Exilio y activismo transnacional de jóvenes nicaragüenses

Segunda época, número 16, julio-diciembre 2023, pp. 89-108.

Fecha de recepción: 03 de abril de 2023.
Fecha de aceptación: 04 de diciembre de 2023.

Autor: Carlos de Jesús Gómez-Abarca.1

Resumen

La respuesta represiva del gobierno nicaragüense ante la ola de protestas protagonizada por jóvenes en 2018 trajo consigo diferentes consecuencias, una de estas fue el exilio de más de cien mil jóvenes que decidieron salir del país para salvaguardar su vida y continuar con su proyecto personal y activista. La investigación explora el exilio y el activismo transnacional emprendido por las/los jóvenes nicaragüenses a través del análisis de datos provenientes de fuentes primarias y secundarias recopilados entre 2018 y 2022. Entre los resultados se identifican patrones en las experiencias de exilio, sus causas, sus dificultades, las expectativas de retorno y las distintas expresiones de activismo transnacional derivadas de estas.

Palabras clave: protestas, represión, exilio, activismo transnacional, Nicaragua.

Exile and transnational activism of Nicaraguan youth

Abstract

The repressive response of the Nicaraguan government to the wave of protests carried out by young people in 2018 brought with it different consequences, one of these was the exile of more than one hundred thousand young people who decided to leave the country to safeguard their lives and continue with their personal and activist project. The research explores exile and transnational activism undertaken by Nicaraguan youth through the analysis of data from primary and secondary sources collected between 2018 and 2022. Among the results, patterns are identified in exile experiences, their causes, their difficulties, expectations of return and the different expressions of transnational activism derived from them.

Keywords: protests, repression, exile, transnational activism, Nicaragua.

Introducción

Según datos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), en el año 2021 se registraron en el mundo alrededor de 89.3 millones de personas fuera de sus hogares debido la persecución, situaciones de conflicto o violaciones a los Derechos Humanos. De éstos, 53.2 millones corresponden a desplazamientos internos, 27.1 millones a refugiados y 4.6 millones a solicitantes de asilo. De estos datos, destaca puntualmente que 92 700 son solicitudes individuales de asilo de nicaragüenses y 111 600 nuevas solicitudes individuales de asilo y reconocimientos grupales de refugiados (ACNUR, 2022).

Estamos frente a un exilio de tipo político que tiene como punto de quiebre el 18 de abril de 2018, fecha marcada por el incremento de las movilizaciones sociales surgidas en respuesta a la reforma del sistema de Seguridad Social nicaragüense, que incluía el incremento en las contribuciones fiscales por parte de los trabajadores. Como ya se ha registrado en diferentes publicaciones académicas, las protestas fueron encabezadas por estudiantes universitarios y diferentes movimientos sociales, opositores al gobierno del actual presidente Daniel Ortega,[1] quienes, en los últimos años, se han manifestado, en movimientos por la diversidad sexual, la defensa de los territorios y de mujeres (Gómez-Abarca, 2019).

Desde el punto de vista de las y los activistas y algunos sectores de la sociedad, las reformas promovidas en 2018 representaron “la gota que derramo el vaso” después de una lista de agravios cometidos por el gobierno sandinista; esto debido a: a) la aprobación unilateral del Gran Canal en la segunda década del siglo XXI; b) las polémicas elecciones desarrolladas en 2016; c) la ineficiente respuesta gubernamental ante el incendio de la Reserva Indio Maíz; y, d) las continuas acciones represivas desplegadas por el Estado en contra de movimientos opositores (Gómez-Abarca, 2019).

Las protestas del 2018 surgieron en un contexto de creciente polarización sociopolítica en torno al gobierno sandinista,[2] derivada, en buena parte, por las contradicciones acumuladas en materia económica, política y social.[3] Por un lado, se encuentra la población que apoya la llamada “insurrección pacífica” de abril de 2018; por otro lado, quienes la definen como un “golpe de Estado” orquestado desde los Estados Unidos. En el plano electoral, la población se divide entre quienes definen las elecciones de 2016 y 2021 como un fraude y quienes las consideran un triunfo de Ortega, resultado de la voz popular. Hacia el exterior, representantes de gobiernos latinoamericanos y caribeños de Bolivia, Venezuela y Cuba mantienen el apoyo al gobierno actual, sin embargo, la mayoría de los líderes de países constituidos como democráticos cuestionan su proceder en los últimos años.

Más allá de esta polarización sociopolítica, un hecho ampliamente documentado es la violenta respuesta gubernamental basada en el despliegue de acciones represivas, policiales, legislativas y mediáticas, que derivó en una profunda crisis en materia de derechos humanos. Tan solo después de un año se contabilizaron más de 300 personas asesinadas, 120 personas privadas de la libertad y casos de tortura, más de 400 profesionales de la salud despedidos y más de 76 000 personas en el exilio, según los datos que informaba la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), en julio de 2019.

Las consecuencias de esta crisis en materia de derechos humanas son múltiples y profundas, siendo el exilio de personas jóvenes nicaragüenses una de éstas. Los lugares de destino son diversos. Se ha documentado la presencia de activistas nicaragüenses intentando formalizar su residencia en países de América y Europa, destacando Estados Unidos (Salomon y Torrens, 2021), Costa Rica (Montero, 2018; Volcánicas y Managua Furiosa, 2021b; Padilla, 2022), México (Gómez-Abarca, 2021; SC, 2018) y España (Armunia, 2018; Cabrera, 2018).

Para ilustrar algunos casos, en Costa Rica, histórico país receptor de nicaragüenses, se han recibido entre 2018 y 2020 alrededor de 80 mil solicitudes de refugio formalizadas (Fundación Arias, 2020); en México, mientras que el primer semestre de 2017 se recibieron 33 solicitudes de asilo, el año 2018 cerró con un total de 1 271, situándose como quinto lugar, y para el año 2019 Nicaragua se posicionó en el séptimo lugar con un total de 2 227 (COMAR: 2019); en los Estados Unidos, la cifra, entre enero de 2021 y abril de 2022, es de 141 000 personas aplicando por asilo político (Orosco, 2022); en España, entre el 1 de enero y el 31 de diciembre de 2020, se registraron 3 750 solicitudes. En todos estos países existe un incremento de peticiones de asilo realizadas por nicaragüenses desde 2018.

Aunque no hay un perfil homogéneo entre quienes componen este flujo migratorio, si es notable la marcada presencia de estudiantes universitarios, activistas de organizaciones, exfuncionarios públicos, periodistas, médicos (Informador.mx, 2019), defensores de los derechos humanos, personas simpatizantes de los movimientos señalados, así como también a quienes apoyaron de manera tangencial estas protestas y familias enteras.

Estos flujos migratorios se han constituido como una diáspora (Orosco, 2022). Comprender cuáles han sido los efectos generados por esta dispersión resulta fundamental para que los distintos actores estatales y para-estatales emprendan estrategias y acciones acorde a las necesidades particulares de estos grupos, así como también, visibilizar su papel activo y señalar sus capacidades de resiliencia, disidencia y organización. Este trabajo explora todas estas dimensiones a través de un análisis del exilio y del activismo transnacional de jóvenes nicaragüenses.

El trabajo se divide en seis partes. La primera es esta sección introductoria y contextual.  A continuación, se presenta una acotación teórica-metodológica. Los tres apartados siguientes son de resultados: y en ellos se aborda el tema del exilio nicaragüense, se describen los distintos activismos emprendidos por éstos, y se sitúan las percepciones y condiciones del retorno. Finalmente, el texto cierra con una serie de reflexiones y debates abiertos que, más que ser conclusivos, pretenden abrir horizontes investigativos.

Acotación teórico-metodológica

Este trabajo se enmarca en una tarea investigativa de más largo aliento realizada desde 2016 sobre los procesos democráticos en Nicaragua, que en 2018 incorporó el análisis de las jornadas de protestas, las respuestas represivas estatales y el exilio de jóvenes activistas (Gómez-Abarca, 2019, Gómez-Abarca y Vázquez, 2021). Con base en estas pesquisas previas, el propósito de este trabajo es explorar pistas empírico-teóricas que abonen a la comprensión de dos procesos articulados: la experiencia del exilio y el activismo trasnacional de jóvenes nicaragüenses, partiendo de la premisa de que existen distintas imbricaciones empíricas y teóricas entre la movilidad humana y la política.

Las investigaciones sobre el movimiento de migrantes sin papeles reclamando “papeles para todos” en Europa (Suárez-Navaz, Marciá y Moreno, 2007), los movimientos de trabajadores indocumentados en Estado Unidos (Aquino, 2010) y otros casos de movilización social de migrantes revelan el creciente interés académico por la articulación entre movilidad humana, la migración, el activismo y los movimientos sociales. Algunas de las dimensiones más ampliamente estudiadas en estos trabajos son las identidades, las redes, los espacios y las comunidades trasnacionales, enfatizando la importancia de las migraciones para los movimientos sociales (Carballo y Echart, 2012) y viceversa.

Dado que uno de los ejes analíticos es el exilio, cabe recordar que ha sido una práctica recurrente en diferentes países de América Latina desde los siglos XIX y XX, debido a la represión ejercida por las dictaduras a sus opositores, los conflictos armados y las guerras civiles. Con la presencia de las transiciones democráticas y la llegada de gobiernos civiles a los países de la región centroamericana, se registró una relativa disminución de la violencia y, con ello, una disminución del exilio por motivos de violencia política. Las expectativas de paz y estabilidad eran entonces amplias. Sin embargo, entrado el siglo XXI, presenciamos un repunte de estos desplazamientos forzados, en un contexto caracterizado por la profundización de políticas neoliberales y, más recientemente, por retrocesos democráticos y autoritarios.

Como concepto analítico, el exilio está estrechamente relacionado a la movilidad humana forzada, un concepto abarcador que refiere la salida de un lugar que es percibido como “inseguro” a uno percibido como “seguro” ante distintas amenazas, humanas o no humanas, que ponen en riesgo la vida de las personas, sin que exista la posibilidad de recurrir a una instancia o mecanismo que permita cambiar tal situación. El movimiento espacial representa una estrategia para evadir tales situaciones, causadas por razones económicas, ambientales, violencia política focalizada o la combinación de éstas. Algunas de las características que definen su carácter forzado son la participación de un agente externo que obliga a las personas a movilizarse, el sentido de despojo o exclusión entre éstas, la emergencia de la salida que se manifiesta en la huida; la ausencia o la reducción de margen de elección y la imposibilidad del retorno mientras las condiciones persistan (Coraza, 2018, p. 33-141).

De acuerdo con Coraza, el exilio puede considerarse como una forma de movilidad, pero sus características particulares también permiten situarlas como otra categoría. Se trata de una movilidad con un sentido político que, a diferencia de otras modalidades, no afecta potencialmente a una comunidad o sociedad determinada, sino que se focaliza o individualiza en función a la pertenencia a grupos políticos, sindicales o religiosos determinados, identificándolos como el “enemigo”, esto incluye también a periodistas, activistas de derechos humanos o líderes sociales, y está asociado a prácticas violentas de grupos paramilitares, parapoliciales y violencia de Estado (Coraza, 2020, p. 144).

La cualidad política del exilio propicia que los exiliados que le constituyen sean productores de un tipo específico de activismo que aun cuando se realiza en los diferentes países de acogida mantienen una articulación con activistas, redes y movimientos en distintos países, lo que podría definirse como un activismo de tipo transnacional. Para Tarrow, estos activismos se dan en el marco de la intensificación de internacionalismo que puede entenderse como una estructura de amenazas y oportunidades. Los activistas transnacionales son quienes “como individuos y grupos movilizan recursos y oportunidades nacionales e internacionales para promover reclamos contra oponentes o a favor de objetivos que tienen en común con aliados transnacionales (2005, p.  43)”.

De acuerdo con Bringel y Marques (2021), es importante abordar este tipo de activismo y analizarlo desde una sociología política del exilio sintonizada con las teorías de la movilización social; considerando las oportunidades y restricciones causadas por el desplazamiento a un nuevo país, los desafíos causados por el nuevo contexto geocultural y el papel de las diferentes redes de acompañamiento en el proceso de adaptación al exilio. Otros autores reconocen, en estos procesos de movilidad, la centralidad que tienen la difusión de valores democráticos, el surgimiento de tecnologías de comunicación e información y las redes familiares y sociales (Luque, 2017, Almeida, 2020, Tarrow, 2011). Estas dimensiones nos ofrecen una agenda de investigación amplia que, si bien va más allá de los objetivos propuestos, orientan las reflexiones a partir de la información recabada.

Los estudios sobre el exilio nicaragüense actualmente son escasos. En este sentido, el presente estudio se planteó como un primer análisis exploratorio de tipo cualitativo, basado en una serie de entrevistas realizada a activistas exiliados en Costa Rica y Nicaragua durante dos diferentes periodos de trabajo de campo entre 2018 y 2019,[4] respectivamente, así como de fuentes secundarias compiladas en 2022.[5] A partir de éstas es posible abonar a la reconstrucción de memoria histórica que los mismos activistas nicaragüenses realizan en el exilio. Para la sistematización y el análisis de esta información se usó la plataforma en Atlas.ti Web, planteando como categorías analíticas dos ejes: el exilio de jóvenes y las acciones colectivas transnacionales, buscando identificar los patrones que articulan ambos procesos.

El exilio

En Nicaragua, después de la escalada en las acciones represivas, agresiones, detenciones y arrestos policiales, desplegadas por el gobierno de Daniel Ortega para contener al movimiento social de 2018, decenas de miles de activistas y simpatizantes[6] decidieron salir de su país para salvaguardar su integridad. Algunas de estas personas se refugiaron en casas de familiares realizando un desplazamiento interno forzado y continuaron realizando actividades clandestinamente; otras partieron de su país después de haber sido violentadas por las fuerzas policiales y detenidos arbitrariamente; otras no esperaron las amenazas, y decidieron, de manera individual o junto con sus familias, salir de Nicaragua. Así narran algunas activistas los recuerdos y motivos de su exilio:

[Durante la protesta del Día de las Madres,] estaba en la UCA, cuando empezaron a disparar, queríamos ir a agarrar la llegada de las madres a la rotonda […] Vi pasar a un muchacho muerto, lo llevaban en moto. Fuimos a la casa de producción a dejar los equipos, y cuando salimos de ahí vimos a 4 hombres con armas, que nos dimos cuenta de que eran unas Dragunov[7] (Carmen, en Arévalo, s/f).

[Salí del país] porque tenía miedo de que nos hicieran algo, que me llevaran presa, que me violaran, porque además a varios compañeros los expulsaron de la carrera, se había filtrado una lista de los estudiantes que habían iniciado eso […] un día pasaron por mi casa un grupo de paramilitares y estaban golpeando todas las puertas, andaban armas hechizas y armas blancas y los sonaban en todas las puertas […] de repente tocaron la puerta de mi casa y pensé que iban a entrar (Elena, en Arévalo, s/f).

[Salí] a raíz de la inseguridad, de la cacería de brujas desde junio. Yo estuve involucrada en organizar plantones culturales, con artistas, yo valoré que de algún momento a otro se iban a dar cuenta de quienes estábamos organizando esto, éramos un colectivo. A raíz de esto y mi involucramiento pasado en marchas, que también he puesto mi cara, mi cuerpo en distintos lugares, mi postura en redes sociales, valoré lo que me decían mis padres (Ángela, comunicación personal, 2018).

Salí en septiembre, sí, y salí porque ya había pasado la fase represiva ya habían matado a muchísima gente en la parte de las movilizaciones de los tranques[8] que es lo que llamaron operación limpieza[9] (Valeria, comunicación personal, 2019 [énfasis mío]).

En algunos casos, jóvenes activistas salieron de su país para realizar alguna actividad vinculada con la visibilización del movimiento. Pero, cuando estaban en el extranjero, se enteraron de las detenciones arbitrarias y otras vejaciones que estaban recibiendo muchos de sus compañeras/compañeros, ante lo cual decidieron esperar a que las cosas estuvieran más calmadas. Con una intención u otra, muchas de estas personas comenzaron sin planearlo su exilio en diferentes países, lo que ha tenido diversas implicaciones.

La salida de estas personas activistas de su país, su llegada a otros países y la legalización de su estancia a través de su solicitud de asilo y/o refugio político ha estado atravesada por una serie de vicisitudes y desafíos que han sido narrados y registrados en diferentes medios de comunicación. En las narrativas documentadas destaca el impacto emocional que implica “salir con una maleta hecha para viajar por poco tiempo”, pensando en volver pronto y, estando fuera, darse cuenta del incierto regreso; llegar a una cultura diferente implica soledad, adaptarse, abandonar y renunciar a los estudios a lo cotidiano, a tu grupo de amigos y de tu familia. En palabras de jóvenes activistas:

Cuando migramos somos una planta exótica que trasplantaron a otro lugar, sentís que sos nadie, que sos invisible (Solange, en Cultura libre, 2022, s/p).

Cuando me despedí en el aeropuerto […] tenía miedo de no poder regresar nunca a mi país. Esa es la sensación que tengo actualmente, no poder regresar nunca a Nicaragua (Camila, en Arévalo, s/f).

Además de la afectación emocional, los procedimientos burocráticos establecidos en diferentes países —México, Panamá, España, entre otros— para solicitar el reconocimiento como asilado o refugiado político presentan, a pesar de las diferencias entre sus instituciones migratorias, una constante en términos de la dificultad para obtener a una cita, los tiempos largos para presentarse a una entrevista, la dificultad de reunir las pruebas sobre la condición de violencia que obliga a las personas al exilio y las tardías respuestas sobre cada caso. Aunado a estas dificultades, se suma el hecho de la limitada movilidad espacial que las personas tienen durante el trámite, ante la indicación de no moverse del lugar en que se está realizando la gestión y la imposibilidad de laborar mientras no se cuente con un documento que acredite su estatus de refugiado político. Algunas personas exiliadas en Costa Rica, España y Panamá, respectivamente, refieren algunas consecuencias asociadas a estas circunstancias.

Yo creo que lo principal es no poder conseguir trabajo ¿por qué? porque con el trabajo consigues tu techo, consigues donde vivir, con el trabajo conseguís tu alimentación, y aquí en Costa Rica, porque aquí no es gratuito, pues no es gratuita la salud, no puedes acceder tampoco a salud si nunca has trabajado acá en Costa Rica […] [Además,] una cosa es tener trabajo o no tenerlo y otra cosa si ese trabajo es realmente digno, porque hay personas que están siendo explotadas laboralmente, tienen horarios extensos, tienen que cubrir largas jornadas, pero esas personas no las aseguran, no les están dando sus tiempos de descanso para ir a comer o los patrones no los empadronan al seguro social y estas personas no pueden acceder tampoco a su salud (Grizmel, en Podcast Volcánicas y Managua Furiosa, 2021).

[Creo que el principal problema] es el permiso laboral, estamos hablando de que son 6 meses, que si no tienes permiso de trabajo no puedes trabajar y eso hace que muchas mujeres al ver la situación que no consiguen trabajo van a trabajar de domésticas o cuidadoras del hogar de forma irregular y ¿qué es lo que pasa? les violentan sus derechos laborales […] Entonces ¿qué es lo que pasa? no tienen derecho a reclamar nada por el miedo a que por la denuncia que hagan se den cuenta que en medio del interior no puedan seguir con el proceso de solicitud (Elizabeth, en Podcast Volcánicas y Managua Furiosa, 2021).

De acuerdo en mi experiencia, al inicio, buscando un trabajo, se mencionaba como un volanteo o un tipo de actividad de volantear en una empresa equis. Entonces, yo tramite la cita para ver más o menos para ver que se necesitaba […] evidentemente era una red de prostitución, entonces al investigar más me di cuenta de que estaba a merced de esto y que estaba expuesta, a que mi seguridad no era relativamente íntegra, otro factor que podemos recalcar aparte de las políticas laborales, en este caso, es la seguridad (Maya, en Podcast Volcánicas y Managua Furiosa, 2021).

Hay mucha explotación laboral porque en un inicio podías pasar hasta 6 meses esperando la primera cita para tu solicitud de refugio y después de esa primera cita tenías que esperar tres para el permiso de trabajo, entonces, las personas podían pasar hasta nueve meses sin tener un permiso laboral, entonces si trabajaban, pero en unas condiciones absurdamente de explotación trabajar 12 horas por cuatro dólares al día (Ovalle, comunicación personal, 2019).

La vulnerabilidad de estas personas no se elimina, necesariamente, con el exilio. Observamos, por ejemplo, la creciente violencia experimentada por quienes buscan atravesar el territorio mexicano por tierra.[10] En pláticas informales, se relatan casos, como el de Erlinton, quien estaba en México esperando respuesta de su gestión de asilo político cuando fue secuestrado por un grupo armado, junto con un grupo de migrantes. Fue liberado días después, para luego dirigirse a El Paso, Texas, donde esperaba entregarse a las autoridades fronterizas y solicitar asilo.

En medio de todos estos procesos y dificultades, las y los activistas señalan que ha sido clave el papel que han jugado diferentes grupos y redes de activistas que se encuentran ofreciendo su apoyo en los diferentes espacios y momentos del exilio. En concreto, se habla de la importancia de contar con testimonios de diferentes actores religiosos como parte de las pruebas que se presentan ante las autoridades migratorias; y otros más refieren la importancia del acompañamiento y apoyo de grupos y organizaciones en los países de acogida. Sobre esto último, Camila refiere:

Me he encontrado en espacios feministas y esa es una gran ventaja porque me he conectado con mujeres que apoyan la causa feminista y saben lo que está pasando en Nicaragua. Me siento muy identificada, muy cómoda y me han recibido súper bien (Camila, en Arévalo, s/f).

En el mismo sentido, Elizabeth, señala:

Si sabemos que alguna compañera tiene necesidades, nos reunimos todas para buscar una solución […] yo invito a todos mis compañeras y que vayan a escuchar que si tienen algún problema de violencia y que no tengan asesoramiento legal aquí para la solicitud que nos busquen somos feministas por Nicaragua y que de alguna manera siempre estamos para apoyar aquí a las mujeres nicaragüenses (Elizabeth, en Podcast Volcánicas y Managua Furiosa, 2021).

Una vez en el exilio, también se experimenta un sentimiento de seguridad y solidaridad, que les ha permitido seguir adelante con sus proyectos de vida, continuar con sus estudios o conseguir un empleo, sin dejar de lado cierto sentimiento de culpabilidad por haberse alejado, “abandonado”, a su familia y a su país. Para Elena:

Que otros países y otras personas te brinden un espacio en el que podás sentirte seguro eso es bonito y te hace crecer, te hace sentir y querer seguir hasta cuando ya no tenés ganas ni de levantarte, cuando no tenés ganas de nada, cuando sentís que se terminó todo (Elena, en Arévalo, s/f).

Dos años después de las intensas jornadas de movilización de 2018, en el contexto de los primeros meses de la pandemia las dificultades en las gestiones para la solicitud de refugio se complicaron todavía más. Algunos activistas decidieron volver a Nicaragua a resguardarse, pero en esta ocasión con una doble amenaza: la del coronavirus y la de las represalias de su gobierno (Linthicum, 2020), sumándose las dificultades de poder trasladarse a otros países debido al cierre de fronteras.

Acá en Costa Rica al inicio de la pandemia también estuvieron alrededor de 500 nicaragüenses separados en la frontera entre Costa Rica y Nicaragua y justamente por eso, como tú lo decías, es qué la impotencia de por no poder ayudar porque luego había personas que estaban renunciando a estas solicitudes de refugio porque sé que ya no puedo más (Grizmel, en Podcast Volcánicas y Managua Furiosa, 2021).

A finales del año 2021 el escenario se tornaría más complejo. El Consejo Supremo Electoral de Nicaragua declaró a Ortega ganador de los comicios del 7 de noviembre de 2021 (La Jornada, 2021), siendo esta su tercera reelección, lo que le permitirá ejercer un quinto mandato en la Presidencia de la República de Nicaragua, en un contexto caracterizado por un fuerte cuestionamiento sobre las condiciones necesarias para un proceso electoral con una oposición amedrentada y anulada, con decenas de opositores detenidos, sanciones internacionales y las crisis de salud y económica provocadas por la pandemia.

En medio de este cúmulo de experiencias, dificultades y emociones se desenvuelve el exilio de decenas de miles de jóvenes nicaragüenses, quienes han hecho parte de su vida cotidiana ver las redes sociales para enterarse de lo que acontece diariamente en su país o generar acciones colectivas en red que les permitan seguir siendo parte de la política de su país, abonando a la generación de posibilidades que les permitan volver. Sobre estas últimas trata el siguiente apartado.

Activismo transnacional

Las acciones colectivas desplegadas por activistas nicaragüenses en el exilio son diversas. En los primeros meses de 2018 destacaron las caravanas informativas realizadas por las/los jóvenes, estudiantes la mayoría, a través de jornadas de difusión para generar conciencia sobre lo que acontecía en Nicaragua, particularmente en las protestas de ese mismo año y la represión reaccionaria del Estado en contra de los movimientos sociales. Estas se llevaron a cabo en diferentes ciudades de América Latina, Norteamérica y Europa. Las acciones colectivas incluían: denuncias en diferentes medios y espacios, conversatorios y protestas en las calles y redes sociales de Internet.

El 13 de noviembre del año 2018 dos líderes de la Alianza Cívica, Jeancarlo López, de 21 años, y Douglas Castro, de 29 años, participaron en “Protests in Nicaragua: A Voice of Resistance”, evento organizado con el Center for Latin American Studies (CLAS, 2018), en la Universidad de Pittsburgh. Ellos intentaban, además de comunicar la forma cómo el gobierno sandinista llegó al poder y se ha mantenido durante diferentes periodos, los procesos que desencadenaron las movilizaciones de 2018. Además, en su visita a Estados Unidos, buscaban ganar apoyo de algunos líderes de organizaciones internacionales y académicos estadounidenses. Douglas y Jeancarlo operan como voceros del movimiento llamado el “19 de abril”, están en un estado de autoexilio, y aprovechan para viajar y compartir los deseos y necesidades del movimiento (Martinez-Gugerli, 2018).

Sara, activista que formaba parte de Mujeral en Acción, colectivo feminista que realizó actividades y eventos socioculturales en la ciudad de León, Nicaragua, fue invitada en julio de 2018 para participar en una reunión de activistas de derechos humanos en Nueva York, donde también habló sobre la situación de Nicaragua con miembros de las Naciones Unidas. En la reunión, compartió lo que fue ver el dolor y las lágrimas de las madres al asistir a la misa y entierro de Sandor Dolmus, un monaguillo de 15 años que recibió un disparo en el pecho cuando un grupo de paramilitares atacó a feligreses que realizaban una misa en la Catedral de León. Sara decidió no volver a Nicaragua debido a las amenazas y difamaciones en su contra, se trasladó a Italia, y se puso en contacto con otros nicaragüenses, donde participó en la creación de SOS-Nicaragua-Italia, una red que ha organizado actividades políticas en toda Europa, ha ayudado a las víctimas de la represión del Estado nicaragüense y ha trabajado en la concienciación de la situación de su país (Sampson, 2021).

Es importante mencionar que no sólo los activistas más jóvenes han sufrido las consecuencias del despliegue de los procesos represivos del gobierno de Daniel Ortega. Activistas de larga trayectoria que hoy en día se constituyen como oposición, como Carlos Fernando Chamorro, Francisca Ramírez, Álvaro Leiva y Mónica López Baltodano, salieron de su país para instalarse en Costa Rica con la intención de refugiarse. Desde Costa Rica han organizado marchas en las calles y reuniones políticas. Las entrevistas, los llamados a una mayor presión internacional y las denuncias sobre las continuadas violaciones a derechos humanos, se han convertido en parte de la cotidianidad de estos dirigentes.

Aquí podemos trabajar en la organización para el retorno a nuestra patria. Trabajamos en organización política, pero aún estamos en un debate porque queremos una Nicaragua diferente. Queremos justicia, democracia, reparación y no repetición. Todos los días nos reunimos con diferentes grupos con personas de distintas regiones. Todos los días vemos alternativas de la crisis humanitaria y buscando algunas salidas para obligar al gobierno de Ortega y presionar a otros gobiernos para un cerco internacional (Ramírez, en Murillo, El País, 2019).

El activismo a través de los medios de comunicación[11] ha sido otra vía de participación de activistas desde el exilio. Destaca, en primer lugar, la producción documental a través de audio, fotografía y videos, como una vía importante para que las y los activistas compartan los sucesos acontecidos en y durante las protestas, haciendo énfasis en la violencia de Estado, así como también en las resiliencias de las víctimas y la importancia de la reconstrucción de la memoria a través de la cual las personas involucradas explican su pasado (Radio Corporación, 2022; San José Volando, s/f). Entre los documentales realizados, encontramos: «Niña furia» (Guillén, 2019), “Florecerás Nicaragua” (Closa, 2022), “Hojas de K” (Rodríguez y Carrión, 2022) y “Exiliada” (Zúñiga, 2019). Algunas de las creadoras señalaron en entrevista:

Creo que lo que hay que hacer (es) un montón de documentales para que no se nos olvide esta mierda y no vuelva a pasar […], es necesario documentar que el espíritu de la gente es inquebrantable y eso es lo que hay que recuperar y no se puede perder. No se puede olvidar eso (Lorena, en Arévalo, s/f).

Otro ejemplo de activismo en los medios, generado entre personas desde diferentes geografías, es Hora Cero. Este proyecto se imaginó desde finales de 2017, pero se concretó en julio de 2018, en medio de las protestas que exigían el fin de la represión y la salida de Ortega y Murillo (Villavicencio, 2019). Hoy en día se define como un espacio de investigación e incidencia que busca “contribuir al cambio de la cultura política de Nicaragua y la región centroamericana, mediante la democratización de la información, la generación de espacios de discusión, la publicación de informes e investigaciones y el fomento a espacios organizativos y de formación”.[12]

También se puede señalar el trabajo comunicativo realizado por el colectivo Volcánicas formado desde 2018 por jóvenes activistas que salieron de Nicaragua y tras lograr establecerse en Costa Rica y otros países decidieron continuar con su activismo. De esta manera, doce mujeres han venido creando contenido sobre desplazamiento forzado, migración y exilio de mujeres centroamericanas y del Caribe. Diez de ellas se encuentran en Costa Rica, una en España y otra en Estados Unidos. En Nicaragua eran estudiantes universitarias, activistas que formaban parte de movimientos sociales y grupos feministas. Son comunicadoras, sociólogas, psicólogas, trabajadoras sociales y abogadas que coincidieron y decidieron crear un espacio seguro para las mujeres. Algunas de ellas, llevaron procesos de formación en la Universidad de Costa Rica dirigidos a jóvenes exiliados nicaragüenses.

Como parte de los resultados de estos procesos, han realizado un podcast llamado Furia Volcánica en colaboración con Managua Furiosa, este último también definido como colectivo de jóvenes orientado a la producción audiovisual.[13] Se trata, según la descripción de este proyecto, de un “espacio de encuentro, reflexión y diálogo entre diversas voces de mujeres y cuerpas disidentes, que desde los feminismos centroamericanos y del caribe nos encontramos resistiendo, construyendo, resignificando y posicionando nuestros derechos” (Volcánicas y Managua Furiosa, 2021b). Este colectivo también produjo dos cortometrajes que han sido reconocidos y galardonados en Costa Rica y Centroamérica. La meta es que Volcánicas sea un espacio seguro donde puedan conectar con más mujeres para exponer sus casos y denuncias, y brindarles herramientas y soluciones (Estrada, 2021).

Hemos conocido otras realidades, como son las historias de las mujeres que migraron hace 30 años a Costa Rica. Al igual que nosotras huyeron del país por un contexto similar […] sufrieron persecución […] Quisiéramos decirles a las mujeres migrantes que ya no estamos solas (Heyling, en Estrada, 2021, s/p).

Muchas de estas experiencias de activismo han sido posibilitadas gracias a las redes feministas que han acompañado a las mujeres nicaragüenses que llegan a diferentes países para solicitar refugio, esto ha sido clave para poder sobrellevar las cuestiones emocionales a través de su acompañamiento. En Costa Rica, un colectivo de estudiantes feministas de Nicaragua plasmó en una pared del Centro Académico de San José del Tecnológico un mural que expresa su intenso anhelo de ver libres a sus compañeras, al lado del lema de su campaña: “Nicaragua florecerá” (Imagen 1). La iniciativa formó parte de una caravana desarrollada por este colectivo por toda Centroamérica para informar sobre la realidad social, económica y política que está atravesando Nicaragua, más allá de lo que reproducen los medios de comunicación tradicionales, particularmente de los distintos tipos de violencias que han experimentado las jóvenes activistas.

Con este mural quisimos acercarnos un poco a la comunidad, sobre todo a jóvenes estudiantes costarricenses para visibilizar y sensibilizar un poco acerca de la situación política de Nicaragua, particularmente en el tema de las presas políticas. Actualmente, tenemos más de 360 presos políticos. De ellos, más de 50 son mujeres (Elena, en Arévalo, s/f).

Imagen 1. Mural Nicaragua florecerá

Fuente: Fernando Montero, San José, Costa Rica (2018).

Algunas de estas acciones han sido apoyadas por distintas organizaciones sociales y espacios universitarios en Costa Rica, México, Estado Unidos y otros países. Tal es el caso de la Fundación Arias para la Paz y el Progreso Humano[14] que, en conjunto con el gobierno de Canadá, y por medio de la Misión Permanente de Canadá ante la Organización de Estados Americanos (OEA), desarrolló el proyecto “Creación de historias digitales para la documentación de Derechos Humanos”, un espacio en el cual se capacitó a esta población en el uso de herramientas tecnológicas para retratar la realidad de su país y prevenir violaciones de derechos humanos. Este proyecto contó con la participación de 50 jóvenes activistas nicaragüenses, representantes de diferentes agrupaciones feministas, la comunidad LGBTQ+ y refugiados en Costa Rica, los cuales recibieron capacitaciones en temas de fotografía, gobernabilidad y democracia, edición de video y manejo de redes sociales, entre los meses de noviembre 2021 y enero 2022 (Información puntual, 2022).

Asimismo, el apoyo a las personas que han salido de Nicaragua en los últimos años también ha provenido de nicaragüenses que ya residían en el extranjero. Activistas como Anita Wells, intentan apoyar a sus compatriotas que llegan a Estados Unidos, pues algunas y algunos de las y los jóvenes que llegan a los centros de detención son expresas o expresos políticos, pero aun así no los dejan permanecer en el país. Wells es fundadora de Abuelas Unidas por Amor a Nicaragua (ABUENICA)[15], grupo que recauda y envía dinero a nicaragüenses en necesidad. También es una de las fundadoras de Nicaraguan American Human Rights Alliance (NAHRA),[16] organización que ayuda a solicitantes de asilo y ahora intenta también evitar la expulsión de nicaragüenses que llegan a esta frontera.

Otro caso de apoyo es el de Santiago, quien ha desarrollado una red amplia de contactos, incluyendo organizaciones internacionales, miembros del Parlamento Europeo y políticos. Para él, es importante, por un lado, demostrar cómo la crisis política nicaragüense es un asunto de democracia y derechos humanos, no de políticas de izquierda o derecha, y, por otro lado, por qué la justicia es una necesidad perentoria no surgida en abril de 2018, sino incluso antes de 1979, año de la revolución nicaragüense. Actualmente, el activismo de Santiago se centra en abogar por Nicaragua ante instituciones internacionales y Gobiernos de todo el mundo, incluyendo la Organización de Estados Americanos (OEA) y el Parlamento Europeo. También es miembro y facilitador del Comité de Relaciones Internacionales de la Unidad Azul y Blanco (UNAB).[17]

Un tercer caso es el de Luis, especialista en ingeniería industrial que reside en España, quien antes de los sucesos de 2018 buscaba ofrecer cursos gratuitos a sus compatriotas, sin involucrarse en otras cuestiones políticas. Esto cambió cuando se enteró de la represión ejercida contra estudiantes, decidió entonces participar en documentales y proyectos relacionados con la visibilización de los hechos y el acompañamiento a activistas. Luis, acompañó a Madres de Abril,[18] hablar de los hijos que perdieron. Junto con otros activistas organizó una conferencia que tuvo lugar en la Universidad de las Islas Baleares, donde trabaja como profesor, y donde también consiguieron ponerlas en contacto con Amnistía Internacional, medios de comunicación y profesores de derecho internacional.

El retorno 

Las miradas sobre el retorno son diversas, dinámicas y se encuentran cargadas de múltiples emociones. La salida del país estuvo acompañada de cierto optimismo. Las jóvenes refieren haber salido de su país con una maleta ligera, con lo más indispensable, con la idea de que en poco tiempo estarían volviendo a su país. Las esperanzas estaban fundadas, además, en la necesidad de una negociación, puesto que el conflicto social no le convenía a ninguna de las partes, y, por otro lado, a la fuerte presión de la comunidad internacional, particularmente la OEA y Estados Unidos estaban ejerciendo al gobierno de Ortega a través de sanciones.

Sin embargo, con el paso del tiempo, después de ver que el gobierno de Ortega sorteó una fuerte crisis de legitimidad en su gestión acompañada de una crisis económica, estas proyecciones se han venido matizando. Al optimismo basado en la posibilidad de que Ortega abandonara el gobierno, se le sumo un diagnóstico más realista sobre la complejidad de los escenarios posibles.

[El escenario es] poco prometedor, pienso que es una situación que va a llevar largo tiempo […] Han pasado 8 meses y el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo lo han destruido (al país), y creo que van a pasar muchos años para que Nicaragua se vuelva a reponer, para que vuelva a mostrar cambios […] Yo veo un futuro bastante oscuro (Camila, en Arévalo, s/f).

Yo creo que estamos a punto de una guerra civil. Todo se va a ir a la mierda […] No le veo salida. No veo que Daniel Ortega se despierte y nos diga, “Ay sí tenían razón, ya me voy”. Es lindo esto de la revolución cívica y todo, pero no sé si vamos a aguantar. Yo soy de la opinión que ese maje solo sale muerto (Carmen, en Arévalo, s/f).

La imposibilidad de un retorno sin amenazas fue comprobada en 2021, con el reciente triunfo electoral. Ante la dificultad de un retorno inmediato que garantice las libertades básicas, las/los activistas han orientado su energía tanto a las acciones y proyectos que realizan para mantenerse vinculados y colaborando con distintos movimientos sociales, y a un compromiso individual con sus proyectos de vida, con el ánimo de volver al país e impulsar el complejo proceso de reconstrucción, pues a decir de las exiliadas son muchos los impactos que esta crisis ha dejado en los ámbitos familiar, comunitario y social.

Esto también me motiva a enfocarme en los estudios, seguir trabajando en el sector público, de la mano con la juventud, para ser un agente de cambio y poder contribuir a mi patria (Michele, en Estrada 2021, s/p).

Yo sueño con terminar mis estudios como sea posible y de esta manera poder regresar a mi país. Porque el camino hacia una nueva Nicaragua, la que todas y todos deseamos construir, es un camino largo y lo sabemos (Solís, 2019, s/p).

Otra idea que ronda en la cabeza de quienes se encuentran en el exilio, es la incertidumbre por el futuro una vez que llegue el fin del gobierno de Ortega. Las fracturas del tejido social allí estarán en la cotidianeidad, en las calles, entre las familias, y la gente tendrá que lidiar con éstas.

Habrá que escuchar a todas las voces y no caer en esa historia, como la de los contras que están locos todos. Al final tendremos que vivir con esa gente [simpatizantes del gobierno de Ortega], y algún motivo tendrán […] Así como yo voté por Daniel en el 2006 y después me di cuenta de que no era así, ellos tendrán otros procesos […] Hay que escuchar y tratar de entender (Carmen, en Arévalo, s/f).

Este tipo se va a ir, pero todos los paramilitares van a quedar ahí y de verdad tiene que haber un proceso de reconciliación serio porque al final no la vamos a hacer si no estamos todos en esto […] Vamos a andar en el bus con ellos, vamos a ir a la venta y ahí va a estar el sapo de tu colonia (Carmen, en Arévalo, s/f).

Conclusiones

El exilio no es un fenómeno nuevo en América Latina. No obstante, es importante su estudio porque las circunstancias en que hoy se presenta y los sujetos protagonistas no son las mismas que las de finales del siglo XX. El contexto de Nicaragua es el de una creciente polarización sociopolítica, resultado de una crisis multidimensional de alcances insospechados. Algunas dimensiones de esta crisis son la económica, la sociopolítica, de derechos humanos y de salud. Las personas que encabezan estos exilios son principalmente jóvenes, muchos de ellas/ellos (ex)estudiantes, que fueron parte de las protestas de 2018.

Retomando la definición mínima de exilio que de Coraza (2018) que recuperamos en este trabajo, estamos frente a un exilio que se constituye como tal por ser una estrategia de estas/estos jóvenes activistas y simpatizantes de la denominada “insurrección pacífica”, quienes han sido forzados a salir de su país debido la violencia represiva desplegada por el gobierno de Daniel Ortega, cuyo saldo ha sido ampliamente documentado por organismos observadores de derechos humanos. Se trata de personas a las que se les han cerrado los márgenes de acción, siendo “la huida” la única posibilidad que han tenido para salvaguardar su vida.

La salida de sus lugares de origen fue súbita, con una mochila ligera literalmente, pero “pesada” por la carga de violencia, miedos, frustraciones y expectativas de retorno. Es importante precisar que algunas/algunos activistas antes de salir del país para exiliarse realizaron estancias al interior del país en “casa de seguridad”, en una especie de desplazamiento interno forzado, hasta que decidieron de manera personal y familiar salir hacia el exilio.

Las expectativas del retorno han cambiado en función de las interpretaciones que hacen las y los activistas sobre las condiciones sociopolíticas en Nicaragua. Con el triunfo de Ortega en las elecciones de 2021 el entorno no ha mejorado, por el contrario, algunos activistas refieren —en diálogos informales— nuevas formas de represión para que, quienes se han manifestado en el extranjero en contra del gobierno orteguista, vuelvan al país y enfrenten procesos legales.

Mientras tanto, muchas y muchos de estos jóvenes se han abierto nuevos proyectos de vida y activistas en diferentes espacios de tránsito o de acogida. Las/los activistas han buscado espacios de participación, colaboración y apoyo para resolver sus gestiones personales, apoyar a co-nacionales, realizar protestas y construir la memoria histórica de su propio exilio. En palabras de Tarrow (2005), han movilizado los recursos que tienen a su alcance para promover los reclamos. La memoria, la justicia, la reparación y la democratización son algunos ejes centrales de estos reclamos.

Entre los recursos movilizados destaca el papel de las redes establecidas en el desarrollo de los movimientos sociales y de los procesos de movilidad humana, tales como los diferentes colectivos, redes, organizaciones, iglesias e instituciones. Estos actores han tenido un rol importante en el acompañamiento activistas desde su salida del país mientras realizan la solicitud de refugio. Si bien el exilio de un activista obedece fundamentalmente a una decisión individual y familiar, el apoyo de estas redes resulta fundamental para que su salida se concrete y en el exterior pueda recibir un acompañamiento emocional, jurídico, social y político que le permitan mantenerse en la residencia fuera de su país, dando continuidad a su proyecto de vida y político.

Además de estos resultados que se han obtenido en esta investigación, tangencialmente aparecen algunos temas que merecen ser estudiados a profundidad en otras investigaciones. El primero es que las experiencias vitales en el exilio están conduciendo a la construcción de identidades translocales, con cierta bifocalidad, utilizando palabras de Vertovec (2006). Destaca en estas experiencias, el fuerte arraigo político, sociocultural y emotivo que las y los activistas tienen con su país de origen y las historias, los valores, la cultura política con la que las y los activistas viajan y que pronto han buscado desplegar en los lugares por donde transitan y en los países de acogida.

Por otro lado, los “nuevos aires de libertad” facilitados por los desplazamientos realizados hacia otros países, abre otro campo de indagación importante en términos de “estructuras de oportunidades políticas”, como refieren Bringel y Marques (2021). Las nuevas posibilidades de actuación colectiva también traen consigo numerosos desafíos, tales como: la necesidad de conocer los trámites burocráticos que se necesitan en cada país para la solicitud de refugio; la gestión de dicha solicitud una vez estando en el país de acogida y una serie de trabas institucionales y socioculturales que les obstaculizaron conseguir un empleo digno.

Estas reflexiones finales y los debates a los que nos referimos distan mucho de ser conclusivos debido a la insuficiencia de los datos confiables y trabajos rigurosos de investigación. Amén de su carácter exploratorio, ofrecen pistas empírico-teóricas para seguir abonando a la comprensión de la experiencia del exilio y el activismo trasnacional de jóvenes nicaragüenses, abriendo algunos desafíos investigativos importantes para comprender el desarrollo de la realidad sociopolítica de Centroamérica, en general, y de Nicaragua, en particular.

Referencias bibliográficas


[1] El Consejo Supremo Electoral de Nicaragua declaró a Daniel Ortega ganador de los comicios del 7 de noviembre de 2021, lo que le permitirá ejercer un quinto mandato en la Presidencia de la República de Nicaragua, en un contexto caracterizado por una polarización social y política, al interior del país, y un cuestionamiento, desde el exterior, sobre las condiciones mínimas necesarias para un proceso electoral democrático, véase Gómez-Abarca (2022).

[2] Me refiero al gobierno a cargo del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), partido político fundado en sus orígenes como una organización política-militar de izquierda en 1961, inspirado en el legado nacionalista y anti-imperialista de Augusto César Sandino. Este recuperó el poder en Nicaragua desde el 2006, después de 16 años en la oposición, teniendo como candidato a la Presidencia de la República a Daniel Ortega, quien a partir de 2007 y hasta 2012 desarrollaría su segundo gobierno.

[3] Véase el trabajo de Villafuerte y García (2021) para un abordaje sobre las movilizaciones en clave estructural.

[4] Se trata de 7 entrevistas realizadas a activistas con distintas trayectorias en organizaciones de la sociedad civil y movimientos de tipo estudiantil, por la diversidad sexual, por los derechos humanos y la democracia.

[5] Agradezco enormemente el esmerado trabajo de recopilación de notas hemerográficas realizado por el Lic. Buanerges Sántiz Pérez durante el último trimestre de 2022.

[6] Aunque no se ahondará en las experiencias de personas que fueron amenazadas y objeto de violencia por el mero hecho de no apoyar los procesos represivos o de apoyar a algunos estudiantes, es importante mencionar que ha sido común escuchar en pláticas informales que para ciudadanos promedio que no aceptaron la tarjeta de membrecía del FSLN o no facilitaron sus vehículos a personas del mismo partido, les hizo acreedores a las mismas acciones de violencia que los activistas.

[7] SVD Dragunov fue el primer fusil semiautomático y de precisión, diseñado entre 1958 y 1963, en el marco de la Guerra Fría, en la entonces Unión Soviética.

[8] El tranque es la expresión que se utiliza en Nicaragua para referirse a las barricadas utilizadas como forma de protesta.

[9] Se denomina así a la violenta estrategia represiva de tipo policiaco-militar que el gobierno de Daniel Ortega emprendió para sofocar la resistencia sostenida en diferentes ciudades, entre junio y julio 2018.

[10] Movimiento Migrante Mesoamericano (MMM) ha visibilizado tal vulnerabilidad. A través de sus distintas jornadas de movilización se enfoca en la defensa de derechos y búsqueda de migrantes desaparecidos en vida. Una de sus principales acciones es la realización anual de las caravanas desarrolladas en distintos puntos del territorio mexicano para encontrar a personas migrantes que en su tránsito por México “desaparecieron”. En 2022, según cifras oficiales, se estimaban 70 mil migrantes centroamericanos “desaparecidos” en los últimos 10 años. Para más información pueden consultarse sus redes sociales.

[11] El activismo en los medios refiere a la construcción colectiva de flujos comunicativos críticos que realizan activistas a través procesos organizativos generalmente autogestivos y vinculados a la movilización social. La digitalización de las comunicaciones en las primeras décadas de este siglo ha conducido a formas de ciberactivismo. Para Reguillo (2015) y Bennett y Segerberg (2012), el uso de los medios ha decantado en una arena política, cuyos contenidos son la principal herramienta política, convirtiéndose así en una extensión del movimiento.

[12] Véase la página oficial de la organización: https://horacero.org/

[13] En algunas plataformas se autodefinen como “un medio de comunicación de jóvenes escribiendo sobre artistas, cultura urbana y género”. Las memorias de la guerra, la violencia, la cultura política y el género son algunos de los temas centrales en sus producciones audiovisuales (Volcánicas y Managua Furiosa, 2021).

[14] Esta organización nació en 1988, con recursos provenientes del expresidente de Costa Rica, Óscar Arias, recibiera el premio Nobel de la Paz, con los recursos provenientes de este galardón. Sus programas y proyectos se orientan a promover la democracia, la igualdad de género, el desarme y la desmilitarización. Para conocer más al respecto, véase: https://arias.or.cr/.

[15] ABUENICA, según su propia presentación, es una organización que ayuda a los refugiados nicaragüenses en diferentes partes del mundo, especialmente en Centroamérica y las personas que han sido desplazadas forzosamente al interior del País. Últimamente, ha estado ayudando a los nicaragüenses que buscan asilo en los Estados Unidos, con refugio temporal cuando salen de los centros de detención, con la traducción de sus documentos y a través de asistencia legal de otras organizaciones. Véase: https://www.facebook.com/abuenica.

[16] NAHRA, según su propia definición, es una organización sin fines de lucro promotora y defensora de los derechos humanos de los migrantes y refugiados nicaragüenses que tuvieron que huir de su país debido a la persecución. Al respecto véase: https://www.nahraglobal.org/es/inicio.html#.

[17] La Unidad Nacional Azul y Blanco es una coalición conformada por más de 40 organizaciones sociales, movimientos y asociaciones estudiantiles, políticas, académicas, profesionales, feministas, de género, campesinos, empresarios, entre otros, de Nicaragua con el objetivo construir una Nicaragua con democracia, libertad, justicia, institucionalidad y respeto a los derechos humanos. Para conocer más al respecto, véase: Cid (2020).

[18] La Asociación Madres de Abril es una organización conformada por las madres y familiares de activistas que perdieron la vida durante las protestas antigubernamentales en 2018. Para más información puede consultarse su página oficial: https://asociacionmadresdeabril.org/


  1. Mexicano. Doctor en Ciencias Sociales y Humanísticas por la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (UNICACH), México. Profesor-Investigador en el Centro de Estudios Superior de México y Centroamérica en la UNICACH. Líneas de investigación: juventud, activismos y movimientos sociales en contextos represivos latinoamericanos. Contacto: jesus.gomezabarca@gmail.com.