Adolescentes mexicanos repatriados: su agencia como respuesta a la política migratoria fronteriza

Segunda época, número 16, julio-diciembre 2023, pp. 19-44.

Fecha de recepción: 03 de abril de 2023.
Fecha de aceptación: 20 de noviembre de 2023.

Autora: Gianinna Raquel Pesci Padilla.1

Resumen

Este artículo analiza, con base en la teoría estructuralista de Anthony Giddens, los matices de agencia de los adolescentes mexicanos migrantes al pasar por procesos de repatriación desde Estados Unidos. Se propone que la política migratoria estadounidense con énfasis disuasivo y adultocéntrico ha contribuido a la generación de contextos de vulnerabilidad que permearon las experiencias de los adolescentes durante el cruce fronterizo irregular durante la crisis sanitaria por COVID-19. Se concluye que los adolescentes despliegan niveles diferenciados de agencia a partir de sus procesos de reflexividad en contextos específicos, para hacer frente a las fallas y ausencias en la implementación de los protocolos y programas binacionales para el retorno de adolescentes mexicanos no acompañados y que, a pesar de la política que busca desincentivar la migración irregular, los adolescentes logran sobreponerse a sus experiencias de repatriación, acumulan recursos, generan estrategias y prevén escenarios para lograr un proyecto migratorio exitoso.

Palabras clave: adolescentes migrantes, agencia, vulnerabilidad, repatriación, política adultocéntrica.

Mexican children returned: their agency as a response to the border immigration policies

Abstract

This article analyzes, from the structuralism theory, the nuances of agency of Mexican adolescent migrants as they undergo repatriation processes from the United States during the COVID-19 pandemic. It is proposed that U.S. immigration policy with a deterrent and adult-centric emphasis has contributed to the generation of vulnerability contexts that permeate adolescents’ experiences during irregular border crossings. It is concluded that adolescents deploy differentiated levels of agency product of their reflexivity processes to cope with the failures and absences in the implementation of binational protocols and programs for the return of unaccompanied Mexican adolescents and that despite the policy that seeks to discourage irregular migration, adolescents manage to overcome their repatriation experiences, accumulate resources, generate strategies, and foresee scenarios to achieve a successful migration project.

Keywords: migrant children, agency, vulnerability, return migration, adult-centric policy.

Introducción

El presente artículo tiene como objetivo analizar los contextos de vulnerabilidad a los que los adolescentes mexicanos estuvieron expuestos durante sus procesos de aprehensión y repatriación en la frontera entre México y Estados Unidos, así como la manera en que lograron desplegar su agencia como respuesta a una política de retorno disuasiva y adultocéntrica[1] en contexto pandémico. Por lo tanto, para el marco de análisis, se tomaron como ejes principales las configuraciones de agencia de los adolescentes entrevistados, además de los contextos de vulnerabilidad que surgen de las fallas y ausencias identificadas en la implementación de los protocolos y programas binacionales para el retorno de adolescentes mexicanos no acompañados. También se intentó resaltar el contraste entre los objetivos de las políticas de cuidado y atención y las narrativas de los adolescentes sobre sus procesos de movilidad. En este artículo se considera que el proceso de repatriación[2] constituye una etapa más del proyecto migratorio, esto es, no implica la culminación de este, sino que puede experimentarse en múltiples ocasiones según los testimonios recabados. En la misma etapa se definieron tres momentos a efectos prácticos: la aprehensión, la estancia en centros de detención en Estados Unidos y el retorno a los albergues fronterizos.

Para el desarrollo de la investigación, se tomó como eje la teoría de la estructuración de Anthony Giddens (1984), la cual permite explicar las configuraciones de agencia desde la socialización de las prácticas en un determinado contexto. Por una parte, entiende la tradición migratoria como motor socializador del “sueño americano” y como proveedora de una estructura sólida de migrantes que facilita y mantiene la movilidad hacia el norte a través de los años; y, por otra parte, permite explicar la construcción y reproducción de los contextos de vulnerabilidad a partir de ciertas estructuras, tanto sociales como institucionales en las que prima una visión adultocéntrica y jerárquica con relaciones desiguales de poder. Ambos componentes están vinculados por un proceso dual en el que la vulnerabilidad es detonada por las estructuras jerárquicas adultocéntricas en los contextos de la migración irregular y el despliegue de agencia como respuesta para afrontarlos.

Desde la perspectiva de los derechos humanos, esta visión adultocéntrica y jerárquica representa una violación a los principios fundamentales de igualdad y dignidad inherentes a todos los seres humanos como ya lo señalan Collins et al., (2021) Esta estructura de poder coloca a los adultos en una posición de autoridad sobre las niñas, niños y adolescentes, limitando su participación en asuntos que les conciernen directamente. Esta dinámica refleja la persistencia de desequilibrios estructurales que marginan las voces y las experiencias de estos, socavando así su capacidad para ejercer sus derechos fundamentales y participar plenamente en la toma de decisiones que afectan sus vidas.

En este sentido, siguiendo los aportes de Thompson et al., (2019) sobre la agencia como una capacidad intrínseca del individuo para llevar a cabo comportamientos intencionales a partir de la reflexividad bajo influencias externas; y las contribuciones de Hernández y Segura (2018) sobre la capacidad de los adolescentes insertos en regímenes ilícitos con apariencia rígida de experimentar conversaciones internas y considerarse a sí mismos en relación con los contextos y viceversa, se planteó un concepto propio de “agencia” como aquellos procesos de reflexividad sobre el conjunto de habilidades personales, recursos y experiencias previamente adquiridas, constreñidas por el contexto, así como las interacciones sociales específicas, cuyo resultado son decisiones y acciones estratégicas vinculadas al logro de intereses determinados (Pesci, 2022).

Desde esta perspectiva, se desarrolló una estrategia metodológica que permitía, en cierta medida, superar los desafíos de una población en movimiento y además invisibilizada. Se eligió un enfoque etnográfico, ya que permitió un acercamiento directo a los participantes del estudio para recopilar de primera mano información subjetiva e individual. Para el análisis de la agencia y los contextos de vulnerabilidad, se optó por implementar diferentes técnicas de recopilación de narrativas, entre ellas: entrevistas semi-estructuradas, entrevistas a profundidad y actividades lúdicas. La diversidad de técnicas utilizadas no fue premeditada, sino que respondió a las condiciones específicas del trabajo de campo en época de pandemia, no obstante, permitieron recabar las experiencias de los adolescentes y dar respuesta a algunas de las preguntas relacionadas con las diferencias culturales y contextuales en distintas situaciones (Apitzsch y Siouti, 2007). Las entrevistas a adolescentes migrantes se llevaron a cabo en tres ciudades fronterizas: Matamoros en Tamaulipas, Nogales en Sonora y Tijuana en Baja California. Es por ello por lo que para el análisis se tomaron en cuenta las diferencias relacionadas con el punto fronterizo por el que se llevó a cabo el cruce irregular, los protocolos y acuerdos específicos de cada región, así como las autoridades involucradas y las características de funcionamiento de cada albergue fronterizo que influyeron en la manera en que los adolescentes configuraron su agencia y experimentaron los contextos de vulnerabilidad.

La elección de los participantes del estudio tomó en consideración las siguientes características: a) encontrarse en el rango etario de 12 y 17 años; b) haber experimentado algún proceso de movilidad; c) encontrarse en alguna de las tres ciudades fronterizas al momento del estudio; y, d) voluntad de participar y el permiso institucional o parental para realizar la entrevista. En total se entrevistaron a 63 adolescentes y nueve funcionarios de los albergues en siete albergues fronterizos y un módulo de atención a migrantes.

Algunos de los retos metodológicos del trabajo etnográfico con poblaciones susceptibles de vulnerabilidad implican la creación de estrategias de aproximación y recopilación de información de forma sensible, y bajo el compromiso de garantizar la confidencialidad y respeto a la información obtenida, así como la protección de sus intereses e identidad a través del consentimiento informado. En este tenor, se buscó establecer comunicaciones con los adolescentes de forma respetuosa y amigable en espacios seguros dentro de los albergues y con cierta privacidad para generar un sentido de rapport[3]. Para evitar la revictimización de los adolescentes se llevaron a cabo diálogos sensibles y se evitaron preguntas que revivieran eventos traumáticos, permitiendo que los adolescentes terminaran la conversación en cualquier momento. Asimismo, se buscó entablar una relación horizontal para disminuir las diferencias entre entrevistador y entrevistados, y con el fin de asegurar el anonimato de los participantes, no se tomaron fotografías o video de éstos. Por lo mismo, en el presente documento, todos los nombres de los participantes fueron cambiados por pseudónimos para evitar ponerlos en riesgo y preservar su integridad.

Durante las últimas dos décadas, diversos aportes académicos han abordado la falta de voluntad política para mejorar las condiciones durante el proceso de repatriación de mexicanos desde Estados Unidos, las fallas en los protocolos de repatriación y la prevalencia de políticas migratorias restrictivas, con énfasis en la disuasión de los cruces fronterizos irregulares (Gallo, 2004; Sanjurjo, 2011; Moctezuma, 2018). Dichos cuestionamientos sirvieron como punto de partida para continuar indagando en las deficiencias de la gestión de las repatriaciones de adolescentes mexicanos a las ciudades fronterizas, así como en las ausencias e incumplimiento de acuerdos que contribuyeron a la construcción de espacios de vulnerabilidad tal como se refleja en los relatos recabados.

Medidas de control fronterizo, experiencias de aprehensión y estancia en las “hieleras”

Durante su proyecto migratorio, los adolescentes pasan por diferentes etapas y momentos cuya comprensión se vuelve crucial para el análisis de sus experiencias. Uno de estos momentos es el de la aprehensión llevada a cabo por autoridades de control fronterizo en los límites entre México y Estados Unidos, por ello, este apartado se centra en señalar las formas en las que los adolescentes enfrentaron diversas vulneraciones provocadas por la ejecución de medidas de control migratorio adultocéntricas y disuasivas.

A partir del aumento del control fronterizo en 2001 por los atentados del 9/11 en Estados Unidos, se volvieron más evidentes los riesgos y las vulnerabilidades que los Niños, Niñas y Adolescentes (en adelante, NNA) experimentan durante sus interacciones con autoridades migratorias a lo largo de sus procesos de movilidad. Algunos de ellos son los riesgos políticos asociados a los procesos de repatriación (EL COLEF, 2006, en Hernández, 2016), la vulneración de sus derechos humanos (Silva y Cruz, 2013), y los riesgos físicos al ser detenidos por la Patrulla Fronteriza (Hernández, 2016).

Las medidas implementadas desde entonces se han caracterizado por estar enmarcadas en una política migratoria con énfasis en la seguridad nacional. Tal como recopila Alonso (2013), la evolución del control fronterizo en las últimas décadas ha estado permeada por un fortalecimiento del Custom and Border Patrol (CBP) y una tendencia hacia la militarización de las fronteras al hacer uso de tecnologías de guerra en los operativos para frenar la migración irregular,[4] evidenciando la apuesta del gobierno estadounidense por el uso de la violencia como herramienta de disuasión.

Adicionalmente, se implementaron medidas de control fronterizo más restrictivas con la entrada en vigor de la política de “tolerancia cero” de Donald Trump. Esta política comenzó en mayo de 2018 y duró tres años, durante los cuales, más de 5 500 NNA fueron separados de sus familiares al ser aprehendidos durante el cruce fronterizo (Associated Press, 2021). Estos hechos resaltaron la rigidez de la política e hicieron visibles las condiciones poco adecuadas de los centros de detención en Estados Unidos para atender a NNA (Human Rights Watch, 2018).  La irrupción de la pandemia por COVID-19 se convirtió en un trampolín para que el gobierno del presidente Trump finalmente pudiera justificar algunas de las medidas de control migratorio (Selee, 2020) tales como las repatriaciones expeditas, la separación familiar y el incumplimiento de los protocolos de repatriación de menores de edad que derivó en una mayor exposición a riesgos según los testimonios recabados.

De entre los múltiples señalamientos que se han hecho sobre dichas condiciones, la organización Save the Children emitió un informe en 2021 en el que resaltó que los NNA no acompañados pueden ser susceptibles de recibir amenazas de funcionarios corruptos, policías y militares, así como sufrir maltrato institucional durante el proceso de repatriación, específicamente en manos de la Border Patrol. La prevalencia de un enfoque que criminaliza a las personas con estatus de migrantes irregulares en la política migratoria estadounidense ha propiciado la implementación de medidas que buscan disuadir la migración irregular a través del uso de fuerza y violencia que se vuelve evidente en las aprehensiones (Estévez, 2014).

En este contexto se enmarcan las experiencias de aprehensión de los adolescentes migrantes entrevistados, quienes fueron detectados debido a las nuevas tecnologías en la frontera, donde tuvieron algún tipo de confrontación con las autoridades, incluso presenciaron el uso de armas o sufrieron de violencia por parte de los agentes fronterizos. Dado que los adolescentes se enfrentan a recursos y herramientas diversos que el gobierno estadounidense ha implementado en la frontera para facilitar y consolidar un mayor número de aprehensiones, las posibilidades del cruce irregular de los migrantes disminuyen, aumentando el riesgo y los costos (Hernández, 2012) como lo señalan las Naciones Unidas y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), al catalogar esta frontera como una de las rutas más peligrosas del mundo.[5]  Las nuevas herramientas de disuasión van desde sensores de temperatura y movimiento, luces, drones, aviones de control remoto, vehículos de cuatro ruedas, lanchas, hasta caballos y perros (Alonso, 2013). En 2015 La Comisión Nacional de Derecho humanos (CNDH) señalaba el riesgo ante la exposición a condiciones adversas del desierto a las que pueden estar expuestos los NNA, así como la falta de capacitación de los agentes migratorios estadounidenses para implementar los protocolos de detención y deportación, cuestiones que agravaron durante la pandemia por las medidas sanitarias implementadas en ambos países.

Evidencia de lo anterior se halla en las narrativas de cuatro adolescentes: Juan, de 17 años, oriundo del estado de Puebla, quien señaló que, durante uno de sus intentos de cruce irregular, no tuvo oportunidad de huir cuando a él y a otros migrantes los detectaron desde el aire: “salió la avioneta y los drones y nos empezaron a rodear ahí y pues ya después llegó migración (Juan, entrevista, Nogales, 2020)”. Ante el uso de este tipo de tecnologías se dificulta que los migrantes puedan huir o esconderse una vez que han sido detectados. Como consecuencia, algunos coyotes han desarrollado estrategias y recursos a los que adolescentes como Braulio pudieron acceder con el fin de evitar ser detectados durante su tránsito por la frontera, entre ellos se halla el uso de ropa de camuflaje:

Un grupo que venía detrás de nosotros activó un sensor, se dieron cuenta y ahí nos agarraron, pero todavía nos escondimos como media hora y nos encontraron, llevábamos nuestro camuflaje, ropa como de militar […] (Braulio, entrevista, Nogales, 2020).

El uso del recurso del camuflaje como parte de su agencia, les otorga a los adolescentes una ventaja al intentar sortear las nuevas tecnologías, no obstante, no todos los adolescentes tienen acceso a ellas o se enfrentan a otro tipo de recursos de aprehensión. Así lo relató Ever, un adolescente de 14 años de Tabasco, quien presenció el uso de canes para el rastreo de migrantes:

Iban con perros y los cuatrimotos, nos dijeron que nos levantáramos lentamente y ya nos levantamos, nos metieron en las camionetas y ya nos trajeron aquí, a Nogales (Ever, entrevista, Nogales, 2020).

Se arguye que los recursos de control fronterizo pueden variar de acuerdo con la zona, el presupuesto destinado al control fronterizo, así como la tradición política de cada estado. Aunado a lo anterior, las aprehensiones se llevan a cabo con exceso de fuerza y violencia, incluso con presencia de armas (Estévez, 2014). De hecho, Sergio, un adolescente de 17 años del estado de Guerrero, ilustró lo anterior con su experiencia de cruce en la frontera entre Tijuana y San Diego:

Solamente en el cerro si tratas de correr te pegan o te tiran chicharrazos. Me tocó ver, a mí no porque yo no corrí pues, solamente a los que corren o se ponen pues así agresivos les tiran con una pistola de luz, como de luz, tiene como un cable, electricidad. Y si corren, pegándole luego, como que se inmovilizan (Sergio, entrevista, Tijuana, 2020, énfasis mío).

De igual manera que Sergio, otros adolescentes fueron testigos de la violencia y armas que utilizan los agentes fronterizos, los cuales, si bien no les causan daño físico, influyen significativamente en su vivencia y los hacen más conscientes de los peligros que enfrentan al negarse a obedecer las instrucciones de las autoridades estadounidenses impactan en su experiencia. De este modo, el uso de armas en las aprehensiones, así como la violencia ejercida por los agentes de manera directa o indirecta hacia los adolescentes, puede desincentivar futuros intentos o proveerlos de experiencia para poder sortear situaciones similares, si llega a haber otros cruces irregulares.

En 2015, la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH) emitió un informe sobre la situación de los derechos humanos de familias, NNA no acompañados refugiados y migrantes en los Estados Unidos y declaró su preocupación sobre la muerte de personas resultado del enfrentamiento con agentes de la CBP, cuestión que resulta del uso excesivo y desproporcionado de la fuerza. Augusto de 16 años narró en este sentido: “nos encontraron ahí escondidos, llegaron y nos agarraron. Sí intentamos correr, pero como llevaban armas pues no. Sentí miedo, te jalan y te gritan (Augusto, entrevista, Tijuana, 2020)”. Por lo tanto, la incertidumbre y miedo que los adolescentes experimentan al ser aprehendidos por autoridades que portan armas a la vista, influye en que éstos modifiquen su comportamiento para evitar situaciones de violencia.

Por otra parte, se hallan experiencias diferenciadas en los testimonios recabados de acuerdo con el tipo de autoridad con el que interactúan los adolescentes en la frontera. Además de la presencia de la Patrulla Fronteriza en los límites entre Estados Unidos y México, participa también el Army (ejército de tierra de Estados Unidos), incluso civiles que alertan a las autoridades cuando detectan a migrantes irregulares. En este sentido, entran en juego no solamente los recursos materiales y tecnológicos, sino también el tipo de entrenamiento y personal que se involucra en el control fronterizo.

En el año 2014, el Senado de la República del gobierno mexicano señaló que en el estado de Texas existía una diversidad de elementos de control fronterizo que incluían la Guardia Nacional, la Patrulla Fronteriza, agentes del Departamento de Seguridad Pública de Texas y agentes de policía locales para vigilar la frontera con México, cuestión que aumenta el riesgo para los NNA, quienes podrían enfrentarse a las fuerzas militares con entrenamiento para guerra. En cambio, no existe ninguna formación para el trato de grupos “vulnerables e indefensos”.

En el sentido normativo, la detención de niñas, niños y adolescentes no acompañados en la frontera sur de Estados Unidos se rige por el Homeland Security Act de 2002 en el que se acordó que tanto el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos (DHS) como el Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos (HHS) tienen la responsabilidad compartida sobre este grupo. En este orden, las agencias antes mencionadas deben conducirse bajo el “Acuerdo Flores” de 1997, el cual resultó de una demanda judicial que logró, entre otras cosas, establecer un periodo de detención máximo de 72 horas para los migrantes irregulares en condición de minoría de edad. Dicho acuerdo establece los estándares básicos para la atención y el cuidado de los NNA, incluyendo el acceso de servicios emergencia médica, baños y estancia en espacios ventilados con control de temperatura. Adicionalmente, el Departamento de Seguridad tiene las facultades de aprehender, procesar y retornar a los NNA a sus países de origen. Además, en el procesamiento, también puede separarlos de sus acompañantes y detenerlos temporalmente.

No obstante, según las narrativas recabadas, los procedimientos implementados por las autoridades migratorias estadounidenses no siempre se apegan a los decretos legales ya que, como señalan Isacson y Meyer (2012) en Hernández (2016, p. 76), el trato que la Patrulla Fronteriza les da a los adolescentes no se diferencia de acuerdo con su edad o sexo cuando pasan por un proceso de clasificación, separación o interrogación. Así pues, una vez que los adolescentes son aprehendidos, son transportados a centros temporales de procesamiento y detención: las llamadas “hieleras”, unos espacios que han sido señalados por los adolescentes como centros gélidos en los que les toman huellas, fotografías y les realizan preguntas.

Aunque muchas de las aprehensiones suceden de manera controlada, en testimonios como el de Hugo de 16 años, un coyote tamaulipeco con varios años de experiencia cruzando la frontera, se evidencia el aumento de violencia institucional durante las detenciones:

Ayer me correteó el Army, y pues tuve que hacer de todo para írmele al vato, pero cuando me agarró me jaloneó bien feo, me andaba peleando con él porque me mentó la madre y me dijo de cosas. Le dije que qué traía y dijo: “no pos ando haciendo mi trabajo”, y yo “ya sé que es tu trabajo pero me estás faltando al respeto”. Y ya fue todo […] los de Border Patrol, haga de cuenta, pues si tú ya te les fuiste nomás andan arriba de la camioneta buscándote. Los del Army no, esos van detrás de ti a corretearte y a agarrarte porque te van a agarrar. Ese del Army me aventé como 20 minutos corriendo con él, así pum, y brincando casas y cercas, brinqué como una colonia entera así brincando (Hugo, entrevista, Matamoros, 2020, énfasis mío).

Tanto la respuesta de Hugo como la del soldado de la Army durante la detención podrían estar relacionadas con una dinámica específica entre autoridades y coyotitos (Hernández y Segura, 2018), en la que los adolescentes cuentan con experiencia acumulada sobre el cruce fronterizo, conocen las formas de operar de las autoridades en la frontera y conocen las rutas y espacios fronterizos. Este cúmulo de recursos es lo que permite que puedan enfrentarse a los agentes y logren escapar de ellos. Dicha situación cobra significado ya que, para muchos otros adolescentes sin experiencias previas, la carencia de recursos puede derivar en una agencia limitada al no lograr consolidar estrategias de negociación en sus interacciones con autoridades estadounidenses. No obstante, en el caso de Juan, se aprecia que, después de varios intentos fallidos, experimentó una aprehensión similar a la de Hugo:

Migración me vio y corrí y me iba persiguiendo y me insultó, que, si no me paraba, pero yo seguí corriendo, que se quede […] Pero sí me alcanzó y me tiró, ahora sí me tiró y ya me quedé abajo, así me estuvo aplastando todo el tiempo hasta que llegaron los demás (Juan, entrevista, Nogales, 2020).

En casos como el de Juan y Hugo, es evidente que la recurrencia en los cruces fronterizos les permite, a través de la experiencia, prever escenarios, plantearse estrategias y tomar decisiones para evitar la aprehensión y lograr un cruce exitoso. Sobre todo, con relación a los coyotitos, las autoridades llegan a identificarlos incluso alegrarse cuando logran aprehenderlos: “no pues se quedan bien contentos los de migración porque en las cámaras nos miran y siempre me les voy (Manu, entrevista, Matamoros, 2020)”.

Los riesgos del tránsito fronterizo irregular, por lo tanto, aumentan al enfrentarse a procedimientos de aprehensión y detención que implican el uso de violencia por parte de los agentes fronterizos estadounidenses. Por su parte los adolescentes entrevistados señalaron haber sido aprehendidos, esposados y despojados de sus pertenencias. Dichas acciones están encaminadas a evitar la huida de los adolescentes durante las aprehensiones y los traslados a los centros de detención.

No obstante, en algunos ejemplos el trato durante la aprehensión por “entrega voluntaria” fue diferenciado, como evidencia el caso de Verónica, oriunda de Oaxaca, quien supo desplegar su agencia al dialogar con los agentes y de tal modo evitó ser esposada, así lo narró: “como soy cristiana pues les dije que era cristiana, y no me creyeron, pero le mostré mi Biblia, y ya fue cuando me creyeron, me trataron diferente a los demás (Verónica, entrevista, Nogales, 2020)”. El uso de los recursos, en este caso la negociación y la religión, permitieron que Verónica recibiera un mejor trato, no obstante, no se descarta que, aunado a la interacción con los agentes, el factor del género, es decir, que era mujer y además cristiana, pudo haber influido favorablemente en su experiencia de aprehensión.

Las entregas voluntarias a las autoridades fronterizas son actos frecuentes entre los migrantes irregulares después de agotar sus recursos o verse perdidos en la frontera. Miguel, un adolescente de 17 años, narró una experiencia similar. Él se quedó sin agua después de haber huido de las autoridades en el desierto de Sonora, al sentirse agotado y sin recursos, evalúo continuar o entregarse, sus palabras fueron las siguientes:

Me escondí yo solito para esperar a que oscureciera, pero ya luego me salí a la carretera y estaba esperando, ya me iba a entregar yo, pero no veía ninguna migra [risas]. Cuando uno quiere que lo agarren no aparecen, y en eso iba pasando una camioneta y era una migración. Sí, tardó fácil como dos horas, si como dos horas iba pasando y yo creo me vio y se paró de volada y ya en eso me dijo: “siéntate y quítate las agujetas y quítense todo lo que traiga (Miguel, entrevista, Nogales, 2020)”.

A pesar de que Miguel interrumpió su trayecto migratorio, el hecho de que haya sido capaz de evaluar sus condiciones de viaje, reconoció la falta de recursos y previó desenlaces poco favorables, es evidencia de su plena agencia en distintos momentos. En concomitancia con su testimonio, es frecuente hallar experiencias en las que los adolescentes, después de evaluar sus bajas posibilidades de llegar con éxito al otro lado al perderse en el camino o de ser abandonados por sus guías, incluso debido al cansancio, alguna lesión o escasez de agua y comida, toman la decisión de entregarse a las autoridades migratorias para ser rescatados (Fredo, 2014). Por lo anterior se arguye que la diferencia en el trato que reciben los adolescentes por parte de las autoridades migratorias estadounidenses puede relacionarse con el tipo de autoridad que lleve a cabo la aprehensión, según se trate de CBP, Army, policía local o civiles, y, también con la agencia de cada migrante al entregarse, dialogar o intentar huir. De la conjunción del tipo de autoridad y la agencia de los adolescentes podría resultar un trato gentil o por el contrario una aprehensión violenta y hostil.

Por otra parte, un segundo momento en el proceso de repatriación es la estancia en los centros de detención en Estados Unidos. Por lo general, los adolescentes mexicanos son repatriados de manera expedita a la zona fronteriza mexicana, esto implica que pasen algunas horas o un par de noches en las “hieleras. Sin embargo, la detención puede convertirse en uno de los procesos que causa mayor grado de estrés e incertidumbre para los adolescentes, ya que, tal como recopila Moctezuma (2018, p. 136), es el momento en el que se da la separación de sus familiares, amigos y otros cuidadores. Según la política estadounidense, lo anterior sirve para prevenir abusos y situaciones de riesgo hacia los migrantes menores de edad, empero, las separaciones son realizadas de manera arbitraria sin considerar los posibles efectos negativos para los NNA. En este sentido, a los adolescentes se les niega su agencia ya que la separación no constituye una situación negociable en los procedimientos de detención.

Por lo anterior, gran parte de los adolescentes que cruzan la frontera y son aprehendidos, son catalogados como NNA “no acompañados”,[6] a pesar de que viajan bajo la supervisión o en compañía de familiares que no son de línea directa, amistades, vecinos, entre otros. Aunado a la separación, los miembros del grupo pueden ser acusados de tráfico de migrantes, castigados, incluso condenados a cubrir condenas en centros de detención en Estados Unidos. Según explica Moctezuma (2018, p. 136), esto ha provocado que los adolescentes y los mismos acompañantes nieguen vínculos con otros miembros del grupo, constituyendo una práctica de protección ante las posibles represalias. El ejemplo de Eduardo de 14 años, quien viajaba acompañado por su tía, es la muestra del miedo e incertidumbre que pueden experimentar los adolescentes con la separación familiar:

Sí me asusté, porque mi tía se quedó en migración de allá, de Estados Unidos, y a mí me trajeron solo y me asusté. Me trataron bien, me dieron galletas, una colchoneta y algo para dar calor. Había mucha gente, a mí me apartaron con los jóvenes, como era menor de edad, me apartaron en un cuarto donde están los menores. Iban sacándolos poco a poco, a mí me sacaron ya el domingo en la mañana. Me dijeron que me iban a trasladar, yo me porté bien porque vi que mi tía se quedó. No la sacaron y ya me montaron en un carro a mí y me trajeron hasta acá a Nogales y ya me entregaron (Eduardo, entrevista, Nogales, 2020).

Por lo tanto, la separación de adolescentes de otros miembros del grupo puede traducirse en un fuerte detonante de estres, cuyo resultado puede implicar que los adolescentes pasen por el proceso de repatriación y estancia en albergues fronterizos sin saber de sus acompañantes. Durante estos procesos, la agencia de los adolescentes es constantemente negada por las autoridades al insertarlos en protocolos y programas estrictos.

Por otra parte, los adolescentes que llevan a cabo sus procesos de movilidad de manera autónoma pueden sufrir de hostigamiento, maltrato, incluso abusos de diversa índole (CIDH, 2015), esta cuestión es dada por la falta de capacitación de los agentes en los centros de detención y puede conducir a experiencias donde los adolescentes son vulnerados (Cavendish y Cortazar, 2011).

Por otra parte, la participación de adolescentes mexicanos en las lógicas del crimen organizado se ha incrementado y visibilizado, es por ello por lo que los agentes encargados de realizar las aprehensiones y entrevistas pueden empeñarse en descubrir quién actúa como guía y, por lo tanto, convertir el procesamiento en una experiencia intimidante. Algunas de dichas situaciones se pueden apreciar en los siguientes testimonios:

Nos gritaron fuerte. Estaba insistiendo si era el guía y les dije que no, que no era el guía. Me dijeron que me iban a encerrar (Felipe, entrevista, Tijuana, 2020).

Luego estaban tercos, que si no era el guía yo que porque los guías ahorita son puros casi menores de edad. Les dije que no, que como sería guía siendo mi primer viaje, mi primera vez que vengo (Javier, entrevista, Tijuana, 2020).

Federico y Javier, ambos de 17 años, hacen el recuento de experiencias similares, cuestión que pudo haber estado relacionada con sus múltiples aprehensiones previas. En otros ejemplos las experiencias de detención están marcadas por la interacción con agentes que no les comunican sus derechos. Appleased (2011) señaló que es deber del gobierno de los Estados Unidos permitir al menos una llamada consular si una visita de las autoridades mexicanas no es posible. No obstante, los jóvenes al ser detenidos no son informados de su derecho, ya que consideran que no son capaces de tomar una decisión independiente, esto sobre todo para los NNA menores de 14 años. La narrativa de Alexis de 17 años ilustra este tipo de experiencias después de haber sido detenido cruzando la frontera de Tijuana con San Diego:

Son bien estrictos, no puedes preguntar nada porque te callan. Pregunté que si podía hablar con mi familiar y me dijeron que no. Si lloré porque no sabía de mis padres… (Alexis, entrevista, Tijuana, 2020).

El abuso de poder de las autoridades estadounidenses en una relación desigual no ha impedido que los adolescentes puedan abogar a su favor. Tal es el caso de Gerardo de 17 años, quien después de cruzar la frontera Matamoros-Brownsville por el puente internacional con documentos de identidad de otra persona, fue detenido mientras esperaba el autobús para llegar con su familia en Florida:

De hecho, a mí ya me estaban diciendo que tenía derecho a un abogado, y le digo:

―¿Y a mí por qué me va a llevar a la cárcel si soy menor?,

y me dice:

―¿Ah, entonces usted es menor?,

y le digo:

―sí […]

o sea, yo pensé al instante que si era yo mayor pues me iban a dejar allá, por eso les dije:

―no pues soy menor, regrésenme […]

por eso fue por lo que me regresaron (Gerardo, entrevista, Matamoros, 2020).

Gerardo relató la forma en que se enfrentó a los agentes de CBP y cómo se libró de un procedimiento legal al señalar su minoría de edad. En este sentido, el conocimiento sobre la diferencia de protocolos y procedimientos para adultos y adolescentes es un recurso que, de no tenerlo, puede llegar a situar a los adolescentes en contextos de vulnerabilidad jurídica.[7] El hecho de que algunos adolescentes, tuvieran la información necesaria para evitar un procesamiento institucional inadecuado y además lograron exigir un trato diferenciado, da cuenta de su capacidad para disminuir las vulnerabilidades durante sus procesos de aprehensión y repatriación.

De manera general y contribuyendo a la crítica sobre las condiciones de las “hieleras”, además de ser espacios controlados en los que los derechos de las personas migrantes adolescentes pueden ser vulnerados por las relaciones asimétricas de poder, se suma la precariedad de los insumos con los que atienden al permanecer detenidos. La CIDH (2015) señaló la falta de comida saludable, nutritiva y limitada en las instalaciones de detención, en cuanto a esto, algunos participantes de este estudio señalaron haber recibido un jugo y un burrito y en algunos casos galletas, aunque se quejaron de la calidad de estos.  Asimismo, diversos informes y estudios como el de Segura (2020), señalan las bajas temperaturas de los centros de detención que han sido también cuestionadas por la CIDH, ya que puede tener un impacto negativo en la salud de los detenidos después de haber pasado por viajes largos a la intemperie. En el testimonio de Óscar, un adolescente con varias repatriaciones resalta su experiencia en las “hieleras”:

Me trajeron aquí por Tijuana […] Ya cuando llegué, preguntaban muchas cosas, no les contesté, ya nomás ahí me metieron y sin una ventana, todo está cerrado, con muchas cámaras ahí en el cuarto, no te dejan comer nada […]. Cuando llegué les dije:

―¿A qué hora me van a dar de comer? o si no tienen comida, ¿me pueden dar mi mochila para que pueda comer? porque yo si traigo comida,

―Tú no tienes que mandar aquí, nosotros mandamos aquí, me dijeron.

Entonces se enojaron otra vez, me encerraron ahí y como a las 8 de la noche me dieron solamente un burrito que ya estaba frío, no sé en qué tiempo lo hicieron, ya estaba frío, sabía asqueroso pues. Nomás lo comí por la mitad y ya lo tiré a la basura, nada más tomé el jugo y a las 12 de la noche me dijeron que me trajeron unas galletas de esas de animalitos y un jugo y fruta de gomitas. Tenía hambre pues, nada más comí esas galletas y ya me sacaron esta mañana y me dieron otro burrito, no lo comí […]. Cuando me metieron a la cárcel me dieron, no era cobija, era un papel así que era como un aluminio, eso me dieron nada más. Estaba helado ahí, además pusieron el aire acondicionado […]. Pensaba muchas cosas, que si voy a salir o me van a encerrar mucho tiempo (Oscar, entrevista, Tijuana, 2020).

Al igual que la experiencia de Óscar, las detenciones, aunque cortas, generan estrés, miedos e incertidumbre en los adolescentes migrantes. Estas condiciones han sido continuamente señaladas por organismos e instituciones internacionales, así como por académicos para que se mejore la atención y cuidado de los NNA durante sus procesos, tanto de aprehensión como de repatriación. No obstante, la falta de voluntad política para mejorar los procesos referentes a este grupo puede estar ligada con el objetivo de disuadir la migración indocumentada, incluso utilizar a los menores de edad detenidos como cebos para detectar a familiares directos en situación irregular en Estados Unidos (Sanjurjo, 2011).

Por lo tanto, después de analizar los testimonios de los adolescentes y hallazgos coincidentes de otros estudios, se arguye que los procesos de aprehensión y detención temporal pueden constituir espacios de vulneración tanto física como estructural, debido a la prevalencia de medidas de control de la migración irregular con enfoque adultocéntrico, y bajo el objetivo de preservar la seguridad nacional por encima de las garantías al bienestar y el interés superior de los NNA migrantes (Sanjurjo, 2011). Sin embargo, a pesar de las fallas y las situaciones de vulnerabilidad (producto de procedimientos poco amigables con los menores de edad), también se logran hallar matices de agencia en todas las narrativas recabadas.

El retorno a la zona fronteriza mexicana

Los procesos de repatriación de los adolescentes aprehendidos en la frontera, por otra parte, están vinculados, a través de acuerdos y programas, con las autoridades migratorias mexicanas y estadounidenses, por lo que un eslabón importante en las trayectorias de los adolescentes es la recepción por parte del Instituto Nacional de Migración (INM) en los puntos fronterizos acordados del lado mexicano. No obstante, como se analiza a lo largo de este apartado, es un proceso que también presenta irregularidades que generan contextos de vulnerabilidad para los adolescentes migrantes. Ante esto, los adolescentes en sus testimonios dan cuenta de las formas en que ellos despliegan su agencia para enfrentarse a ellos.

La colaboración entre autoridades mexicanas y estadounidenses ha sido posible debido a los acuerdos y convenciones que establecen los lineamientos de comunicación entre los departamentos encargados de llevar a cabo las detenciones y evaluación de las solicitudes de ingreso, y los consulados mexicanos para el retorno de los adolescentes a México. Las estrategias nacionales que se han implementado a partir de los acuerdos bilaterales, así como lo contenido en la Convención de Viena sobre Relaciones Consulares de 24 de abril de 1963, buscan coordinar las acciones de las autoridades de ambos países, igualmente garantizar el derecho al acceso a protección consular en territorio estadounidense. Sin embargo, el fortalecimiento de las medidas de control migratorio ha aumentado las cifras de detención y deportación de adolescentes y ha derivado en cambios en las rutas tradicionales. Por ende, han aumentado los riesgos, así como el uso del coyotaje[8] (Hernández, 2016). Consecuentemente, no se ha logrado desincentivar la migración de adolescentes, sino que únicamente se han transformado las estrategias de tránsito hacia recorridos con más riesgos y con más costos.

Según detalló Gallo en 2004, el proceso para la repatriación de mexicanos desde Estados Unidos a Matamoros está apegado al instrumento bilateral: Acuerdo de repatriación en las fronteras de McAllen y Brownsville, mediante el cual los horarios y los puntos de recepción de los NNA no acompañados son regulados. El objetivo principal de este acuerdo es el de preservar la integridad de los repatriados al evitar los retornos a México durante la noche.

Asimismo, se asegura que el Consulado Mexicano en Brownsville a través del Comité de Atención y Seguimiento al Menor Repatriado, realiza entrevistas a los NNA aprehendidos con la finalidad de conocer el trato recibido por las autoridades migratorias estadounidenses, su estado de salud y datos que puedan facilitar la reunificación con su familia una vez que sean retornados al territorio mexicano.

Sin embargo, muy pocos son los adolescentes a quienes se les permite realizar o recibir llamadas y se infiere que, por la premura de las deportaciones, el tiempo entre la aprehensión y la repatriación no permite la visita de una autoridad consular. Una situación que puede aumentar la susceptibilidad a múltiples vulnerabilidades y negar la agencia de los adolescentes. Por otro lado, los participantes del estudio declararon no haber sido siempre repatriados bajo el procedimiento institucional que implica la recepción por parte del INM y posterior traslado a los centros de albergues del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (SNDIF) en las diferentes fronteras, sino que en varias ocasiones, fueron dejados en los puentes y garitas internacionales tras una aprensión por parte de la U.S. Border Patrol (Entrevista a funcionario, Matamoros, 2020).

Tres testimonios de adolescentes dan cuenta de lo anterior. En primer lugar, el ejemplo de Juan, quien relató el incumplimiento de los protocolos de repatriación y colaboración entre autoridades migratorias y los albergues fronterizos que coordina el DIF en México:

Nos vinieron a dejar ahí a la línea de Nogales, de ahí nos trasladaron allá en la mañana, ahí llegamos y ya, el chavo que nos atendió nos preguntó que, si teníamos familia a quien hablarles, le dijimos que sí, nos dio chance, nos dijo:

―Les voy a dar chance que traigan su familia en 20 minutos y se podrán ir

Así que pues llegó nuestro familiar y nos sacó […] ese chavo que nos trajo […] porque pensé que no me iban a dejar así nomás, le dije que era mi tío por parte de mi tía y ellos traían las actas de nacimiento de nosotros, las traen y pues así nomás las enseñó y firmó y enseñó su credencial (Juan, entrevista, Nogales, 2020).

El caso de Juan coincide con otros testimonios de jóvenes que son entregados a “coyotes” en los puertos fronterizos, tienen en su poder actas de nacimiento, ya que, en caso de ser deportados, puedan hacerse pasar por familiares para recogerlos. El manejo y manipulación de la información en este caso se presenta como una de las estrategias que implementan los adolescentes para evitar ser llevados a los albergues y así intentar cruzar nuevamente. No obstante, la estrategia no siempre funciona, esto tiene que ver con los agentes del INM en servicio, los horarios de deportación, la ciudad, entre otros factores.

Un caso similar corresponde a Javier, quien había cruzado ya cinco veces. Él relató que solamente durante una repatriación fue entregado a las autoridades del SNDIF para ser trasladado al albergue YMCA en Tijuana:

Esta ya es como la quinta, las otras veces me soltaron allá por Mexicali, allá no te avientan al DIF, ahí nomás te sueltan pues, como a todos, como si ya tuvieras la edad, por el puente y ya te sacan (Javier, entrevista, Tijuana, 2020).

La falta de coordinación entre el SNDIF y las autoridades migratorias puede estar relacionada con la ausencia de albergues para adolescentes migrantes, así como con el cupo en los mismos y las restricciones derivadas de la crisis sanitaria. Esta situación puede traducirse en el abandono de los menores de edad en puntos fronterizos y horarios poco seguros. Por otra parte, el conocimiento sobre el incumplimiento de los protocolos de repatriación en determinadas zonas puede servir como incentivo para que los adolescentes decidan realizar el cruce por espacios más riesgosos. Otro testimonio es el de Hugo, quien ha trabajado los últimos tres años como coyote y únicamente ha llegado al CAMEF ocho veces, mientras que las otras ocasiones ha sido dejado en los puentes internacionales:

Le digo que yo trabajo todos los días, de lunes a domingo tengo que ir a brincar el río y a lo mejor ponle pegó cuatro veces a la semana y me tumban tres fácil y las tres veces que me agarraban me soltaban allá en la entrada del puente y me venía caminando […] (Hugo, entrevista, Matamoros, 2020).

Con la llegada de la pandemia por COVID-19, situaciones como el incumplimiento de los protocolos de repatriación se hizo más evidente, pues, según argumentaron los participantes y las autoridades en los albergues fronterizos, es frecuente que las autoridades norteamericanas liberen a los adolescentes en lugares y en horarios fuera de los acordados. Dicha cuestión para los adolescentes no fronterizos puede implicar desventajas ante la necesidad de cuidados y recursos después de la repatriación, aunado a su susceptibilidad a secuestros o robos por parte del crimen organizado, además de no tener conocimiento sobre la ciudad. En este contexto, la vulnerabilidad a la que pueden exponerse los adolescentes dependerá también de su capacidad de gestionar nuevos recursos a través de sus redes de apoyo y de su experiencia fronteriza acumulada.

Dentro de los recursos que pueden llegar a necesitar los adolescentes se encuentra el acceso a celulares, computadoras, otras tecnologías de información y dinero, tanto para solventar sus estadías en la frontera como para continuar pagando las cuotas de los coyotes y la mafia. La capacidad de gestionar dichos recursos depende ampliamente de sus redes de apoyo, quienes, a través de acuerdos con coyotes y con los mismos adolescentes, continúan financiando los intentos de cruce fronterizo. No obstante, a pesar de las redes, la limitada capacidad de negociar con los familiares, incluso la escasez de dinero se convierte en un factor de influencia para que los adolescentes continúen intentando el cruce fronterizo. Aunado a lo anterior, con cada cruce, los adolescentes acumulan información sobre las rutas, las estrategias, el modus operandi de los coyotes y las autoridades de control fronterizo, que puede traducirse en la disminución de las vulnerabilidades en los cruces y en las interacciones con otros agentes.

Por lo tanto, en el sentido institucional, recae sobre el SNDIF una gran responsabilidad, al encargarse de coordinar y regular las acciones de los albergues que se encuentran bajo la administración de las asociaciones civiles. Sin embargo, aún existen vacíos y contradicciones en las normativas y reglas de operación en cada programa e institución, por lo que la asignación de recursos gubernamentales a los albergues de la sociedad civil, la rendición de cuentas y las reglas de admisión y operación de estos centros no están controlados por el SNDIF, lo que implica que se limiten sus acciones de coordinación y monitoreo. Tal cuestión deriva en una limitada capacidad del Estado para garantizar el interés superior del menor y, por lo tanto, deja vacíos que favorecen la existencia de contextos de vulnerabilidad en los que no se consideran los deseos y peticiones de los adolescentes.

En este tenor, a pesar de que los albergues deben basar su cuidado y atenciones en los derechos fundamentales de los adolescentes afectados por la migración (Gallo, 2004), el SNDIF no puede cerciorarse de que la atención prestada a los adolescentes atendidos sea la adecuada y se encuentre bajo los principios constitucionales y compromisos internacionales adquiridos por el estado mexicano.

Para el proceso de repatriación de los NNA, por su parte, la ciudad de Nogales cuenta, al igual que Matamoros, con dos Acuerdos para la Repatriación Segura y Ordenada de Nacionales Mexicanos en las diferentes fronteras colindantes, Firmado en Laguna Miguel, California, en 1997. Sirven también para coordinar los puertos de repatriación y los horarios en que deben ser realizados. Además, para el caso de las repatriaciones fuera de horarios diurnos, existe un acuerdo bilateral de naturaleza local para atender a los NNA en coordinación con el Consulado mexicano en Nogales, el DIF municipal, el Grupo Beta de Nogales y la Procuraduría para la Defensa del Menor y la Familia del DIF (Gallo, 2004). No obstante, esto se cumple solamente de manera parcial como se puede observar en los testimonios.

Verónica fue deportada por Nogales, a ella la llevaron a la garita el mismo día que fue aprehendida, de ahí Grupo Beta[9] la trasladó a ella y a su primo al albergue, sin embargo, como viajaba acompañada, les permitieron irse a pesar de ser menores de edad. Debido a que ellos no tenían donde dormir esa noche, llegaron al albergue San Juan Bosco[10], que se encarga de recibir principalmente a familias migrantes por un máximo de tres noches. No obstante, había familias que con el inicio de la pandemia quedaron varadas en la ciudad y llevaban cerca de ocho meses viviendo en la institución. El albergue, que únicamente se mantiene de donaciones, recibió a los adolescentes, les permitió ducharse y esperar a sus otros acompañantes mayores de edad para, probablemente, regresar a su estado de origen, Oaxaca.

Nos trajeron aquí donde está el DIF o algo así, y ahí estuvimos, de hecho, nos íbamos a quedar porque somos menores de edad, pero como vengo con mi primo y traigo mi documento, pues ya me dejaron salir y estuvimos esperando al otro muchacho, que lo soltaran (Verónica, entrevista, Nogales, 2020)

Por su parte, el albergue “Camino a Casa” en Nogales tiene altos indicadores en cuanto a cifras de reunificación familiar, ya que 97% de los adolescentes que llegan, son entregados a sus familiares directos dentro de los primeros siete días, mientras que el porcentaje restante es acompañado y entregado por medio de oficiales a sus familias en sus comunidades de origen (Director, entrevista, Nogales, 2020). Asimismo, mantienen un carácter estricto al no entregar a los menores de edad con personas que no presentan una identificación en la que el parentesco sea directo. Esta situación se aprecia en el testimonio de Juan:

Pues según vino mi tío acá pero no me pudieron dar, no me pudieron entregar con él, aunque traiga mi acta de nacimiento, porque tiene que ser alguien sanguíneo a fuerza, pero como nadie tiene mi apellido, él no trae mi apellido ni nada, por eso no me pudo sacar […] Ayer sí me sentía yo desesperado, no quería estar acá encerrado, me daba idea de lo que va a pasar y mis papás tienen que gastar más para venir por mí, todo me preocupa si no le habían marcado a mi familia, me dieron chance que les marcara y ya hasta la tarde ya cuando llegamos ya se oscureció y fui a preguntar que si podía hablar con mis familiares y me dijeron que sí, de ahí me preguntaron unas preguntas y ya les marcaron también a ellos, y pues ahorita ya hablé con mi papá, dice que va a venir el domingo […] el chavo que nos trajo ya sabía que acá de que los soltaban luego. Pues las dos veces nos soltaron allá, yo también ya me sentía confiado de que allá no nos iba a llegar y ya, pero pues de repente, ahora sí que nos mandaron para acá y pues ya todo cambió (Juan, entrevista, Nogales, 2020).

A pesar de la frustración que los adolescentes puedan llegar a sentir al estar a disposición del DIF, las instalaciones del albergue “Camino a Casa” se encuentran en excelente estado, cuentan con dos dormitorios amplios con literas, un comedor, una sala con televisión y Netflix, incluso una cancha de futbol y aparatos para hacer ejercicio. Entre el personal también tienen psicólogo y guardias que son muy amigables con los adolescentes repatriados. Uno de los guardias relató que tratan de hacer las estancias de los adolescentes más amena y que no siempre se utilizan las instalaciones abiertas pues ha habido ocasiones en que los adolescentes se escapan, solamente unos tubos en forma de cerca separan a los adolescentes repatriados de las calles de Nogales.

En cambio, hay diferencias significativas con el albergue Centro de Atención a Menores Fronterizos (CAMEF) en Matamoros. La principal es que el edificio es más antiguo, cuentan con dos alas de dormitorios, una recepción, un comedor y un patio que no usan para evitar las fugas de los adolescentes:

Encerrado yo me vuelvo loco. Ahorita nomás porque me tengo que aguantar […] si no ya hubiera buscado la manera, una escotilla, abro y yo me voy por arriba. No porque me traten mal, no me tratan mal, porque si me trataran mal no me darían de comer, no me dejarían bañarme, pero el problema es que no puedo salir. No me gusta estar encerrado, prefiero estar allá en mi casa, yo quiero estar acostado con mi novia (Hugo, entrevista, Matamoros, 2020).

Además, CAMEF recibe a adolescentes de todas las nacionalidades, incluso recordaba uno de los guardias una vez que llegó un adolescente repatriado de origen japonés. Sin embargo, sus actividades se han centrado más en atender a los adolescentes de circuito[11] para quienes ofrecen educación a fin de que tengan alternativas al trabajo en el río. Hugo fue uno de los beneficiarios del programa “Mis pies sobre Nuestras Raíces”[12], el cual fue interrumpido por la pandemia, pero que permite que los adolescentes terminen la primaria o secundaria:

Aquí en CAMEF estoy terminando la secundaria, bueno es que sí iba a venir a hacer el examen, ya era el último día y me dijeron que no, que, porque había entrado el coronavirus, y pos me quedé sin hacer el examen en el CAMEF, y ya (Hugo, entrevista, Matamoros, 2020).

En contraste, en el otro extremo de la frontera norte de México se encuentra la Casa YMCA[13] en Tijuana. Durante la década de los 90 se visibilizó un número creciente de repatriaciones de NNA no acompañados, y ante la falta de acción gubernamental y no gubernamental para atender a esta población, la asociación estadounidense YMCA fundó en Tijuana el primer albergue de atención específica para adolescentes repatriados.

Al igual que en las fronteras entre Matamoros-Brownsville y Nogales-Nogales, existe un acuerdo bilateral entre Tijuana y San Diego que involucra a las autoridades migratorias estadounidenses, al INM y al Consulado de México en San Diego con el fin de propiciar la repatriación ordenada y segura. Asimismo, se han creado comités y convenios de coordinación que incluyen acciones del Grupo Beta y otras instancias gubernamentales (Gallo, 2004).  No obstante, a diferencia de los albergues de Nogales y Matamoros, Casa YMCA tiene una función asistencial en la entrega de los adolescentes, por lo que ellos permanecen apenas unas horas en las instalaciones una vez que son recogidos del Módulo Fronterizo. Al llegar pasan a una entrevista llevada a cabo por la recepcionista del albergue. En esta se recolectan datos básicos y se hace contacto con sus familiares a fin de entregarlos a la brevedad. En algunos casos, los parientes autorizan que el menor de edad sea entregado a otra persona a pesar de no ser familiar, por lo que una de las funcionarias señala que ellas mismas se dan cuenta de que, quienes los recogen, son los “coyotes”, sin embargo, al ser autorizada la salida por los padres, ellos no pueden hacer nada.

Si bien se ha logrado identificar diversas intervenciones que han favorecido a salvaguardar la integridad de los adolescentes durante sus procesos de movilidad en la frontera norte de México, tanto por parte de los gobiernos de ambos países como de la iniciativa privada a través de los albergues, el incentivo de llegar a Estados Unidos para tener una mejor calidad de vida continúa primando en la prospectiva de los adolescentes. Esto es, que, a pesar de la política migratoria estadounidense, que ha buscado desincentivar los cruces irregulares, la mayoría de los adolescentes entrevistados han pasado por uno o varios procesos de aprehensión, detención y repatriación, y aun así desean continuar intentándolo. Esto principalmente debido a que, a partir de la experiencia acumulada y el intercambio de vivencias con otros adolescentes en los albergues y dentro de las casas de seguridad, los adolescentes son capaces de crear nuevas estrategias y prever escenarios que incluyen: la elección de nuevos coyotes, otras rutas o fronteras, la búsqueda de más recursos económicos y otras circunstancias específicas en las que consideran que su viaje puede ser exitoso. De este modo es que los adolescentes pueden hacer frente a las vulnerabilidades que ya conocen o han escuchado de otros testimonios. En los casos de Braulio y Sergio se aprecian algunos de los matices de agencia después de haber sido repatriados y que, a pesar de las duras experiencias antes señaladas, mantienen la intención de cruzar a Estados Unidos:

Pienso volver a intentar, hacer la lucha. Primero pagar el dinero que me prestaron de ahí trabajar, mandarle dinero a mi mamá, ahorrar y hacer cosas a parte y así mis cosas, casa, comprar carro y ya teniendo dinero hacer un negocio y producir dinero yo mismo y de ahí, regresar. Quiero regresar, quiero volver a ver a mi mamá (Braulio, entrevista, Nogales, 2020).

Voy a volver a intentarle. Cuando cae el agua, porque cuando cae el agua no salen a buscarte, tengo esa idea, la migra no sube al cerro cuando está cayendo agua (Sergio, entrevista, Tijuana, 2020).

A pesar de las fallas señaladas anteriormente, se establece que los Estados han logrado grandes avances en la creación, promoción y ejecución de protocolos y programas, debido en parte, a los señalamientos de los medios de comunicación y organizaciones internacionales en torno a la ausencia de protocolos unificados y al incumplimiento de estos. El año 2014 significó un parteaguas para la gestión de las repatriaciones de NNA debido a que los situó en el centro de la mirada pública. Los enjaulamientos y la separación familiar han sido ampliamente criticados pues vulneran de maneras diversas y diferenciadas a los menores de edad. No obstante, siguen ocurriendo, al igual que las aprehensiones con uso de violencia, detenciones e interrogatorios. Lo antes expuesto sitúa a los adolescentes en contextos de vulnerabilidad organizacional y estructural que limitan su capacidad de agencia, dejándolos al margen de los acuerdos binacionales, que, si bien han logrado proveer un resguardo a los adolescentes al llegar a las ciudades fronterizas mexicanas, siguen condicionando a los repatriados al cuidado y protección del Estado y de otros adultos sin considerar los deseos ni la capacidad de decisión de estos sobre su futuro.

Conclusiones

El artículo tuvo como objetivo analizar las formas en que los adolescentes migrantes configuraron su agencia en torno a contextos de vulnerabilidad durante los procesos de aprehensión, repatriación y estancia en albergues fronterizos, los cuales se encuentran enarcados en una política migratoria de retorno con énfasis en la disuasión. Para ello, se tomaron en cuenta los riesgos y vulnerabilidades a los que los NNA migrantes se enfrentan durante sus interacciones con autoridades de control fronterizo a lo largo de sus procesos de repatriación desde Estados Unidos a México y que ya han sido señalados por otros autores.

A partir de dichos ejes, se encontró que el aumento de tecnologías de detección de migrantes para el control fronterizo ha impactado en las experiencias de aprehensión de los adolescentes, convirtiéndose en una de las primeras barreras que encuentran y que facilita las aprehensiones para los agentes fronterizos, pero disminuye las posibilidades del cruce irregular fronterizo exitoso para los adolescentes. Dicha situación ha provocado que los adolescentes opten por rutas con menor vigilancia, pero con mayores riesgos y costos. Empero, algunos adolescentes logran generar estrategias para burlar las tecnologías de detección, tales como: los cruces en determinados horarios o condiciones climáticas, el uso de ropa de camuflaje y la misma contratación de guías recomendados.

Otro de los hallazgos se centró en los constantes señalamientos sobre el uso excesivo de violencia y armas por parte de los agentes fronterizos estadounidenses, sobre todo, durante las aprehensiones, cuestión que se ha explorado por autores como Estévez (2014) y la organización Save the Children (2021). Ante ello, los adolescentes son susceptibles a diferentes formas de vulnerabilidad física al ser amenazados con armas, perseguidos, sometidos al intentar huir, esposados, incluso agredidos verbalmente. La violencia institucional, por lo tanto, deriva en una agencia limitada para los adolescentes al infundir miedo y estrés durante los procesos de aprehensión. En este sentido, la toma de decisiones y el actuar de los adolescentes se supedita, en sus interacciones con autoridades fronterizas, ante una evidente relación desigual de poder. Lo anterior abona al debate sobre si se debe o no considerar a los adolescentes migrantes como víctimas de sus procesos de movilidad, al respecto se arguye que su condición de vulnerabilidad es dada por estructuras institucionales y no como una característica naturalmente adquirida por su condición etaria.

Por otra parte, se hallaron experiencias similares de los adolescentes que pasaron por las “hieleras”, en las que la vulnerabilidad se constituye por las interacciones con autoridades durante interrogatorios y por la precariedad de los insumos que reciben durante su permanencia en los centros de detención. Condiciones como alimentos poco saludables y nutritivos, lugares poco apropiados para pasar la noche y temperaturas muy bajas, son señaladas en los testimonios y en informes de organismos internacionales como la CIDH (2015). Ante ello, autores como Segura (2020), han advertido que las bajas temperaturas pueden estar relacionadas más con prácticas normales dentro de las instituciones estadounidenses ante las altas temperaturas del desierto que con la política migratoria disuasiva. No obstante, dichas condiciones pueden impactar de manera negativa en la salud de los adolescentes migrantes después de haber pasado por viajes largos y extenuantes a la intemperie.

Durante la experiencia de detención algunos adolescentes despliegan su agencia al manipular información en los interrogatorios y al exigir información sobre su proceso. Sin embargo, son más las vivencias en las que los adolescentes son separados de sus acompañantes de viaje, son intimidados por las autoridades y no se les informa sobre la posibilidad de realizar una llamada o recibir una visita consular. Esto puede estar más relacionado con la prevalencia de las repatriaciones expeditas y el poco tiempo de detención. Ahora bien, se hace evidente la ausencia de comunicación con las autoridades consulares mexicanas que valdría la pena explorar más a profundidad.

Por otra parte, se concluye que existe una falta de coordinación entre el SNDIF y las autoridades migratorias que puede estar relacionada con la ausencia de albergues para la atención de adolescentes y una falta de voluntad para hacer cumplir los protocolos de repatriación. Igualmente, un factor que influyó en que los protocolos y programas no funcionaran como lo estipula la normativa, fue la irrupción de la pandemia, dado que limitó el cupo de los centros de detención, así como la capacidad de las instituciones para brindar atención a los adolescentes repatriados a ciudades fronterizas. La urgencia por retornar a los adolescentes debido a lo anterior significó que muchos de ellos fueran dejados en puertos fronterizos y horarios fuera de los acuerdos bilaterales. Dicha cuestión, aunque ya existente, se intensificó y generó contextos de vulnerabilidad para los adolescentes que quedaron expuestos a condiciones adversas al regresar a las ciudades fronterizas. Sin embargo, hay evidencia de que los adolescentes pueden gestionar recursos a través de sus redes de apoyo para disminuir los riesgos y vulnerabilidades, incluso reintentar cruzar a Estados Unidos.

Por lo anterior, se concluye que a pesar de la política migratoria estadounidense ha buscado criminalizar a las personas migrantes y desincentivar los cruces irregulares, los adolescentes acumulan recursos y generan estrategias a partir de sus experiencias, por lo que, muchos de ellos, deciden reintentar cruzar ante la expectativa de lograr un resultado exitoso. En este sentido, se puede afirmar que las experiencias de los adolescentes mexicanos migrantes quedan marcadas en su paso a través de las estructuras institucionales encargadas de hacer cumplir los programas y protocolos de repatriación. En este tenor es como logran configurar su agencia, la cual se transforma según los contextos y las interacciones con diferentes adultos y autoridades.

Por último, se plantea que aún existen vacíos en los estudios sobre NNA migrantes, en principio debido a que no existe un marco categórico unificado para el abordaje de sus movilidades y, en el mismo sentido, tanto su caracterización como la medición de estos flujos tiene grandes deficiencias (Martínez y Orrego, 2016). Asimismo, se considera necesario abordar las investigaciones en materia de NNA desde una perspectiva que les de voz, lo que requiere superar la visión victimista que les atribuye una condición cuasi intrínseca de vulnerabilidad por su condición etaria. Es por ello por lo que la profundización del estudio de la agencia, en este sentido, puede contribuir a comprender los aspectos subjetivos de las experiencias migratorias de los adolescentes más allá de la exposición a riesgos y defensa de sus derechos humanos.

Al margen de la evidencia hallada sobre las fallas y ausencias en los programas y protocolos de repatriación, valdría la pena continuar indagando sobre su funcionamiento en un periodo postpandemia. Adicionalmente, se considera relevante profundizar en el estudio de las experiencias de movilidad de los adolescentes mexicanos desde una perspectiva de género que permita comprender la minoría en la participación de las mujeres en los flujos de los NNA hacia Estados Unidos y, por lo tanto, incluir más participantes mujeres en los estudios. Las nuevas rutas de investigación podrían continuar indagando sobre la relación entre contextos de vulnerabilidad y agencia a través del análisis de las experiencias de NNA en condición de acompañamiento, los que han sufrido un desplazamiento forzado, los de origen indígena, los de la comunidad LGBTQ+, así como los que tengan alguna discapacidad. La consideración de los grupos anteriores podría contribuir a entender mejor el abanico de perfiles que conforman a las niñas, niños y adolescentes migrantes, así como sus experiencias específicas.

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Anexos

Anexo 1. Adolescentes repatriados no acompañados entrevistados por ciudad, sexo, edad y lugar de procedencia

1. Adolescente migrante no acompañado Matamoros Masculino 17 Estado de México
2. Adolescente migrante no acompañado Matamoros Masculino 16 Estado de México
3. Adolescente migrante no acompañado Matamoros Masculino 16 Tamaulipas
4. Adolescente migrante no acompañado Matamoros Masculino 16 Tamaulipas
5. Adolescente migrante no acompañado Nogales Masculino 17 Puebla
6. Adolescente migrante no acompañado Nogales Masculino 16 Chiapas
7. Adolescente migrante no acompañado Nogales Masculino 17 Michoacán
8. Adolescente migrante no acompañado Nogales Masculino 17 Chiapas
10. Adolescente migrante no acompañado Nogales Masculino 15 Oaxaca
11. Adolescente migrante no acompañado Nogales Femenino 15 Oaxaca
12. Adolescente migrante no acompañado Nogales Masculino 14 Tabasco
13. Adolescente migrante no acompañado Nogales Masculino 15 Puebla
14. Adolescente migrante no acompañado Nogales Masculino 16 Veracruz
15. Adolescente migrante no acompañado Nogales Masculino 16 Chiapas
16. Adolescente migrante no acompañado Nogales Masculino 16 Chiapas
17. Adolescente migrante no acompañado Nogales Masculino 16 Chiapas
18. Adolescente migrante no acompañado Nogales Masculino 15 Chiapas
19. Adolescente migrante no acompañado Nogales Masculino 16 Chiapas
20. Adolescente migrante no acompañado Nogales Masculino 15 Guerrero
21. Adolescente migrante no acompañado Tijuana Femenino 17 Oaxaca
22. Adolescente migrante no acompañado Tijuana Masculino 16 Chiapas
23. Adolescente migrante no acompañado Tijuana Masculino 14 Veracruz
24. Adolescente migrante no acompañado Tijuana Masculino 16 Oaxaca
25. Adolescente migrante no acompañado Tijuana Masculino 17 Zacatecas
26. Adolescente migrante no acompañado Tijuana Masculino 17 Veracruz
27. Adolescente migrante no acompañado Tijuana Masculino 17 Guerrero
28. Adolescente migrante no acompañado Tijuana Masculino 17 Guerrero
29. Adolescente migrante no acompañado Tijuana Masculino 17 Oaxaca
30. Adolescente migrante no acompañado Tijuana Masculino 16 Oaxaca
31. Adolescente migrante no acompañado Tijuana Masculino 16 Chihuahua
32. Adolescente migrante no acompañado Tijuana Masculino 17 Estado de México
33. Adolescente migrante no acompañado Tijuana Masculino 16 Guerrero
34. Adolescente migrante no acompañado Tijuana Masculino 16 Veracruz
35. Adolescente migrante no acompañado Tijuana Femenino 16 Oaxaca
36. Adolescente migrante no acompañado Tijuana Masculino 16 Oaxaca
37. Adolescente migrante no acompañado Tijuana Masculino 17 Guerrero
38. Adolescente migrante no acompañado Tijuana Masculino 17 Guanajuato
39. Adolescente migrante no acompañado Tijuana Masculino 15 Veracruz
40. Adolescente migrante no acompañado Tijuana Masculino 17 Puebla
41. Adolescente migrante no acompañado Tijuana Masculino 16 Guanajuato
42. Adolescente migrante no acompañado Tijuana Masculino 17 Guerrero
43. Adolescente migrante no acompañado Tijuana Masculino 17 Oaxaca
44. Adolescente migrante no acompañado Tijuana Masculino 15 Veracruz
45. Adolescente migrante no acompañado Tijuana Masculino 17 Guerrero
46. Adolescente migrante no acompañado Tijuana Masculino 17 Jalisco
47. Adolescente migrante no acompañado Tijuana Masculino 17 Guerrero
48. Adolescente migrante no acompañado Tijuana Masculino 17 Guerrero
49. Adolescente migrante no acompañado Tijuana Masculino 16 Guerrero

[1] De acuerdo con Duarte (2012, p. 120), el imaginario adultocéntrico “constituye una matriz sociocultural que ordena naturalizando lo adulto como lo potente, valioso y con capacidad de decisión y control sobre los demás, situando en el mismo movimiento en condición de inferioridad y subordinación a la niñez, juventud y vejez”.

[2] Según París (2010, p. 27), en el marco del memorándum de 2004 “se establece un procedimiento especial para la repatriación de NNA, con horarios diurnos y a través de los consulados mexicanos. Con acuerdos locales de coordinación interinstitucional en siete ciudades con el objetivo de mejorar la atención de NNA migrantes y repatriados”.

[3] El rapport para O´Connor y Seymour (1999), es el proceso por medio del cual se establece y mantiene una relación de confianza mutua y comprensión entre dos o más personas y puede generar respuestas útiles de otros individuos.

[4] Para Castles (2010), la migración irregular se produce “cuando una persona ingresa a, o vive en, un país del cual no es ciudadano o ciudadana, violando sus leyes y regulaciones de inmigración” (Castles, 2010, p. 51).

[5] Donde para el año 2022 se contabilizó que al menos 686 personas desaparecieron o murieron en su intento por cruzar, para mayor información véase: [https://news.un.org/es/story/2023/09/1524012#:~:text=La%20frontera%20entre%20Estados%20Unidos%20y%20M%C3%A9xico%20se%20ha%20convertido,de%20las%20Migraciones%20].

[6] Este término hace referencia a los NNA cuyos proyectos de migración suceden separados de sus padres u otros parientes (Pesci, 2022).

[7] Por ejemplo, en los Estados Unidos, los menores migrantes no acompañados tienen derechos especiales según la Ley de Protección y Reubicación de Víctimas de Tráfico de 2008 (TVPR). Estos derechos incluyen la designación de un tutor legal, la oportunidad de buscar asilo y la consideración de su mejor interés en decisiones legales. Asimismo, se les debe proporcionar un proceso legal que considere su edad y madurez, asegurando un enfoque más protector y adaptado a sus necesidades específicas (U.S. Citizenship and Immigration Services, 2022)

[8] De acuerdo con Torre y Hernández (2021), el coyotaje es el “contrabando de personas o tráfico de personas son términos que designan a la actividad que facilita dicho cruce de manera ilegal y con fines de lucro (Torre y Hernández, 2021, p. 111)”.

[9] Los Grupos Beta de protección a migrantes tienen el objetivo de proteger y defender los derechos humanos de los migrantes, sin distinción de su nacionalidad o situación migratoria. Representan el brazo humanitario del Instituto Nacional de Migración (INM, 2011).

[10] El Albergue San Juan Bosco I.A.P. Para Migrantes es un centro de la sociedad civil en la ciudad de Nogales, Sonora que brinda hospedaje y alimentación por tres días, asistencia médica y apoyo económico para que los migrantes regresen a sus lugares de origen (Redes, migrantes sin fronteras, 2020).

[11] Aquellos que cruzan de manera recurrente e indocumentada e Estados Unidos por motivos que no tienen que ver con la búsqueda de trabajo ni la reunificación familiar (PDIB, 2012, en Hernández, 2018).

[12] Programa de apoyo a adolescentes entre 12 y 17 años que han sido repatriados desde Estados Unidos para que culminen sus estudios, tengan atención de salud, asesorías jurídicas y atención psicológica (Gutierrez, 2020).

[13] Hogar provisional a menores mexicanos, que son detenidos y deportados por las autoridades estadounidenses en su intento por cruzar la frontera de manera irregular sin un acompañante adulto (YMCA, 2020).


  1. Mexicana. Doctora en Estudios de Migración por el Colegio de la Frontera Norte (EL COLEF), México. Actualmente es Investigadora Postdoctoral en el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), México. Líneas de investigación: migración internacional de niñas, niños y adolescentes, migración de retorno, políticas públicas, estudios de género. Contacto: pesci.gia@gmail.com.