Notas sobre el cuidado, la acogida y la hospitalidad en condiciones de (in)movilidad de los trabajadores temporales en Canadá

Segunda época, número 14, julio-diciembre 2022, pp. 134-138.

Fecha de recepción: 24 de abril de 2022.
Fecha de aceptación: 14 de octubre de 2022.

Autor: Jorge Pantaleón.1

Notes on care, hosting, and hospitality under conditions of (im)mobility of temporary workers in Canada

¿Cómo repensar la localidad y los anclajes multilocales en relación con la movilidad en formas de hospitalidad, tanto de cuidado como de inhospitalidad, indiferencia o de hostilidad? Qué relación existe entre los modos de generar el cobijo con las formas de albergues transformados para fines específicos, como aquéllos que facilitan el reposo utilitario en espacios productivos, y estos últimos con el control de la movilidad.

Según Gotman (2001), la hospitalidad puede ser entendida como una prueba, en el sentido de que implica una inversión de la situación, es decir, la transformación del otro, del extraño, en anfitrión, en un miembro del grupo (temporal).

Transformación que puede llegar hasta a la adopción (o naturalización) de ese otro, a través de una serie de ajustes, estrategias y compromisos. La hospitalidad hace parte de un orden fundamentalmente parental, que se extiende también —pero en menor medida— a situaciones momentáneas y que, como tal, se trata de un orden relacionado con el ejercicio de la solidaridad. Solidaridad muy habitual si juzgamos por el alojamiento, paso casi obligado en cualquier trayectoria residencial y que se da, además, casi siempre en circunstancias clave de la vida.

Sin embargo, el cobijo es paradójico porque forma parte de la vida cotidiana y a la vez la excede. La hospitalidad surge y se despliega en la figura de la casa, al mismo tiempo que la supera. Es familiar mientras se extiende a miembros externos. Es un pasaje entre lo doméstico y lo político y este carácter lo dota de una particularidad interesante como tal. Aquella noción pone en cuestión las categorías de la familia, lo social y lo político como esferas separadas. Las fronteras del espacio doméstico no se deducen automáticamente de las del espacio nacional y pueden, en determinadas circunstancias, coadyuvar a reabrirlas. Esta idea de hospitalidad puede ser entendida como una prueba, en el sentido de que implica una inversión de la situación, es decir, la transformación del otro, del extraño, en anfitrión, en un miembro del grupo (temporal). Transformación que puede llegar hasta a la adopción (o naturalización) de ese otro, a través de una serie de ajustes, estrategias y compromisos. En los tiempos de movilidad (forzada o no) la posibilidad o la garantía de ser acogido donde quiera que vayamos se convierte en un imperativo crucial y vital.

Así entonces, la hospitalidad puede definirse como aquellas prácticas que permiten a las personas y familias de diferentes lugares conformar lazos societales, encontrar alojamiento y prestarse servicios entre sí y de forma recíproca. Esto significa que la hospitalidad implica prácticas de sociabilidad, ayudas y servicios que faciliten el acceso a los recursos locales, y el establecimiento de vínculos que, más allá de la interacción inmediata, sean capaces de garantizar modos de reciprocidad.  Se puede decir también que presupone un dispositivo, un marco, un protocolo que garantiza la llegada, el encuentro, la estancia y la salida del anfitrión, “lo que se permite hacer”, sabiendo que el umbral de lo permisible en ciertos espacios es también lo que se prohíbe y que la hospitalidad, lejos de conformar un principio absoluto, puede contener la inhospitalidad por horizonte. Por lo tanto, centrarse en esta “caja negra” debería ayudar a comprender mejor los mecanismos de la hospitalidad y la inhospitalidad, tanto como los contextos donde se generan (Agier, 2018)

Con esta plataforma conceptual se pueden considerar las narrativas, las prácticas sociales y los imaginarios, proyectados hacia el futuro y hacia el pasado, materializados o no, desplegados a propósito de los espacios habitables y deseables en situaciones de migración y movilidad.

En este caso hablamos de cómo un tipo de migración particular, de carácter cíclico y transnacional de trabajadores temporales, puede iluminar aspectos centrales relativos a la conformación de políticas del cobijo y de hospitalidad en situaciones de movilidad, y en diferentes momentos y lugares de los circuitos migratorios.

Desde hace cinco décadas, un número creciente de personas llegan a Canadá desde México y Guatemala en calidad de trabajadores estacionales, o temporales, como se les suele llamar. La incorporación de los trabajadores agrícolas extranjeros se remonta a 1966, a nivel nacional, con la puesta en marcha del Programa de Trabajadores Agrícolas Temporales (PTAT), creado y administrado por el Ministerio de Recursos Humanos y de Desarrollo de Canadá y otro de carácter más reciente, implementado a partir de 2002, Programa de Trabajo no Calificado, sector agricultura. Concebidos con el fin de compensar la escasez de mano de obra agrícola local, estos programas han fomentado la llegada, durante los últimos años, de alrededor de 60 mil trabajadores, la mayoría provenientes de México y Guatemala. A pesar de que una gran proporción de estos trabajadores se establece en las provincias de Ontario (65%), Quebec y Columbia Británica, se ha observado una significativa progresión y expansión, en el conjunto de las provincias canadienses (Lara et al., 2019).

Según las variantes de estos programas de reclutamiento los trabajadores migrantes temporales residen hasta ocho meses en territorio canadiense, laborando en las zonas rurales destinadas a la cosecha de frutas y verduras, así como a la elaboración y envasado de productos fabricados por la agroindustria. La vida en las granjas se realiza según un arduo ritmo de trabajo, conformado por jornadas de 8 a 12 horas de actividad, durante las cuales los trabajadores deben ser capaces de efectuar la cosecha bajo condiciones agobiantes. Las granjas, lugar de trabajo y de residencia para estos jornaleros, en su mayoría se encuentran alejadas considerablemente de los centros urbanos por lo que la vida social se reduce a la dinámica de cohabitación entre los trabajadores y los propietarios o patrones de las granjas. Este distanciamiento geográfico y el aislamiento social se presentan como componentes intrínsecos de este tipo de explotación económica (Martig, Pantaleón, 2019).

Queremos señalar dos espacios que son, simultáneamente, generadores y resultados de la relación entre formas de acogida y hospitalidad: la casa/hogar (en México y Guatemala) y los alojamientos laborales en las granjas (en Canadá).

La experiencia de migrantes temporales en Canadá se desarrolla en los alojamientos bajo contextos de precariedad y de control. Y en simultáneo a esta forma de trabajo y residencia, se despliegan narrativas sobre la construcción, material y simbólica, de los hogares de aquellos trabajadores en sus comunidades de origen. Estas casas/hogares constituyen los anclajes que dan razón de ser a lo que los propios migrantes denominan genéricamente bajo el término “sacrificio”, este último ligado a las ausencias y distanciamientos familiares en el presente, en pos de la manutención y el bienestar presente y futuro del grupo familiar.

Por ende, la construcción de estas viviendas (y el conjunto de sentidos se implican en la noción de hogar), funciona como uno de los propulsores de esta migración temporal y como parte de la economía moral que supone y refuerza una gama de afectos y valores familiares. Aunque esto signifique el surgimiento de tensiones emocionales, a lo largo de las trayectorias biográficas y los ciclos de vida del grupo domésticos, en una escala, y de un tipo de ciclo migratorio transnacional, a otra escala. Ante tales costos emocionales se crean formas de compensación, ya que la casa/hogar como espacio material, simbólico y emocional se compone de los vínculos y las responsabilidades familiares, así como también las tensiones que surgen en esa puesta a distancia cíclica entre los miembros de la familia (Pantaleón, 2016)

Por ello, las casas son el bien (inmueble, ya que hablamos de movilidad) que mejor representan la tensión latente o manifiesta entre los proyectos de vida personal y familiar y las contingencias de la movilidad temporal precaria.  El paisaje de casas “incompletas”, o mejor dicho, en permanente edificación que caracteriza al espacio rural mexicano es resultante del peso de la migración interna e internacional, y de la cual los trabajadores temporales en la agricultura canadiense son partícipes (Lara et al., 2015). La cobertura en la educación de los hijos, por su parte, simboliza el bien inmaterial que expone per se la producción del futuro y de las expectativas familiares en términos generacionales. En el medio de las continencias propias de situaciones vulnerables (situaciones de ruptura imprevistas, principalmente accidentes de los trabajadores o de los miembros de sus familias) y los proyectos imaginados y posibles, encontramos todo un flujo de actividades y acciones que deben administrarse en la cotidianeidad (Pantaleón, 2023).

En contraste a la figura de la casa/hogar se encuentran los alojamientos en las granjas canadienses. Una diversidad de habitáculos puebla el paisaje de la agroindustria de este país: casas, tráileres, bungalows, espacios anexos a los lugares de trabajo, siendo inexorable la proximidad entre el espacio laboral y el de la reproducción de la vida, reducida esta última a los imperativos del ritmo productivo. A pesar de la presión ejercida por el trabajo intenso que afecta a estos jornaleros en estos sitios, emergen formas de cuidado y solidaridades tanto en los momentos laborales como en las rutinas de vida cotidiana que resultan clave para entender la experiencia y los modos de agenciamiento entre los trabajadores.

Aunque también estos espacios pueden ser fuentes de tensión interna entre los migrantes, ya que existe una obligación de convivencia temporal bajo frecuentes situaciones de hacinamiento y condiciones precarias de habitabilidad, condiciones de vulnerabilidad que se agudizaron durante la pandemia por COVID-19 a pesar de haber sido declarados “trabajadores esenciales” (Escalante et al., 2022). Aquellas solidaridades horizontales se concretan en formas que van desde la cooperación en los momentos de la cosecha (desde la enseñanza de las técnicas y ritmos de trabajo de los nuevos jornaleros en relación con los más experimentados) hasta la manera de coordinarse en los momentos de descanso, de organizar la comida, de la higiene, de la organización

La idea que deseamos compartir aquí consiste en que entre los migrantes temporales se vive una reversibilidad permanente entre las relaciones de proximidad y distanciamiento, a partir del cual se despliegan y ejercen tipos de valores, afectos, emociones y prácticas que expresan tanto la familiaridad como el extrañamiento. En esa gestión emocional, las casas/hogares (en sus lugares de orígenes) y los alojamientos (en los espacios de producción) actúan a la vez como los escenarios y los resultados (tan temporales como las movilidades) de aquellas relaciones y de sus reversiones. Y en tal sentido, el cobijo, la hospitalidad y sus contrapartes, la inhospitalidad y la hostilidad aparecen como términos que ayudan a dar cuenta de este universo dual.

En este sentido, los y las trabajadores temporales, mediante esta serie de compromisos, crean espacios y vínculos de proximidad —en sus casas familiares y en sus ámbitos de trabajo— con suertes y devenires muy diversos.

Referencias bibliográficas

  • Agier, M. (2018). L’étranger qui vient. Repenser l’hospitalité. Seuil.
  • Escalante, G., Pantaleón, J. (2022). “Essentiels, mais temporaires? : les travailleurs agricoles Mexicains et Guatémaltèques au Canada en temps de la pandémie du Covid-19”. In, Être migrant, racisé ou autochtone en temps de crise: la fabrique des crises et ses effets. L. Benhadjoudja et S. Garneau (Eds.),Presses de l’Université d’Ottawa (PUO) (In press).
  • Gotman, A. (2001). Le sens de l’hospitalité: Essai sur les fondements sociaux de l’accueil de l’autre. Presses universitaires de France.
  • Lara Flores, S. M., Pantaleón, J. F., & Martin, P. (2019). Las nuevas políticas migratorias canadienses: Gobernanza neoliberal y manejo de la otredad. Universidad Nacional Autónoma de México, Insitituto de Investigaciones Sociales.
  • Lara Flores, S. M., Pantaleón, J. F., Sánchez, M. J., (2015). Hacia el otro norte: Mexicanos en Canadá. Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). p 255.
  • Martig, A., Pantaleón, J. (Eds) (2019). Mobilités, travail, subjetivités et formes d’assujetissement dans les Amériques. Presses de l’Université de Laval (PUL). Collection Nord- Sud. pp. 317.
  • Pantaleón, J., (2023). “Régimes et expériences de mobilité et de temporalité chez les migrants saisonniers mexicains et guatémaltèques au Canada”. In, L’Etat moderne entre logique de domination et logique de resistance, B.Bernier et A. El Ibrahimi (Eds.) (Aceptado)
  • Pantaleón, J. (2016) “Between saving and celebratory expenses. Popular economy among Mexican seasonal farm workers in Canada.” In Gonzalez Castillo, Pantaleon et Carton de Grammont (eds). Politics, Culture and Economy Through Popular Practices in the Americas. Peter Lang, Eds. pp 257.

 

  1. Canadiense-argentino. Doctor en Antropología Social por el Museo Nacional, Universidad Federal de Rio de Janeiro (UFRJ), Brasil. Profesor asociado en el Departamento de Antropología de la Universidad de Montreal, Canadá. Líneas de investigación: movilidades y las migraciones en las Américas y socioantropología de las prácticas y representaciones económicas contemporáneas. Contacto: jorge.pantaleon@umontreal.ca.