este sentido, destacan Cubillo-Guevara et al., (2014, p. 35): “Para los intelectuales socialistas, el Buen Vivir es claramente un modelo de desarrollo alternativo al neoliberalismo y al capitalismo (posneoliberal y poscapitalista) (Ramírez, 2010; SENPLADES, 2010)”. Gudynas (2014) también califica al Buen Vivir ecuatoriano como un desarrollo alternativo. Veamos, a través de la Constitución de 2008 —que supone, según Gudynas (2016), la convalidación formal del Buen Vivir— cuál es la propuesta ecuatoriana, y qué vinculación podemos encontrar con la gestión de la migración y la posible solución a la migración económica y medioambiental bajo el modelo ecuatoriano de Buen Vivir.

No vamos a analizar todos y cada uno de los artículos porque sería demasiado extenso, aunque sí destacaremos los más interesantes. Estudiaremos en un primer momento, aquellos que tratan la temática del Buen Vivir, y, tras esto, los que tratan el desarrollo y la movilidad humana.

El Buen Vivir en el articulado

Antes de comenzar con el análisis de esta norma, hay que destacar una serie de cuestiones en relación con esta Constitución. En primer lugar, el derecho nos muestra un reflejo de la sociedad y sus valores. Pero las normas tienen también una vocación, no sólo de presente, sino de futuro: el derecho tiene “un rol formalizador y reproductor de las relaciones sociales establecidas, y a la vez, un rol en la remoción y transformación de tales relaciones, [por lo que] cumple a la vez, una función conservadora y reformadora” (Cárcova, 1988, p. 57).  Además, la carta magna de un Estado está en la cúspide de la jerarquía normativa, sólo superada por los derechos y obligaciones derivados de los tratados internacionales: ninguna norma podrá contravenir lo dispuesto en la Constitución. La carta magna es la base que sustenta todas las demás normas de un Estado, es, a la vez el soporte, pero también la luz que muestra el camino a seguir. Hay que destacar igualmente la gran participación de la sociedad civil y de los emigrantes en la confección de esta Constitución.

Desde el Preámbulo ya se está haciendo mención al Buen Vivir, al sumak kawsay: “Nosotras y nosotros, el pueblo soberano del Ecuador […] decidimos construir una nueva forma de convivencia ciudadana, en diversidad y armonía con la naturaleza, para alcanzar el buen vivir, el sumak kawsay”. El Preámbulo establece el punto de partida y las intenciones que se tienen al redactar la norma. Aquí ya se destaca la idea del Buen Vivir, y la Pacha Mama.

El artículo 1 caracteriza a Ecuador como (entre otras cosas), un Estado intercultural y plurinacional. El artículo 6, por su parte, señala que “la nacionalidad ecuatoriana es el vínculo jurídico de las personas con el Estado” y, tras esto, añade “sin perjuicio de su pertenencia a alguna de las nacionalidades indígenas que coexisten en el Ecuador plurinacional”.

El artículo 3 expone los deberes del Estado, y en su número 5) señala como una serie de deberes que tienen como fin “acceder al buen vivir”. Entre esos deberes podemos destacar la lucha contra la pobreza, la planificación del desarrollo nacional, la promoción del desarrollo sustentable, así como una redistribución equitativa de los recursos y la riqueza. Por su parte, el punto 7) establece la protección del patrimonio natural y cultural del país.

Además del Preámbulo y los artículos 1 y 3, el Buen Vivir está nombrado y/o abarcado en otros artículos, que ahora analizaremos. Todo el capítulo 2 del Título II (“Derechos”), titulado “Derechos del buen vivir” (art. 12 al 34): aquí se encuentran derechos como por ejemplo al agua y a la alimentación, al ambiente sano, a la comunicación e información, a la cultura y la ciencia, a la educación, al hábitat y la vivienda, a la salud y al trabajo y la seguridad social. El artículo 74, en relación con el medioambiente y las riquezas naturales, establece que “las personas, comunidades, pueblos y nacionalidades tendrán derecho a beneficiarse de éstas” para el buen vivir. Y, además, señala que no podrán ser apropiados los servicios ambientales, y el Estado deberá regularlo. El artículo 83, en relación con las obligaciones de las ecuatorianas y los ecuatorianos, en su punto 7) destaca que se deberá anteponer el bien común al particular, “conforme al buen vivir”. Por su parte, el artículo 85, punto 1) establece que las políticas públicas deberán orientarse a hacer efectivo el buen vivir. El artículo 97 trata sobre las organizaciones de la sociedad civil, y determina que éstas podrán formular iniciativas económicas, políticas, ambientales, sociales, culturales u otras que contribuyan al buen vivir. El artículo 258, en relación con la gestión de las islas Galápagos, supedita la gestión a la conservación del patrimonio cultural y el buen vivir. Asimismo, el artículo 275 expone detalladamente el régimen de desarrollo de Ecuador, definiéndolo como “el conjunto organizado, sostenible y dinámico de los sistemas económicos, políticos, socio-culturales y ambientales”, y siempre dentro de la esfera de la realización del buen vivir. Este artículo es de suma importancia ya que combina los conceptos de desarrollo y Buen Vivir. Además, el artículo finaliza mencionando la necesidad de garantizar los derechos de las personas, comunidades, pueblos y nacionalidades (es decir, no sólo los individuos, sino también las colectividades), y dentro de la interculturalidad, el respecto a las diversidades, y “la convivencia armónica con la naturaleza”. Señala igualmente que compete al Estado planificar el desarrollo del país (párrafo segundo del artículo 275). Esto está en sintonía con lo establecido en el artículo 277. Este último, ubicado también dentro del Título VI, enumera los deberes del Estado para conseguir el buen vivir, como, por ejemplo, “garantizar los derechos de las personas, las colectividades y la naturaleza” (art. 277-1), “dirigir, planificar y regular el proceso de desarrollo” (art. 277-2), “impulsar el desarrollo de las actividades económicas mediante un orden jurídico e instituciones políticas que las promuevan, fomenten y defiendan mediante el cumplimiento de la Constitución y la ley” (art. 277-3) o también “promover e impulsar la ciencia, la tecnología, las artes, los saberes ancestrales y en general las actividades de la iniciativa creativa comunitaria, asociativa, cooperativa y privada” (art. 277-4). Se responsabiliza al Estado de buena parte del buen vivir, puesto que le asignan unos deberes que son fundamentales para el buen vivir y el desarrollo. El artículo 278 establece obligaciones para las personas y las colectividades, insistiendo en la necesidad de participación de éstas, y también, muy importante: “Producir, intercambiar y consumir bienes y servicios con responsabilidad social y ambiental” (art. 278-2). Así, los artículos 277 y 278 establecen que tanto el Estado como las personas y colectividades, llevar a cabo acciones para conseguir el buen vivir. El artículo 283, por su parte, hace referencia al sistema económico. De este artículo se pueden destacar varios elementos importantes. En primer lugar, el sistema económico es social y solidario (esto nos recuerda al carácter solidario del Buen Vivir estudiado anteriormente), reconocimiento del ser humano como sujeto y fin (frente a la instrumentalización y/o mercantilización de la modernidad capitalista), relación equilibrada entre la triada Estado/sociedad/mercado, y en armonía con la naturaleza (el mercado pierde la supremacía establecida en el capitalismo, y se incorporan el Estado y la sociedad; y todo ello, con la importancia de la naturaleza). También supedita el sistema económico al buen vivir, por ejemplo, estableciendo como objetivo de la producción, posibilitar el buen vivir. En relación con el endeudamiento, el artículo 290 establece que éste no podrá poner en cuestión el buen vivir. Finalmente, el artículo 319, en relación con las formas de organización de la producción, establece que “el Estado promoverá las formas de producción que aseguren el buen vivir de la población y desincentivará aquellas que atenten contra sus derechos o los de la naturaleza”. De nuevo, el buen vivir aparece como objetivo a alcanzar, y se dota de protagonismo del Estado para su consecución. Finalmente, destacamos que la Constitución consagra el Título VII: “Régimen del buen vivir” (art. 340 al 415) al buen vivir, lo que significa que, no sólo está nombrado de forma transversal en todo el texto normativo a través de su inclusión en varios artículos, sino que, además tiene dedicado un título propio, lo que muestra la importancia en esta Constitución de la idea del buen vivir. En este título se incluyen, por una parte, la inclusión y la equidad (dentro de éstas, la educación, la salud, la seguridad social, el hábitat y la vivienda, la cultura, la cultura física y el tiempo libre, la comunicación social, la ciencia, tecnología, innovación y saberes ancestrales, los riesgos naturales, la población y movilidad humana, la seguridad humana y el transporte), y por otra, la biodiversidad y los recursos naturales (modelo sustentable de desarrollo, evitar impactos ambientales, sistema descentralizado de gestión ambiental, propiedad estatal de los recursos naturales, suelo, recursos hídricos, biosfera, ecología urbana, energías alternativas). Esto quiere decir que dentro del régimen del buen vivir se combinan derechos humanos y derechos de la naturaleza (Acosta, 2008). En ese mismo sentido, Gudynas (2016) señala que “El régimen del Buen Vivir presenta dos componentes principales: los referidos a la inclusión y la equidad […]; y los enfocados en la conservación de la biodiversidad y manejo de recursos naturales” (p. 8).

Así, de la Constitución de 2008, en relación con el Buen Vivir, podemos extraer las siguientes conclusiones: se reconoce la naturaleza como sujeto de derechos (art. 72, por ejemplo). No obstante, se habla de desarrollo sustentable y de derecho a un medioambiente sano, lo cual no coincide totalmente con la visión rupturista que habíamos estudiado anteriormente. Por otra parte, como señala Gudynas (2011a), el derecho al medioambiente en Ecuador es una combinación de derechos de la naturaleza y derechos de los seres humanos. Se permite igualmente el uso de recursos naturales, pero siempre que sea un uso razonable y permita su regeneración (Acosta, 2008). Esto choca, sin embargo, con el neoextractivismo practicado tanto por el gobierno de Correa como por los de los siguientes gobernantes.

Finalmente, no hay más menciones explícitas al Buen Vivir. No obstante, para el modelo ecuatoriano de Buen Vivir también debemos hablar del desarrollo y de la movilidad humana, puesto que éstos son característicos del mismo.

El desarrollo y la movilidad humana en el articulado

El desarrollo tiene, al igual que el Buen Vivir, un título propio: el Título VI: Régimen de Desarrollo (artículos 275 al 339) y menciones en otros artículos. Podría llamar la atención que, teniendo en cuenta lo estudiado anteriormente acerca del Buen Vivir como alternativa al desarrollo, haya dos títulos separados tratando, por una parte, la temática de desarrollo, y por otra, la del Buen Vivir. No obstante, tal y como señala Acosta (2008), ésta es una de las características del Buen Vivir ecuatoriano.

Este título está dividido en varios capítulos. El capítulo 1 trata los principios generales. Como hemos señalado anteriormente, el desarrollo está supeditado a la consecución del Buen Vivir (art. 275). Dentro de los objetivos del desarrollo está el aumento de las capacidades y potencialidades de la población (que, evidentemente, nos hace pensar en el desarrollo humano propuesto por Amartya Sen), “un sistema económico, justo, democrático, productivo, solidario y sostenible” (art. 276-2), que fomente la participación, que conserve el medioambiente y la naturaleza, así como la soberanía nacional y la integración latinoamericana. Se insiste igualmente en el papel del Estado en el desarrollo (característica fundamental del Buen Vivir ecuatoriano). El capítulo 2 regula la planificación participativa para el desarrollo donde la base es la descentralización, y el instrumento principal es el Plan Nacional de Desarrollo. Desde la llegada de Rafael Correa a la presidencia de Ecuador en 2007, y la subsiguiente promulgación de la Constitución del 2008, ha habido cuatro planes nacionales de desarrollo: Plan Nacional de Desarrollo 2007-2010. Planificación para la revolución ciudadana; Plan Nacional para el Buen Vivir 2009-2013: Construyendo un Estado Plurinacional e Intercultural; Plan Nacional para el Buen Vivir, 2013-2017 y, finalmente, el que está en vigor: Plan Nacional de Desarrollo 2017-2021. Toda una Vida. Todos estos documentos han sido confeccionados por la Secretaría Nacional de Planificación y Desarrollo (SENPLADES).

El capítulo 3 trata la soberanía alimentaria, siendo considerada un “objetivo estratégico y una obligación del Estado” (art. 281). En el capítulo 4 se regula la soberanía económica. Como hemos señalado anteriormente, en ésta, el buen vivir es el fin a conseguir (art. 283). Este capítulo establece el sistema económico y la política económica, la política fiscal (con la redistribución como uno de sus objetivos), el endeudamiento público (tratando de evitarlo cuando sea posible), el Presupuesto General del Estado (sujeto al Plan Nacional de Desarrollo), el régimen tributario (regido por varios principios, entre otros, la progresividad y la eficiencia), la política monetaria, cambiaria, crediticia y financiera, la política comercial (es importante destacar que uno de sus objetivos es “impulsar la inserción estratégica del país en la economía mundial” (art. 304-2) ), el sistema financiero (supeditado al desarrollo). El capítulo 5 trata los sectores estratégicos, servicios y empresas públicas, donde se establece que el Estado tendrá derecho de administración exclusiva de los sectores estratégicos. Cuando éstos están vinculados con recursos naturales, el Estado deberá gestionarlos de acuerdo con la conservación de la naturaleza. Finalmente, el capítulo 6 regula el trabajo y la producción.

Como hemos destacado anteriormente, en las formas de producción, el Estado fomentará las que promuevan el buen vivir, y desalentará las que destruyan la naturaleza. Además, tendrá un papel fundamental en la eliminación del desempleo, el subempleo, y se protegerán los derechos laborales (salario justo, lucha contra la precarización, igualdad entre hombres y mujeres…). También se hace mención de la promoción del comercio justo y la democratización de los factores de producción.

Observamos que, en este título, muchas de las inclusiones normativas son del orden del desarrollo alternativo. En efecto, en lugar de romper con el pasado desarrollista capitalista, trata de mejorar el existente. Un ejemplo claro es el comercio justo: la única forma de que el comercio sea realmente justo es romper con las relaciones de intercambio desigual existentes entre los países centrales y los periféricos.

En relación con las migraciones (incluidas en la Constitución bajo el concepto de “movilidad humana”), observamos dos cosas muy importantes. Por una parte, están nombradas a lo largo de toda la Constitución, ya sea directamente, o a través de fórmulas tales como, por ejemplo, la obligación del Estado de garantizar el goce de derechos sin discriminación (art. 3) o la igualdad entre las personas en el ejercicio de los derechos (art. 11-2). Y, por otra parte, tiene una sección propia dentro del capítulo 3 del Título II (“Derechos”), y dentro del capítulo 1 del Título VII (“Régimen del Buen Vivir”) tienen también otra sección. Se establece el derecho a migrar y la no discriminación por razón del origen, directamente relacionado con el concepto de ciudadanía universal. Además, el Estado deberá desarrollar políticas de vinculación con los ecuatorianos radicados en el exterior. Finalmente, en las relaciones internacionales, la Constitución propone “la libre movilidad de todos los habitantes del planeta y el progresivo fin de la condición de extranjero como elemento transformador de las relaciones desiguales entre los países, especialmente Norte-Sur” (art. 416-6 y 416-7). En este sentido, resulta una gran iniciativa en relación con las migraciones forzadas, al proponer la libre movilidad, lo que evitaría la situación de irregularidad administrativa de muchos extranjeros, y con ello, se lucharía contra la vulnerabilidad y la exclusión, factores muy presentes en la migración forzada. Si a esto unimos otros preceptos de la carta magna ecuatoriana, que dotan de derechos a los migrantes como, por ejemplo, el derecho de sufragio (tanto activo como pasivo), la prohibición de expulsiones o la protección de los derechos laborales de los emigrantes (art. 329), observamos que, en el plano normativo, se está tratando de mejorar las condiciones de vida, la participación y la inclusión de los migrantes en la vida ecuatoriana.

Vemos por lo tanto que, en la Constitución de Montecristi, el desarrollo y el Buen Vivir van de la mano, subordinándose el primero al segundo. La naturaleza es considerada como sujeto de derechos, aunque la visión que se tiene de ésta no es la rupturista que veíamos con el Buen Vivir como alternativa al desarrollo, puesto que en el modelo ecuatoriano todavía se concibe la utilización de ésta para el desarrollo (aunque con limitaciones, no una utilización tan extrema como en el capitalismo occidental). El Estado tiene un papel muy importante en el desarrollo y en la aplicación del Buen Vivir. Por ejemplo, los recursos estratégicos serán derecho exclusivo del Estado, y los excedentes los invertirá en el desarrollo del país. También se hace gran hincapié en la participación de la sociedad civil.

El modelo económico, por su parte, se sustenta en la triada Estado/sociedad/mercado, donde los dos primeros ganan protagonismo frente al tradicional poder del último en el modelo capitalista neoliberal. Sin embargo, las estructuras para llevar a cabo el proyecto son las heredadas del modelo anterior y no se propone una ruptura total con éste.

Finalmente, destaca también la alusión a los derechos de los individuos, las comunidades y poblaciones: constitución muy garantista que no sólo cuenta con el individuo, sino también con las comunidades como sujetos de derechos. Los derechos humanos tienen una relevancia importante en la Constitución (por ejemplo, la gratuidad de la educación y la salud).

Hemos analizado el modelo ecuatoriano de Buen Vivir a través de lo establecido en el articulado de la Constitución de 2008, texto de suma importancia puesto que pretende incorporar las inquietudes sociales del contexto de la Revolución Ciudadana y ser la base de ésta. En esta norma se incluye, entre otros, el Buen Vivir, el desarrollo, la movilidad humana y se reconocen toda una serie de derechos humanos y de la naturaleza, que se convierte en sujeto de derechos. El modelo económico establecido en la carta magna toma una dirección diferente del modelo por aquel entonces vigente, tratando de tomar un rumbo distinto. Así, el modelo ecuatoriano de Buen Vivir plasmado en la Constitución de Montecristi supone un desarrollo alternativo.

Conclusiones

En el presente trabajo hemos estudiado, por una parte, el Buen Vivir, desde la perspectiva de alternativa al desarrollo. Tras esto, hemos analizado el ejemplo ecuatoriano de Buen Vivir, considerado por algunos autores como desarrollo alternativo. El objetivo de este trabajo era caracterizar ambos casos, y ver en qué medida podían representar una solución a las migraciones económicas y medioambientales actuales, entendidas éstas como aquéllas que son consecuencia del capitalismo globalizado neoliberal.

Al final, considerar el Buen Vivir como un desarrollo alternativo o como una alternativa al desarrollo, puede quedarse simplemente en el ámbito conceptual y académico. Lo importante no es tanto la etiqueta que se le ponga sino las propuestas que realice cada uno de los dos, y la visión que tengan del mundo.

Observamos que las propuestas, en el campo de las ideas, del Buen Vivir como alternativa al desarrollo sí podrían solucionar la migración económica y medioambiental. Esto se debe a que esta visión plantea romper con el modelo capitalista. A través de unas relaciones sociales basadas en la justicia social, y un desarrollo considerado totalmente distinto al de crecimiento económico y de acumulación de capital en manos de unas pocas personas, la alternativa del Buen Vivir atacaría las causas de la migración económica, pudiendo ser una solución a ésta. Además, este modelo, en el que la naturaleza sería respetada por ser considerada sujeto de derechos (y convivencia en armonía con ella) evitaría también las catástrofes ambientales, poniendo asimismo solución al problema de la migración medioambiental, al menos aquella directamente relacionada con la acción del ser humano. No obstante, teniendo en cuenta que el Buen Vivir parte de la cosmología indígena andina, cabría preguntarse hasta qué punto podría aplicarse en países, por ejemplo, occidentales, que quisieran cambiar su modelo. Si bien es cierto que en Occidente también ha habido reacciones contra su propia modernidad que irían en el mismo sentido que el Buen Vivir (por ejemplo, el ecosocialismo), no se han llegado a fraguar todavía como una alternativa al desarrollo viable y/o posible para los países occidentales.

Tal y como señalan Gudynas y Acosta (2011), el Buen vivir, como corriente de pensamiento, tiene unos elementos básicos, comunes a todos los buenos vivires. Pero, además, como hemos visto anteriormente, una de las características fundamentales del Buen Vivir es que no es una receta que se debe aplicar de la misma forma en cualquier país y cualquier contexto, sino que cada territorio debe aplicar sus especificidades.

En el caso ecuatoriano, visto por varios autores como un desarrollo alternativo, debido a que no sigue exactamente los puntos básicos del Buen Vivir planteado como alternativa al desarrollo [señala Solón (2014) que “no todos los elementos centrales del concepto están incluidos en estas constituciones” (p. 10; traducción propia), en referencia a las recientes constituciones de Ecuador y Bolivia], encontramos ideas y planteamientos interesantes que, si bien nos transmiten cierto optimismo para el corto plazo, no los podemos considerar como solución al problema de las migraciones económicas y medioambientales. La Constitución de 2008 contiene una crítica implícita al capitalismo al establecer una economía solidaria y social, donde el ser humano es el centro de atención (Acosta, 2008) frente al privilegiado mercado de la economía convencional. También sugiere, por una parte, que el Buen Vivir y el desarrollo son dos cosas distintas, aunque esta última está supeditada a la primera. El respeto a los derechos humanos y el reconocimiento de la naturaleza como sujeto de derechos, unido a la propuesta de un modelo de economía solidaria y la defensa de los derechos de los migrantes, bajo la premisa de la ciudadanía universal, nos hacen pensar que este modelo ofrece mejoras significativas frente al capitalista neoliberal. La aplicación de estas premisas supondría una reducción de la vulnerabilidad de los migrantes y un mayor respeto a sus derechos. Tanto por el modelo que se está proponiendo, como por las alusiones expresas a la migración, cabe decir que mejorarían las condiciones de los migrantes, pero no se terminaría con ésta en su carácter de forzada, al no atacar directamente todas las bases que la crean y mantienen. La interpretación sería que en esta Constitución se transmite la consciencia acerca de la realidad migratoria, y se intenta suavizar, pero no se puede cambiar totalmente. De hecho, Acosta (2008) señala en este sentido que “No se espera a que cambie el mundo para recién entonces avanzar en el campo de la migración, se actúa para provocar el cambio del mundo […]” (p. 42), pero hay que destacar que la propuesta de Ecuador no es totalmente rupturista con la modernidad y el desarrollo capitalista. Lo que recoge la Constitución es una solución parcial frente a la causa del problema de base de las migraciones forzadas: las desigualdades entre los países, especialmente entre los del Norte y los del Sur. Mientras no haya una ruptura con el modelo actual de crecimiento y de desarrollo, mientras no cambien las relaciones interestatales, y en tanto se mantenga el intercambio y el desarrollo desigual en el mundo, la migración forzada continuará. Consideramos, por lo tanto, que, pese a ser un gran avance en materia de defensa de los derechos de los migrantes, no se acaba con el problema estructural de base.

Además, pese al reconocimiento de los derechos de la naturaleza, la realidad ecuatoriana muestra que se sigue practicando el extractivismo (llamado neoextractivismo) y se sigue dependiendo de la exportación de los recursos naturales como fuente de ingresos para el desarrollo. De hecho, el gobierno de Rafael Correa ha sido muy criticado por varios seguidores del Buen Vivir (entre ellos, por ejemplo, Alberto Acosta, que fue presidente de la Asamblea Nacional Constituyente y ministro de energía y minas bajo la presidencia de Correa), en relación con su política extractiva y de gestión de los recursos naturales. Esta política entra en contradicción con el Buen Vivir como cosmología andina en general y con varios artículos de la Constitución que instauran la defensa de la naturaleza y el medioambiente (como por ejemplo el 306). En este sentido, no se respeta totalmente la naturaleza, por lo que tampoco se podrían evitar los migrantes medioambientales. Sin embargo, podría considerarse que el modelo ecuatoriano está todavía en transición entre el modelo heredado en 2007, y hasta el gobierno de Lenin Moreno. De hecho, Ramírez (2010) distingue cuatro fases históricas: neoliberalismo, posneoliberalismo, capitalismo popular o socialismo de mercado y, finalmente, socialismo del sumak kawsay. Lo cierto es que países como Ecuador y Bolivia están tratando de llevar un camino distinto al de otros países de América Latina, inspirándose en las experiencias prehispánicas.

Algo que no debe olvidarse, y sirve tanto para el Buen Vivir como alternativa, como para el modelo ecuatoriano, es que, en relación con la naturaleza, si sólo se respeta en determinados países, el problema civilizatorio derivado del sobreuso de los recursos no va a desaparecer.

Lo interesante de haber estudiado el Buen Vivir como marco conceptual y conjunto de ideas y, posteriormente, el Buen Vivir en el modelo ecuatoriano, es que nos ha permitido comparar el plano de las ideas (el primero) con un plano normativo (el segundo). Sin lugar a duda, el Buen Vivir ha introducido una nueva visión en la agenda del desarrollo de América Latina con relevancia tanto en el ámbito académico como político que, en lo migratorio, parafraseando a Gudynas (2011a), pudiera ser capaz de impulsar “cambios profundos en las ideas sobre el desarrollo que están más allá de correcciones o ajustes” (p. 3).

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[1] Es necesario aclarar que en este artículo se estudia el periodo de gobierno de Rafael Correa ya que los gobiernos posteriores, liderados por Lenín Moreno (2017 a 2021) y Guillermo Lasso (2021 a la actualidad) se alejan del modelo propuesto por éste, quedando, por lo tanto, fuera de nuestro objeto de investigación.

[2] Es preciso apuntar que las asimetrías derivadas del desarrollo desigual se dan tanto entre los países como al interior de éstos.

[3] Señala Gudynas (2011b) que la alternativa al desarrollo consiste en “explorar otros ordenamientos sociales, económicos y políticos de lo que veníamos llamando desarrollo” (p. 42), o también “trascender la propia idea del desarrollo” (Gudynas, 2014, p. 68).

[4] Gudynas (2011b) se refiere a desarrollo alternativo como “distintas opciones de rectificación, reparación o modificación del desarrollo contemporáneo, donde se aceptan sus bases conceptuales, tales como el crecimiento perpetuo o la apropiación de la Naturaleza, y la discusión se enfoca en la instrumentalización de ese proceso” (p. 42). El desarrollo alternativo propone, por lo general, cambios estructurales de abajo a arriba, mayor protagonismo de la sociedad civil, descentralización y diversidad cultural entre otros, aunque es necesario aclarar que “se mantienen los elementos esenciales que sustentan las ideas del desarrollo, y la discusión se centra entre diferentes variedades de este” (Gudynas, 2014, p. 79). Dentro de las propuestas de desarrollo alternativo se encuentran, por ejemplo, el desarrollo a escala humana, desarrollo participativo, desarrollo centrado en los seres humanos, el desarrollo humano o el desarrollo sustentable (véanse Veltmeyer, 2002; Tetreault, 2011; Gudynas, 2014).

[5] Define Ciccozzi (2019) neoestractivismo como: “Modelo de desarrollo económico fundado primariamente en la explotación de recursos naturales y otras materias primarias –incluyendo madera y tierras– con vistas a su exportación y comercialización en el mercado internacional de los commodities. El neoextractivismo se diferencia del extractivismo clásico y neoliberal –en donde es normalmente el sector privado a manejar tanto la exploración como la explotación de los recursos– ya que es el Estado quien decide, lidera y controla el acceso y uso de los recursos, reinvirtiendo los excedentes de la renta neoextractivista en políticas sociales” (p. 2).

[6] En este sentido, el ecosocialismo realiza una dura crítica a determinadas corrientes del socialismo y el marxismo, debido a la visión materialista de estos últimos, y la subordinación de la naturaleza y los recursos naturales al ser humano (ver, por ejemplo, Löwy, 2014).


 

  1. Español. Doctor en Estudios del Desarrollo por la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ), México y Doctor en Derechos Humanos, Democracia y Justicia Internacional por la Universitat de València, España. Actualmente es investigador en la Universidad Europea de Valencia (UEV), España. Líneas de investigación: migración y desarrollo, migración y derechos humanos, migración calificada, relaciones internacionales, extranjería y derechos humanos. Contacto: julianpinazodallenbach@gmail.com.

  2. Español. Doctor en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid, España. Actualmente es Docente-investigador en la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ), México. Líneas de investigación: desarrollo, estudios latinoamericanos, procesos de integración económica (Mercosur y Unión Europea). Contacto: jdenizes@hotmail.com.